Los hypes promocionales. Qué fastidiosos lugares comunes a los que constantemente nos vemos sometidos. Por culpa de ellos muchas personas se privan de disfrutar –resquemores y traumas mediante– de maravillas que no necesitan ningún tipo de mistificación instantánea.

Todo este veneno previo para decir que la copia de la última obra de los australianos The Go-Betweens, que este servidor tiene entre sus manos, es la que lanzó al mercado la casa discográfica madrileña Mushroom Pillow, la que lleva pegada en su celofán exterior un odioso autoadhesivo que dice, a título de nadie, “una obra maestra”. Los españoles deben ser los reyes del hype europeo, junto con los ingleses.

Dejando este tipo de payasadas, que sólo distorsionan el juicio de los amables auditores, cabe señalar que Oceans apart trae todos los elementos que han hecho fascinante, en sus más de 25 años sobre las tablas, a la dupla compositiva formada por Robert Forster y Grant McLennan: intimismo, ternura, nostalgia y, por supuesto, cinismo e ironía, todo envuelto en aquel universo de guitarras elegantes y melodías perfectas.

Este noveno trabajo en la discografía de The Go-Betweens –tercero desde la reunión tras su receso de los noventa–, rememora en parte la estética más new wave del grupo, esa esculpida en la misma liga de aquellos grandes del pop sentimental que nunca obtuvieron el reconocimiento masivo (como Felt o The House of Love). Lo anterior no parece antojadizo. Para facturar esta nueva obra, los australianos volvieron a solicitar los servicios de Mark Wallis, productor responsable de 16 lovers lane, la placa que cerró la etapa ochentera de la banda.

Los Go-Betweens de Oceans apart, a diferencia de la acústicidad básica de The friends of Rachel Worth (2000) y del indie-pop multicolor de Bright yellow, bright orange (2003), suenan más luminosos y, por momentos, más grandilocuentes, gracias a un tratamiento musical que potencia los recovecos expresionistas de los de Brisbane. Por lo mismo, estamos frente a un trabajo rico en arreglos de viento, teclados y percusión, que nunca llegan a ser recargados y sirven de complemento ideal para las omnipresentes guitarras de Forster y MacLennan, quienes se hacen acompañar de la base rítmica de Adele Pickvance (bajo) y Glenn Thompson (batería).

Y es en medio de este bello decorado donde se instalan las inquietantes frases cantadas por Forster, esos pedazos de vida cotidiana que nos hablan de viajes en tren y rupturas sentimentales (‘Here comes a city’), de gente que va y viene en nuestras vidas (‘Darlinghurst night’), de la clase trabajadora (‘Born to a family’), de chicas que son buenas en la lectura y en la cama (‘Lavender’), del patético acto de vencer una noche de soledad en compañía de una estatua (‘The statue’) y de que simplemente no hay razón para llorar (‘No reason to cry’).

Tan mágico como sus predecesores directos y tan cautivante como clásicos de la discografía de los australianos (como Spring hill fair o Liberty Belle and the black diamond express), Oceans apart da muestras de “esa” lucidez tras la que van en busca muchas bandas de pop más jóvenes. ¿Será que la experiencia es lo que define, en este caso, el talento? No queda tan claro. Tal vez aquella etiqueta pegada en las oficinas de Mushroom Pillow tenga razón. Pero bueno, este tipo de clasicistas no necesitan eslóganes. The Go-Betweens son maestros del pop; siempre lo han sido.