A 20 años de ese disco llamado New wave, clásico de nuestra época, vale la pena recordar los eventos afortunados y desafortunados que condujeron a su génesis. Del mismo modo, más que referirme al disco en sí, me tomaré -espero el estimado lector pueda disculparme- la licencia de cuestionar la santidad y legitimidad de aquel ídolo llamado britpop.

Britpop. Ese monstruo de dos cabezas llamadas Noel y Damon.

Suede, Elastica, Pulp, Supergrass, y muchos más, formarían parte de su ejército para fines de 1994. Un estallido que sólo sería posible si ese gigante llamado Cobain decidía abdicar a su trono.

En mayo de 1992, “The drowners” hizo su aparición en Reino Unido. Los responsables, una banda de Londres llamada Suede, venían de un circuito de tocatas locales y contaban para entonces con fans acérrimos que se encendían con sus shows. Sin tener siquiera un disco editado, aparecieron en la portada de Melody Maker como mejor banda de Gran Bretaña. En sus filas, ya no contaban con la presencia de su guitarrista fundadora Justine Frischman, quien había dejado a su novio y vocalista Brett Anderson por un tal Damon Albarn, líder de una emergente banda llamada Blur, quienes ya tenían un disco de modesto suceso, inspirados en la madchester scene de fines de los 80.

Un año antes de eso, un joven llamado Luke Haines venía saliendo de  The Servants, banda que comenzó en 1986 como el proyecto de David Westlake. Luke, respondió a un aviso en Melody Maker para unirse a la banda, la cual tuvo una historia de discos sin futuro, tocatas sin público y looks que nunca recibieron atención. Enfurecido por la mala fortuna, decide destruir su hígado por completo en una noche de autoflagelación etílica. Al terminar en urgencias, despertar y ver que su exabrupto casi le cuesta la vida, intenta abrir una ventana donde se cerraron mil puertas.

Es así como decide volcarse de lleno a grabar sus propios demos. Sin empleo y lleno de ímpetu, se encierra bajo llave, solamente con un disco de The Kinks, y mientras su novia Alice va a clases de cine e historia del arte -de aquí nacerá la inspiración para el nombre de su banda- graba las maquetas de su primera obra maestra. “Crear arte es como hacer una muralla”, diría Haines al respecto, años más tarde. En una grabadora de cuatro pistas, graba los demos de “Early years”, ficción basada en sus años en The Servants; “Showgirl”, un cuento sobre un loser que se casa con una actriz; “Starstruck”, historia de un niño estrella acabado; “Don’t trust the Stars”, crítica a la locura new age de fin de milenio y “Bailed out”.

Como parte de su plan de dominio mundial, recluta a su compañero de colegio Glenn Collins en la batería y a su novia Alice en el bajo. Consigue un par de tocatas mostrándole las canciones a Dave Barker, antiguo dueño de Glass Records y ahora trabajador de Fire Records, donde los Servants ficharon en 1990. Su idea original es que Fire Records odie las canciones y lo dejen libre para buscar un sello de mejor futuro, pero no resulta. En una de esas primeras tocatas, Luke abre para Television Personalities y conoce a un wannabe-manager lunático, quien le aconseja que envíe 15 cassettes con sus temas a Malcolm Dunbar de East West Records. Luke, en sus primeros atisbos terroristas, decide enviarle 30 y además un par a Steve Lamacq, periodista de NME.

Gracias a una excelente review de uno de sus shows por parte de Lamacq, un día de mediados de 1992, el teléfono suena. Es Jon Eydmann, manager de Suede. La banda quiere que los recién bautizados The Auteurs los teloneen en un par de fechas de julio.

El excelente comentario en NME no sólo trajo la oportunidad de acompañar a los incendiarios Suede sino que, también, hizo que el oportunista Clive Solomon, dueño de Fire Records, recordara que Luke seguía estando en contrato con él. Ahora que todos los ojos están puestos en Haines, el mercenario esperaba llevarse el botín. Solomon sugiere al productor Phil Vinall para las grabaciones, un veterano ingeniero que trabajó en las sesiones del Metal box de P.I.L. Es así como la grabación de esa obra maestra llamada New wave comienza.

Entre tanto, gracias a la ayuda de su nuevo manager Tony Beard, Haines pudo darse cuenta a tiempo de que el contrato era revocable debido a que Solomon nunca le pagó a los Servants en 1990 el porcentaje por adelantado que se había acordado al momento de firmar. Gracias a esa deuda de £250, al fin estaba libre para irse a la discográfica de su antojo y desechar a Fire Records, ese agujero de mala muerte donde alguna vez también sufrió penurias Pulp.

Con su independencia ganada, Luke se reúne con David Boyd de Hut Records, una subsidiaria de EMI. Cabe notar que Haines no tiene ningún problema con las multinacionales y sus subsidiarias. Para él, son mucho más honestas que las discográficas independientes en cuanto a robarle a los artistas.

El contrato con Hut Records va bien, pero se demora, por lo que el disco lo costea su mismo manager y continúa siendo registrado según lo planeado. Double-tracking, piano, glockenspiels, cajas de cartón. Luke intenta recrear en el estudio su truco hogareño de reproducir el piano a la inversa para emular un violín, pero Phil Vinall insiste en incluir un cello de verdad. Un par de años después, todas las bandas indies usarán cellos. Un músico indio llamado Kulijt Bhambra participa incluso, grabando tablas en “Bailed out”. Kula Shaker ni siquiera existía aún.

Para octubre, el trato con Hut Records se cierra al fin. El disco se planea lanzar a comienzos de 1993. Como adelanto, el single “Showgirl” aparece en diciembre de 1992. Para el mes de febrero de 1993, el disco ya se menciona como un clásico instantáneo en la prensa británica. En la portada de Melody Maker aparece Haines y un titular: “Los nuevos salvadores del rock”.

Uno de los momentos más celebrados del disco por los críticos está al comienzo del disco: apenas arranca la elegante “Showgirl”, una desafiante barra de silencio ataca al oyente justo antes de comenzar la primera estrofa. Haines diría al respecto: “¿Salvador del rock? ¡Salvador del silencio!”

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El fantasma de Bowie, versión 1972, se pasea por todo el disco. Referencias a estrellas, polvo de estrellas y derivados abundan. Las letras, crípticas e inteligentes, nada tienen del supuesto localismo que pronto imperará entre sus compañeros:

“Some missionary said that this week we’ve got to shoot all the dancing girls. And then replace them with satellites instead.”, canta en “Bailed Out”.

Con un tempo poco común para una canción pop, despunta la tercera canción, “American guitars”. Siendo otra de las más comentadas por los críticos, su sólo título inspiró muchas interpretaciones erróneas que la vincularon a una supuesta guerra contra la música norteamericana de la época y fue tomada por muchos como un estandarte.

“How Could I Be Wrong”, la canción que abre el lado B, fue la elegida como segundo single. Sin tanto éxito como “Showgirl”, es uno de los mejores cortes del disco. La voz de Haines, áspera, canta:

“The stars are brighter, are lighter than they have been for years.
those stars are tighter. at one time, i’ve never seem so many stars.
how could i be wrong?”

[youtube]http://youtu.be/MJ2HtNcoNw4[/youtube]

Otras majestuosas canciones de sus demos, regrabadas con Vinall terminan en el disco, como las mencionadas anteriormente “Don’t trust the stars”, “Starstruck” o la ácida “Early years”. El disco cierra con “Home again”, otro de los puntos altos. Una canción donde el protagonista espía entre los objetos y recuerdos de la casa de una chica. Una obra de arte que parte sólo con una guitarra y luego desemboca en un final épico, volcando todo lo que tiene bajo la manga nuestro héroe. En uno de sus shows de promoción, Haines llegaría a desafíar a su audiencia entregando una versión completamente a cappella:

“Home again
house sitting again
looking through photos at the back of your drawer
the way that you looked when you were small…”

En total son 12 canciones facturadas a pulso, llenas de obsesión, no sólo por el sonido, sino por mostrar y hacer valer un lugar que Haines siempre supo como propio: el de un genio irreconocido. La edición en LP incluía un 7″ con dos temas extras: la preciosista “She might take a train” y la rockera “Subculture”. Sólo la última sería incluída en el CD, como un track escondido luego de “Home again”.

Un día de abril de 1993, aparece el nuevo número de Select magazine. Brett Anderson aparece en portada, junto a la frase “Yanks go home”. La ofensiva británica al grunge, estaba siendo preparada por la prensa. Bandas sin nada en común, ni lírica ni musicalmente, como Suede, The Auteurs y Radiohead, son puestas en el mismo saco junto a otras con una década de existencia anterior como Pulp y nuevos engendros como Elastica -la nueva banda de la ex Suede, Justine Frischman-, Oasis, Supergrass y Kula Shaker. Blur, incluso, decide cambiar sorpresivamente su sonido madchester desfasado, por un sonido mezcla de The Kinks con XTC, y comienzan a hablar de la vida en la urbe. La canción de Haines “American guitars” es leída como un cántico de batalla y el título de su disco New wave se cree que hace alusión a la nueva ola de pop británico. Es todo un complot, un constructo oportunista. Sin embargo, es una embestida que hasta entonces, estaba condenada al fracaso. A nivel planetario, el grunge tenía a la población mundial de rehén. No hay que olvidar que los mismos Radiohead tenían en aquel entonces un sonido más norteamericano que sus compatriotas. Su primer single, “Creep”, les confirió al otro lado del océano el apodo de los Nirvana ingleses, y su disco Pablo Honey, les recordó a muchos el sonido de Dinosaur Jr.

La palabra britpop no tuvo ningún sentido hasta que Kurt Cobain murió. En la isla, los niños podían -al fin- salir a jugar a conquistar el mundo sin problemas. Fue el año de discos superventas como Parklife y Definitely maybe. Incluso, el nuevo disco de Pulp,His ‘n’ hers, se intentó promocionar como un “debut”, a once años de su verdadero primer disco. El imperialismo del Reino Unido triunfaba nuevamente.

Pero Luke sabía que todo era una mentira. Estuvo ahí desde el comienzo, viendo como se gestaba el plan a sus espaldas. Por eso rompió filas -al igual que Radiohead lo seguiría haciendo- y continuó su propio camino. A fines de 1993, fue nominado al Mercury Prize (un premio aún en pañales) por New wave, pero perdió ante Suede. Aquello era necesario para que el fenómeno britpop pudiera florecer y Haines estaba consciente de ello. Para 1994, su nuevo single “Lenny Valentino” era lo menos británico que podía esperarse y las letras crípticas nada tenían que ver con la vida cotidiana de Londres. Así nacía su segundo disco Now I’m a cowboy.

Luego de una frustrada gira por Estados Unidos, decidió poner fin inmediato al tour, tirándose desde un edificio y quebrándose las piernas para no tener que hacer las últimas fechas. Su tercer disco con The Auteurs, After murder park (1996), lleno de imágenes de fantasmas, accidentes y mutilaciones, sería más drástico aún en su rechazo a la creciente avanzada del imperio. Consecuente como pocos, Mr. Haines decide grabarlo nada menos que con Steve Albini, el ingeniero tras Surfer rosa -uno de los discos de cabecera de Cobain- e In utero, el último registro de Nirvana.