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La idea del uso de samplers como forma válida en la composición musical lleva décadas peleando en una fina línea que divide lo legal de lo ilegal. Desde esa posición, es imposible que lo conocido como mash-up no sea visto como una proclama política sobre la creación musical, sin tener la necesidad de decir algo más comprometido o gráfico; es de su propia esencia el componente rupturista que lo ve nacer. Que estemos en 2008 escuchando gente como Girl Talk reduciendo el mash-up a un acto hedonista es sano en la medida que la técnica se ha ampliado y permitido que gente como él haga un disco que no necesita ser intelectualizado para apreciarlo. Pero para llegar a este momento se necesitó a gente como John Oswald, Negativland y Steinski, entre otros, que levantaron e inspiraron a una camada de artistas, desde el hip-hop al post-rock pasando por la electrónica, quienes vieron en el manifiesto de ellos una alternativa de recrear la música contemporánea.

Sólo por lo anterior se hace una escucha indispensable para cualquiera interesado en el fenómeno del trabajo con samplers el compilado doble What does it all mean? de Steinski. Tirando algo de dos horas de música que hace hervir la pista de baile, esta magnánima obra reúne cronológicamente una visión musical clásica de melómano bien instruido, con buen gusto y mejor capacidad de moldear los trozos del pop que corta y pega en función de sus collages.

El primer disco es el que tiene una mayor relevancia en esta historia. Partiendo porque reúne las tres piezas fundamentales de la asociación de Steve Steinski Stein con Douglas Double Dee DiFranco tituladas “The lessons”. Surgidas a partir de haber ganado con “The payoff mix” un concurso lanzado por el sello neoyorkino de hip-hop Tommy Boy, invitando a remezclar el single de G.L.O.B.E & Whiz Kid’s “Play that beat Mr DJ??? en 1983, el dúo generó un lenguaje que tomaba la base rítmica del hip-hop para coser tramos tomados de otras obras de la música negra. “The payoff mix” (aka “Lesson 1”) marca un precedente para las producciones de hip-hop por su riqueza sónica sin caer en lo caótico, llegando a momentos de perfección rutilante, en razón de proporcionar identidad a lo unido, haciendo que todo el material externo termine compenetrado con el resto. La extraordinaria “Voice mail (Sugar Hill suite)”, una joya old school, fortalece esa constitución veloz, sin apelar a la excavación por parte del oyente de descubrir lo combinado y así hacer mejor la experiencia, cosa que ocurre mucho con los mash-ups de hoy. Los de Double Dee & Steinski (cinco en este disco: la tripleta “Lessons” junto a “Jazz” y la citada “Voice mail”) juegan lejos de la nostalgia o arqueología y representan un lenguanje básico que discos fundamentales como Paul’s boutique (Beastie Boys), 3 feet high and rising (De La Soul) y Endtroducing… (DJ Shadow) han reconocido abiertamente como influencia. Los tracks de Double Dee & Steinski, a pesar de su popularidad e influencia, se movieron por años en la clandestinidad por cosas del copyright y cargaron por un tiempo con el escepticismo que generan dos treitañeros blancos moviéndose en terrenos propios de la juventud negra. Todo este contexto endosa estos tracks para ser claves en la comprensión de la música popular de las últimas tres décadas.

Siendo importante lo melódico y pegadizo de los tracks creados por el dúo, y luego por Steinski en su carrera solista, es aún más enriquecedor ver cómo la concepción temática forma parte trascendental en la composición de estos mash-ups. “Lesson 2 – James Brown mix” homenajea al padre del soul; “It’s up to you” toma recortes grabados de programas televisivos y “Number three on flight eleven” (única inédita en el compilado) es una angustiante pieza sobre el 11/9 en base a las grabaciones salidas de ese fatídico día. Son ejemplos de cómo Steinski va imaginando mundos y dándoles lógica según las herramientas de la ocasión. Esta progresión temática se hizo más intensa en los años 90’as, época que lo enfrentó con la sampledelia que él mismo aportó a definir (reflejado en un mayor uso de scratches) y la electrónica oscura, lo que se canaliza en el tono retrospectivo y menos fiestero del tramo final del primer disco de What does it all mean?. La acertada forma en que avanza hace de esta primera parte un triunfo a la hora de mirar la carrera de Steinski en perspectiva.

El segundo disco, quizás menos interesante que el primero, no deja de mostrar su talento. Se trata de Nothing to fear, sesión aparecida como bootleg en 2003 y que lo revela en su faceta de DJ y productor. Es, sin duda, “el” antecedente de lo realizado por gente como Girl Talk. Con Nothing to fear queda claro que Steinski tiene en su ADN el hip-hop pre-Public Enemy, lo que no quita su vigencia.

Es mucha música la aportada en este disco, lo que puede agotar en algún tramo (especialmente en el mix “Nothing to fear”). Con todo, la reflexión final es decidora. Tras gozar al escuchar muchos de los mejores tracks de What does it all mean?, impresiona cómo mantiene su vigencia. Han pasado veinticinco años desde que dos blancos treintañeros esclarecieran lo que en años venideros se desarrollaría en el hip-hop. Con ese antecedente, la creación de Steinski todavía no se resiente, eludiendo, sin quererlo, sonar como reliquia de museo como otros contemporáneos de la escena old school neoyorkina.

Reforzando la teoría que piensa que la grabación pirata (entendida como recorte de samplers y su reunión para crear una nueva entidad) es una alternativa artística válida y atrevida, conocer a Steve Stein no hace que veamos con malos ojos lo que hoy aparece en este campo, sino nos ayuda a revalorar el mash-up como un arte que no debería tener fecha de vencimiento tipo yogurt, incluso cuando las partes que lo componen ya hayan expirado.