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Existe un cierto tipo de sonido que se caracteriza por ser la mixtura de muchos otros. Esto no es tautológico sino la manera de caracterizar la peculiaridad sonora de The Color Bars, peculiaridad que comparte con otras bandas, por cierto, y que los instala casi de forma inmediata dentro de aquella preciada y amplia categoría del pop en donde, sin importar qué o cuantas cosas están sonando simultáneamente, resultan compactas y efectivas. Es así de simple, los de Seattle con su segunda entrega Kairos At Infinity proponen curiosas melodías que contienen mucha pretensión, producción de estudio y, por si fuera poco, líricas sugerentes. Lo interesante de la placa, justamente, es que lo que estos estadounidenses pueden provocar en el auditor es variadísimo. No es menor el dato de que, en alguna biografía, ellos señalan el sonido envolvente y ecléctico de Beck como referencia. Y ese es el punto más bajo que genera su última producción, la comparación. Porque al dejar correr el disco uno se va topando con magnas producciones, canciones pop en todo sentido, que atrapan y llaman la atención pero que a su vez, por formar parte de cierto sonido ya escuchado antes, se cae en el ejercicio comparativo.

Dejando ese factor de lado (que por lo demás no es del todo nocivo para esta banda) la placa se sostiene muy bien por sí sola, amén de la gran labor de estudio antes señalada. La obra comienza con una introducción que da los primeros indicios de la gran capacidad vocal de la agrupación, para dar paso a ‘Pretty krinkled’, el tema mejor logrado de toda la placa y que hace recordar, a los Scissor Sisters más inspirados y que de seguro te saca del asiento para mover los pies. Luego con ‘Ja Mata Shibuya’ aparecen guitarras e ingenuas melodías dignas de la música country para ir dando un giro hacia ‘Marvee Miusov goes to pieces’, el track más fiestero de todos, lleno de hermosos clichés de música disco y arreglos groovy que acompañan la voz femenina al más puro estilo Gloria Gaynor.

La melancolía también tiene su espacio y llega con ‘Recluing you’ en donde se dejan de lado los arreglos complicados para dar rienda suelta a la simpleza de una guitarra y acompañamientos varios. Pero los decibeles suben denuevo con ‘Father Duffy´s statue’ y, como cerrando una cortina y abriendo otra, llegan los coros que se hacen protagonistas en ‘The Gedanken train’ y nos transportan creaciones del tipo Electric Light Orchestra, con sonoridades épicamente programadas que rayan en la psicodelia y que hacen del pop más liviano un arma de doble filo. Esta última es la faceta que más da gusto escuchar en The Color Bars, puesto que es la más auténtica y en donde aprovechan de mejor forma sus mejores dotes vocales.

Al margen de rememorar otras bandas cuando se escucha Kairos At Infinity se puede decir que la placa está muy bien lograda y, si bien no es redonda, es capaz de erguirse como una buena propuesta y alzar una bandera con colores sui generis aunque no únicos. Tomando en cuenta el viejo dicho de que los segundos discos nunca son buenos, Kairos At Infinity bien podría ser una excepción.