Para todos los admiradores de la carrera de Michael Gira en general y de Swans en particular, fue una increíble pero grata sorpresa la noticia de la “reactivación” de la banda después 14 años.

El final del entonces dúo (con la cantante y tecladista Jarboe como contraparte por esos años) había sido rotundo; se terminaba una de las aventuras particulares emergidas desde la escena de la No Wave de Nueva York a principios de los ’80, que fue mutando estéticamente sin perder un ápice de originalidad ni casarse con ningún estilo en particular. Siempre fueron un dolor de cabeza para aquellos que quisieron encasillarlos dentro de una tendencia: ¿punk, gótico, dark, metal, noise, industrial, ambient, electrónica, folk? Sí, todo y nada de aquello.

Los “Cisnes” se retiraban justo cuando sus alumnos recogían las enseñanzas que habían dejado en la enorme pizarra de la música popular escritas con letras mayúsculas.

Incansable, Gira rápidamente se sacó de la manga un nuevo heterónimo con el que seguir su incontinente ritmo creativo, Angels Of Light, nombre con el cual pudo profundizar, durante toda la década pasada, su veta de escritor de canciones, en las que el folk y rock convivían en mesurada armonía, además de darle un gran impulso a su sello Young God Records, editando artistas tan dispares como Calla, Windsor for The Derby, Devendra Banhart, Charlemagne Palestine, Akron/Family, Lisa Germano, Flux Information Sciencies, entre otros.

Pero fue a fines de 2009 cuando dio la noticia de que “los Swans no están muertos”. Ya para el año siguiente nos sorprendía con una formación incluyendo viejos colaboradores (Norman Westberg, Phil Puleo, Christoph Hahn) y nuevos músicos (Christopher Pravdika, Thor Harris), facturando el estupendo My father will guide me up a rope to the the sky (Young God, 2010) y se embarcaron en un tour que mostró al mundo la revitalización del radical discurso de Gira.

Las nuevas generaciones ya podían jactarse de haber visto a Swans convertidos en un sexteto de rock intenso y sin contemplaciones, bajo la batuta de un cincuentón que, poseso del sonido, parece estar viviendo su segunda (o tercera) juventud, con una convicción y un discurso capaz de aplastar cualquier atisbo de duda neófila.

Pues entre la vorágine de los conciertos y una exposición mediática inédita en la carrera de Gira y sus secuaces, comenzaron a confeccionar -con la ayuda de una exquisita campaña colaborativa de venta entre los fanáticos “supporters” del disco en vivo álbum We rose from your bed with thes sun in our heads (Young God ,2012)- una nueva obra maestra: The seer (“El vidente”).

Lo primero que conviene comentar es que, lanzar un álbum donde se desarrollan 11 canciones en más de dos horas de duración (doble CD; triple vinilo), con temas que se prologan por más de veinte o treinta minutos, a estas alturas del déficit atencional y la masificación de tecnologías fabricadas especialmente para personalidades ansiosas, resulta un gesto de por sí desafiante y rupturista.

Ya lo decía en una declaración de principios publicada hace unos meses en la web de su sello: “es la culminación de todos los álbumes anteriores de Swans, así como de cualquier otra música que he hecho, en la que he participado o imaginado”. Y no es una mentira o una exageración de Gira, habitualmente explícito sobre los procesos en cada una de sus obras; The seer recoge la sabiduría acumulada durante tres décadas de aprendizaje a través de la experiencia.

Conviene decir que para la grabación de este álbum Gira recogió lo mejor de cada uno de sus músicos. Ha declarado en entrevistas recientes que (parafraseando), esta es una de las mejores formaciones que Swans ha tenido en su carrera. En este sentido, el oficio y complicidad adquiridos por estos seis personajes en la sala de ensayo y sobre las tablas en los dos últimos años –parte importante de este nuevo material fue compuesto en esas dinámicas- queda impreso en cada uno de los surcos, donde dan rienda suelta a un desboque de brutalidad eléctrica y percutiva probablemente nunca alcanzado por Swans de manera tan directa y corporal dentro de un estudio de grabación. Algunos dirán pero ¿y Cop? ¿Y Greed? No amigos, eran otros tiempos, otras las estéticas y otras las técnicas de registro.

Así lo atestiguan los desarrollos instrumentales en “The seer” y “The apostate” (las piezas más extensivas del compendio, llenas de progresiones rítmicas intrincadas, descalabro sónico y paisajismo apocalíptico), los ejercicios abstractos de “Ave. B blues” y el dinamismo contenido de “Avatar”.

También está presente el trabajo de composición clásica de Gira, quien muchas veces partiendo desde habituales y simples ideas construidas con su guitarra acústica, es capaz de convocar a nobles invitados para generar la magia y la grandilocuencia. En esta categoría de canciones entra la épica ritualista de “Lunacy”, que cuenta con colaboración de Mimi Parker y Alan Sparkhaw de Low en las voces, con una declamación mirando al cielo que remite, en parte, a lo mejor de su etapa de principios de los noventa. También la belleza y tranquilidad acústica de Song for a warrior con Karen O de Yeah Yeah Yeahs en voz protagónica.

Otra invitada más que especial en este álbum es Jarboe, quien se reencuentra con su antiguo partner haciendo los fondos vocales en The seer returns y en Piece of the sky. Su canto de musa fantasmal ya no forma parte constante del proyecto, pero fue convocada en esta ocasión en calidad de integrante honorífica y parte fundamental de historia de la banda por más de diez años.

Con otros invitados relevantes como Akron/Family en plenitud, Grasshopper de Mercury Rev o el músico experimental Ben Frost, entre varios otros encargados de la trama orquestal de esta proeza eléctrica, Gira logra facturar en The seer una obra incómoda, densa, de recovecos diversos y ánimos ambivalentes. Acá la belleza y la introspección tienen la misma vía de escape que la violencia y el ruidismo, donde la lírica (a veces hermética, pero con una extraña dosis de vitalismo existencial) ocupa un lugar tan importante como la musicalidad.

Con todo, no es que estemos frente a “la” gran obra maestra de Gira y sus Cisnes; es su disco más diverso en motivos y más arriesgado en tanto estructuras. No obstante, The seer se inscribe dentro de los mejores testimonios discográficos de Swans junto con Cop (1984), Children of God (1987), White light from the mouth of infinity (1991) y Soundtracks for the blind (1996), piezas constitutivas de un corpus que parece desafiar a la historia oficial del rock.

Personajes como Michael Gira, al igual que Scott Walker, están en este mundo para eso. La odiosa categoría de “hombre que viene de vuelta” no encaja con él, pues todavía avanza en un viaje creativo y de exploración del alma humana, muy por delante de otros exponentes de diferentes generaciones, pretéritas  y actuales. Si bien este viaje lo hace con la ayuda de su gran cofradía de amigos y colaboradores, su visión es la de un caminante solitario que sigue avanzando, sin transar, rumbo al infinito y más allá.

Disponible en Tienda Sonar en formato CD a $14.900 y vinilo $24.900. Tienda Sonar está ubicada en Paseo Las Palmas, local 017, Providencia.