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Mi sobrina me preguntó acerca del surrealismo para una tarea. No supe qué responderle. De inmediato, pensé en Noumena y en porqué no traje el disco ese día. Su nota fue un 3. A pesar de lo expuesto acerca de Buñuel y de los manifiestos de Breton no hubo eco en la maestra. Ahora, porqué The Drift: escucharlos es una experiencia. Es mandar todo al carajo y disfrutar. No sabes si es una reminiscencia, un sabor a sal, a mar que probaste antes. El caso es que esta banda de San Francisco se explaya por un jazz libre y sin pretensiones. Deja fluir, y ya. Aunque sea un feedback, suena acorde a la tensión del tema, con misterio, pasión, o groove.

Noumena es el primer álbum de este cuarteto editado por Temporary Residence, quienes publican a Mono y Explosions in the sky, y se dilata en un bebop sincopado, cálido, futurista. La electrónica está presente de manera inusual, sólo aporta a crear climas en medio de la danza atmosférica. The Drift se mantienen en ese borde preciso entre ser apreciados y mantenerse al margen, al medio. Sus ¿improvisaciones? retienen lo bueno del formato, con evocaciones sonoras y espacios nuevos.

Tortoise viene a la mente, como si mantuvieran sus experimentos originales. The Drift es música expansiva. Un ápice de rock-a-billy se impone para matizar un sabor underground, ritual, extraño. Y la cadencia no para; puedes ser el contrabajo, los loops o la guitarra, el caso es que ya no recuerdas cómo empezó. La trompeta irrumpe al ritmo del reggae-dub en las canciones y todo circula de maravillas. ‘Hearts are flowers’ y ‘Gardening, non architecture’ son delicias a explorar en sus formas cada vez más amplias. Que el mundo se desplome, se derrumben las paredes de la casa y el océano entre por la ventana a la luz de la luna, con las olas creciendo y estallando sobre rocas. Noumena, el debut de los Drift, aparece como una lluvia helada cuando más lo necesitas, un dejarse ir a la deriva… tranquilamente.