Pasaron nueve años entre The last splash y este disco. Y la diferencia entre ambos es la misma que hay entre ir a una fiesta e ir a la misma casa el día siguiente, si nadie ha ordenado: el cenicero lleno, los vasos llenos de líquidos rancios, la misma música de fondo que ya no suena igual.

En The last splash todo era perfección pop. Sonidos bien producidos, riffs directo al cráneo, canciones divertidas que se convertían en clásicos instantáneos. Algo así como la colección perfecta de polaroids de un verano increíble.

Title TK es el vestigio de la fiesta. Hay felicidad a ratos, pero suena a deja vu. En el disco ya no hay pop de pupila dilatada, ni arreglos relucientes para que alguna canción sea el megahit de alguna radio. Hay puro espacio vacío, abisal. Música reducida a los huesos.

No podía ser de otro modo, después de casi un década de desbandes, clínicas de rehabilitación, adicciones dejadas y retomadas, y por lo menos dos anuncios fallidos -el 99 y el 2001- de reunión y disco nuevo. La actual formación de The Breeders sólo conserva a Kim y Kelley Deal turnándose las voces y las cuerdas, junto con gente de Fear.

Title TK parece un demo, desde la carátula. Todo parece a medio hacer, o más que eso, casual, fortuito, como si las canciones hubieran capturado un breve instante de lucidez. Y es pop, pero está lleno de contradicciones, de rincones oscuros que poco tienen que ver con el árbol genealógico de las hermanas Deal.

“Off you”, el single, es revelador: es poco más que una melodía crepuscular, sencilla, en la que Kim Deal da rienda suelta a la poesía automática: “I’ve never seen a starlet / or a riot / or the violence of you / I’m the autumn in the scarlet / I’m the make up in your eyes”. Pero la tristeza de este disco no viene del facilismo llorón de gente inadaptada como Thom Yorke, sino que mana de un sinsentido más profundo, más de acuarela invernal, que está en la frima de las cada vez menos infantiles voces de Kim y Kelley Deal

Es pop que parece que va a despegar, y se queda en el arranque. Es agradable, es otoñal. Es, probablemente, lo mejor que pudieron haber hecho The Breeders de vuelta al estudio.