Nadie puede escapar mucho tiempo de la nostalgia. Cuando menos se espera, nos encontramos haciendo evocaciones al pasado, evocaciones de aquellas que provocan alergias en las nuevas generaciones. Muchos que no querían ser como Pirincho hablando de rock progresivo, hoy ya lo son hablando sobre indie-rock o post-rock. Pero bueno, así no más es la cosa, el tiempo pasa; nos vamos poniendo viejos. Pero ojo, tal vez la peor forma de envejecer sea a través de la nostalgia, añorando todo lo que se hizo y lo que no se pudo hacer, admirándose y congraciándose de aquel personaje que fuimos y que ya no seremos. Pero también es muy cierto que un pasado que no está bien documentado no es visible y permanece de manera fantasmagórica flotando en el recuerdo.

Teniendo lo anterior bastante en cuenta, FAN Discos re-editó, durante el segundo semestre del año pasado, casi toda la discografía de su banda más emblemática, Suárez. Y digo casi toda porque en este box-set, La colección, no está incluido 20:09:00 (Índice Virgen, 2000), EP con versiones del grupo español Le Mans, que para este caso parece ser harina de otro costal.

Suárez fue uno de los grupos más importantes de la escena indie-rock de Buenos Aires durante los 90s. Comenzaron en la misma época que Copiloto Pilato, La Nueva Flor, Babasónicos, Juana La Loca y El Otro Yo; de los mencionados, solo los tres últimos sobreviven produciendo música para masas. Sin embargo, lo que diferenciaba a la banda formada por Rosario Bléfari (voz), Diego Fosser (batería), Fabio Suárez (bajo) y Gonzalo Córdova (guitarra) –sin olvidar a Marcelo Zanneli, guitarrista en sus dos primeros discos– era su espíritu de libre albedrío, su entusiasmo por la experimentación y el situacionismo artístico.

Y es precisamente en Hora de no ver (FAN Discos, 1994) donde vuelcan todo ese afán de búsqueda en canciones que parecen borradores (‘Conductor de noche’, ‘Niebla matinal’), entroncando seriamente con un pop agridulce (‘Morirían’, ‘Flores de hotel’) y un noise rock de las entrañas (‘Mañana’, ‘Susme’, ‘Nuestro amigo asiático’, ‘El ídolo’). Es evidente que los bonaerenses se sirven en esta etapa de una rústica tecnología de bajo presupuesto, la que utilizan como una herramienta estética más para colorear sus extravagantes trazos.

Dentro de este mismo enfoque de baja fidelidad, un año más tarde, registran Horrible (FAN Discos, 1995), para muchos su disco más emblemático, donde desde una estética similar a su predecesor se vuelcan a la composición de canciones en las que el pop está más definido, el trazo es más grueso y la ambientación ruidista es reemplazada por un sonido más etéreo. El clima de este disco es exquisitamente brumoso, lo que en efecto se intensifica por las frases salidas de la garganta de Bléfari, quien narra historias surrealistas de encuentros en la Antártida (‘Saludos en la nieve’), travesías urbanas por lugares desconocidos (‘En la bicicleta’) o baldes que se pierden en medio del mar (‘Falso ladrido’). El ejercicio lírico es mucho más rico que en su debut, y se conecta en cierta forma con la tradición instaurada por el joven Spinetta de Pescado Rabioso (el de Artaud, por cierto). Aquí figura también el notable dueto vocal e instrumental entre la mentada cantante y María Fernanda Aldana, bajista y voz de El Otro Yo, en ‘Algo difícil’, canción que sería el embrión del proyecto experimental que ambas formarían más tarde bajo el nombre de Capricornio.

Cabe recordar que, por aquella época, Suárez llegaba por primera vez a escenarios chilenos; lo hacían con mochilas cargadas con discos y debutaban con sendos conciertos en el subterráneo de la desaparecida disquería Background y en la discoteca Blondie, cuando ese espacio aun servía como foco de cosas interesantes. Recordamos a una banda en el borde de sus posibilidades expresivas, con músicos de una ejecución sorprendente y muy libre –de aquella guitarra de Gonzalo Córdova, no me diga nada–, con una carismática cantante enfundada en un overol anaranjado, absolutamente dueña de la situación. En esa oportunidad presentaron muchas canciones que más tarde se incorporaron en Galope (FAN Discos, 1996), disco que cierra una trilogía marcada por la expansión de un sonido que utiliza recursos limitados. La dirección de este tercer álbum va hacia lo más directo, con una producción mucho más pulcra, pero igualmente potente. La energía guitarrera es el denominador común de Suárez versión ’96, y da la impresión de que el cuarteto necesitaba extrapolar lo que sucedía en sus conciertos a la sala de grabación. Así lo confirman los primeros baquetazos que abren ‘Porvenir’, canción que se conecta con las estructuras monocordes de Neu! y Stereolab; los riffs cáusticos de ‘Camión regador’, ‘Asesina’ y ‘Natación’; la dulzura casi bailable de ‘Explosión Madonna’, y la épica noise de ‘Algo bueno’. Junto con confirmar que son capaces de hacer un notable disco de rock, Suárez siguen siendo maestros de los tempos íntimos: en ‘Estrella solitaria’, con guiños a esas canciones de culebrón animado oriental, y en ‘Colonia’, composición digna de engrosar las listas de los momentos más bellos de los bonaerenses.

También por esa época, Bléfari y compañía realizan un par giras por España, tocando en clubes y festivales, lo que significa ganarse un nombre en aquella escena, tan acostumbrada a las autoindulgencias. Dichos viajes y otros proyectos varios hicieron que Suárez se mantuvieran alejados de las salas de grabación; el retorno discográfico no se produciría hasta tres años más tarde. Y así fue con Excursiones (FAN Discos, 1999), placa en la que los argentinos se lanzan de lleno a la fabricación de un pop de clima agradable y guitarras iluminadas. La baja fidelidad se permuta por una producción elaborada y quisquillosa. El formato de las composiciones se ve influenciado por ambientaciones lejanas de los paraísos artificiales de Horrible y el vigor de Galope; en cambio, se inyecta mayor dosis de sofisticación y melosidad, tal vez como influencia de una comunión con grupos ibéricos como Le Mans o La Buena Vida. Y de verdad hay tintes europeizados, en ‘El camino’ o ‘Mil especies’. Rosario nos entrega su particular delicadeza vocal y narrativa en ‘Río Paraná’ (de lo mejor de este álbum) y ‘Excursiones’. No obstante, es amargo decir que, viendo la totalidad de su trabajo en perspectiva, éste es el disco menos entrañable de Suárez y el que resulta más flojo en su escucha total, ya que encontramos a una banda despojada de la esencia que los hacía realmente únicos, ese territorio ambivalente donde eran capaces de convivir en concordia la acritud y la dulzura, la elegancia y la desfachatez, la visceralidad y la calma.

A propósito de lo anterior, recuerdo haberlos visto en septiembre del 2000, justo antes de que se desatara la crisis trasandina, en un gran escenario de Buenos Aires, un lugar muy lindo llamado El Club del Vino, muy parecido a nuestra Confitería Torres. La última vez que habían pisado un escenario chileno había sido en 1997 en el centro de eventos Laberinto, donde dieron un show inolvidable. Pero en aquella ocasión parecían otro grupo, no menos poderoso, pero con otra forma de enfrentar el concepto de espectáculo. Rosario había cambiado su overol anaranjado por unos ajustados pantalones de cuero negro y un diminuto peto, había teñido su pelo de rojo y ahora, en vez de ser la excéntrica domadora de tres músicos-animales, era como una bailarina fatal que practicaba sensuales bailes en el escenario. El paquete completo, es decir, Excursiones más este show, me mostró el panorama: Suárez intentaba entrar en otras ligas (más convencionales, tal vez) que no eran a las que nos tenían acostumbrados. Dos años después, Rosario y Fabio volvían a Chile, ya no con Suárez, si no para presentar, en La Trova (otro subterráneo desaparecido) Cara (FAN Discos, 2002), el primer disco en solitario de la cantante (seguido por el estupendo Estaciones, FAN Discos, 2004). En esa oportunidad se comunicaba el silencioso final de su antigua banda, por ningún motivo demasiado mayor; la amistad continuaba pero la sensibilidad que los unía como grupo se había esfumado.

Por buenos tiempos que, esperamos, no terminen siendo los mejores, esta caja cierra la deuda con todos los fanáticos y aquellos iniciados que no habían alcanzado a tener acceso al material original de la banda. Los discos, con sus portadas originales en formato digipack, vienen acompañados de temas inéditos y un libro con fotografías y todas las letras de las canciones. Una finura y un excelente regalo.