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Sin bombos ni platillos acontece que en los últimos años ha ocurrido un revival de estilos musicales tan interesantes como el shoegazing y la neo psicodelia, que tuvieron curso a fines de los 80as y comienzos de los 90as, principalmente en Inglaterra. Una de las bandas emblema de entonces fueron los chicos de Reading, Spacemen 3, que a través de un lisérgico camino hecho con píldoras y murallas de guitarras hipnóticas dieron pie a que varias bandas posteriores los tomasen de referentes obligados. Por supuesto de ahí vienen Spiritualized, Spectrum, Lupine Howl (derivaciones de la banda madre), o agrupaciones sin relación por el lado de los integrantes pero sí en sonido, como Jessamine, Loop, The Brian Jonestown Massacre y Black Rebel Motorcycle Club, entre otras. En 2004 en Austin, Texas, un quinteto con dos mujeres y tres hombres tomaron, entre otros más, el testimonio dejado por Spacemen 3 y colgándose del nombre del tema de Velvet Underground, “The black angel’s death song”, forman un grupo que edita su primer Ep homónimo en 2005 y un año después debutan con su álbum Passover (2006, Light in the atic), uno de aquellos grandes inadvertidos de aquel año que valían la pena realmente. Con la esencia del rock maldito de todas las épocas, desde los subterráneos de New York en los sesenta pasando por el delirio de Joy Division.

Este año lanzan su segundo trabajo, Directions to see a ghost, donde se muestran más sugestivos y fantasmagóricos y, por cierto, más cautivadores desde las sombras. Con la portada al mejor estilo de los afiches psicodélicos de la época de los recitales en los locales de San Francisco, presentan la apuesta que los trae de regreso. Ya desde el arranque con “You on the run” parten del lado salvaje y continúan con “Doves”, que suena con las guitarras reverberantes tan características de los Spacemen 3 y los tambores y líneas de bajo incesantes que dan vueltas por la cabeza. Y de ahí en más el viaje prosigue sin freno, con sonidos envolventes con guiños a los Pink Floyd de “Astronomy domine” (en “Mission district”) o The Doors en su fase inicial, en tanto que la voz de Alex Maas recuerda a la del vocalista de Clinic en algunos temas.

También hay cabida para la inclusión de ambientes mántricos (“Vikings”) o sonidos indios, como las cítaras de “Deer-Ree-Shee” o “Never/ever”, en otro parangón a elementos tan usados por varias bandas de los 90as y que tan grata inclusión tienen casi siempre. Citando un comentario encontrado por ahí, The Black Angels “… han capturado una era y nos la han traído a nuestro presente. Una banda diferente…”. Lo cierto es que da la impresión que cada tema es de una manufactura de calidad y que hay que sacarle partido en cada escucha. Qúe decir del temazo “You in color”, un tornado sónico que no deja indiferente y el cierre mágico con “Snake in the grass”, que serpentea hasta el final por espacio de más de dieciséis minutos, en un trance que resulta el mejor corolario para esta obra hiperdimensional.

Directions to see a ghost funciona perfecto para engancharse a unos audífonos y despegarse de la realidad por unos minutos: la música como enteógeno o alcaloide artificial. La estimulación de cavidades cerebrales que nos lleva a adentrarnos en los procesos de éxtasis que ha requerido nuestro organismo a través de los tiempos. Gran trabajo, a marcarlo para los recuentos de fin de año.