The Magnetic Fields están de vuelta con Distortion, un álbum en el que la banda retorna a los pedales, al ruido infectado en drama y nostalgia y a la baja fidelidad de sus primeros trabajos. Con la electricidad como hilo conductor, Stephin Merritt, enlaza trece canciones y entrega un disco de pop ruidoso, elegante y evocador. Distortion, sigue confirmando el talento del neoyorquino al escribir pequeños himnos pop donde el amor y el desamor siguen siendo marca registrada.

Como en su trabajo anterior (I, editado el 2004 por Nonesuch), Merritt vuelve a unir sus canciones mediante un concepto pero, a veces, la distorsión empaña las intenciones y la constante reverberación de guitarras no deja que el disco se desarrolle y crezca de forma natural. Esta placa intenta disfrazar toda la ironía en citas que no se concretan del todo y en operetas que no alcanzan a resultar.

Distortion no es un mal disco (Ahí quedan la magnífica ‘Old fools’, el recuerdo a Phil Spector de ‘California girls’, el humor negro de ‘Too drunk to dream’ o el letargo eléctrico de ‘Courtesans’), pero deja la sensación de que pudo haber sido una obra maestra de ser más espontáneo y menos calculado. Algunas canciones suenan ‘eléctricas’ sin necesitarlo y otras son, definitivamente, débiles en comparación con cualquiera de los sesenta y nueva tracks incluidos en 69 Love Songs (1999, Merge) y este disco es, al fin y al cabo, otro compendio de canciones de amor y tanta electricidad parece, a ratos, perjudicarlas más que unirlas y lograr una cohesión mayúscula.

Puede ser que The Magnetic Fields entreguen una y otra vez el mismo álbum y que Merritt no sea más que un timador con talento, pero habrá que reconocer que algunas de las mejores canciones de amor de los últimos quince años llevan su firma y que, finalmente, las buenas canciones de amor no son tantas como crees. Grande todavía.