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Aparecido el 24 de octubre de 1995.

The Magnetic Fields es un estado de ánimo, así de simple. Si Galaxie 500 es el “arréglatelas-solo-después-de-salir-de-la-universidad???, The Magnetic Fields es el hoyo negro que chupa todo cuando se busca volver a enamorarse (y todo lo que se tiene es a uno mismo). I’m in a Stephin Merritt state of mind y no hay que explicar nada más.

Get Lost fue el quinto disco de la banda, el tercero desde que Merritt asumió las voces. Fue el álbum previo a 69 Love Songs (Merge, 1999), antes que Stephin Merritt se transformara en un cupido postmoderno y que el trabajo de la banda se volviera una Meca entre la colección de discos, visitada de rodillas cuando se buscan la expiación y la remembranza entre tanto tormento amoroso. Fue el disco que los dejó a las puertas de algo importante.

Opaco en un principio, en Get Lost la voz de Merritt es ronca como la de un viejo, distante entre las bases programadas y los ritmos upbeat; el comando implícito es ocuparlo de banda sonora para arrancar a perderse. Con un tinte siniestro, el disco se abre con el consejo de dejar ese pueblo chico, porque baby, you could be famous. Ay, Stephin Merritt, antes de los realities, ¿era eso una ironía? ¿O es el arquetipo ya a estas alturas de la chica de un pueblo chico norteamericano que siempre supo que podía lógralo? Duro, el disco avanza entre tonos menores y melodías instantáneas, en una atmósfera de agua estancada. Sin la liviandad de The Charm of the Highway Street (Merge, 1994), aquí no hay un asomo de sonrisa cuando se denuncian las cosas desesperadas que se hacen, la agonía que se sufre. Sí, es una canción pop, pero hay algo en la falta de profundidad, en lo limitado de los recursos que lo acerca más a la rabia que a una revisión sarcástica.

Como si no le llegara la luz, Get Lost parte muy amargo. Hasta que aparece ‘With whom to dance?’ y, con ella, esa habilidad idiosincrásica de la banda para crear mundos contenidos en tres minutos que parecen vivirse en lofts o villas italianas. Merritt canta como un crooner borracho acompañado con un rasgueo de vocación ukelele, reconociendo que el resto del mundo palidece en su insignificancia cuando él busca a alguien con quien bailar, alguien setecientos setenta y siete veces más bello de lo que jamás había visto. Con eso Get Lost se asienta, y sigue calmado, a veces patético en su lloriqueo, otras eufórico en sus baterías electrónicas, saltando de emoción en emoción. Inexorable, el tiempo avanza: el amor es como copos de nieve que se derriten y, cuando ya se es viejo y solitario, ¿qué se recodará? ¿Cómo soportar haberse quedado solo? Aquí hay partidas, despedidas, lunas llenas y teclados ochenteros, casi new wave, acompañados de xilófonos, como si en la tristeza más negra existiese ese asomo de alegría que provoca verse capaz de sentir algo por otra persona o por la autosatisfacción de sentirse la más triste de este mundo.

¿Cómo te aguantamos, Stephin Merritt? ¿Por qué te resulta y no caes en la sensiblería más chabacana? La respuesta está en canciones como ‘Love is lighter than air’ y ‘All the umbrellas in London’, y que después, en 69 Love Songs, se decantará hasta convertirse en un trademark: sin la posibilidad de recurrir a artificios inútiles, las metáforas son el recurso más simple posible para evitar la ironía. Cantar como se piensa, apelando a la voz precaria de quien ha leído demasiado. Sin trascendencias ni explicaciones últimas, la gente se pierde, se enamora, se desenamora y se vuelve a enamorar. “If I make it tonight it’ll be all right/ it’ll make a good song or something/ I’ve been trying to give myself reasons to live/ and I really can’t think of one thing/ I drive around, I walk around in circles/ ’cause I’ve got no sense of direction/ and I guess I’ve got no sense at all???.

Más pragmático que depresivo, en un mundo sin adornos, son los instantes cotidianos los únicos que vale conservar –un baile, un paseo en la playa, un trago sin hablar– para volverlos más grandes que la monotonía al ponerlos en una canción. Exhibicionista, en Get lost se atrapa el tiempo volcando lo más pedestre en la épica de uno mismo. Porque al final Get lost es, en clave ochentera, la génesis de la auto-referencia amorosa total de Magnetic Fields. Como para irse corriendo y perderse de todos.