Aparecido en junio de 1987.

El problema no es el alcohol, sino la resaca. O sea, acá obviemos el daño hepático, las consecuencias personales y familiares y todo eso con lo que se llenan la boca los abstemios y alcohólicos arrepentidos. Sabemos que no existe mayor claridad en la mente que cuando ésta se nubla constantemente. El problema es el regreso a la realidad, por supuesto. Pero existe una solución: nunca parar de beber. Claro que se te caen los dientes, terminas apestando y nadie en su sano juicio confiaría en ti. Pero como estás borracho, tampoco importa tanto. Si no pregúntenle a Shane MacGowan. Si es que les entiende y responde algo coherente, por supuesto.

Imaginarse al punk sólo como un movimiento de guitarras ruidosas y expresiones feas a la cámara, es terminar de comprarle la tienda entera (y el gran engaño del rock’n roll) a Malcolm Mc Laren. Cuando Johnny Lydon se dejó de pudrir y reescuchó sus discos de Can, nació el post punk, un maravilloso invento en el que la innovación y actitud importaban más que el mohicano institucional. Por ello es que bien podríamos llamar punk a 3 tipos que tocaban folk en estaciones de metro en Londres a base de 2 guitarras, un tin whistle y la aguardentosa voz de nuestro beodo amigo. Ellos, los primera y (sigamos) muy punkmente autonombrados Pogue Mahone (“bésame el culo”, en gaélico irlandés), luego transformados en The Pogues, se dieron el lujo de tocar música irlandesa tradicional con vocación y espíritu fiero. De cantina irlandesa, por supuesto.

Cuando los tugurios retratados en sus canciones eran, efectivamente, sus escenarios, The Pogues añadieron al repertorio las canciones de Mc Gowan quien entre sus habituales murmullos se presentó como un letrista comprometido (“Boys from County hell”), con oídos para historias de calle (“The old main drag”) e, incluso, algo así como romanticismo (“A pair of brown eyes”). En una banda que crecía en integrantes y eficacia (secuestrada Cait O’Riordan a manos de su productor Elvis Costello, entrarían Terry Woods en mandolina y Philip Chevron en la guitarra), los iniciales y sorprendentes Red Roses For Me (Stiff, 1984) y Rum, Sodomy and the Lash (Stiff, 1985) fueron antesala para la, probablemente, mejor expresión del sonido Pogues. Con la batuta mainstream del siempre impecable Steve Lillywhite (De XTC a Thompson Twins y TODO lo que existe entre medio), If I Should Fall From Grace With God no sólo contiene las mejores canciones del repertorio de la banda, sino que recubre con una traje radial la inherente mala leche de los irlandeses. Para botón de muestra, el puesto número 2 en Reino Unido que obtuvo a fines de 1987 el villancico a dúo con Kirsty Mac Coll, “Fairytale of New York”, una triste historia de una pareja de inmigrantes perdidos en la gran manzana.

If I Should Fall… también abriría el abanico compositivo en The Pogues, con canciones firmadas a medias entre Mac Gowan y el encargado del banjo Jim Finer (aparte de la mencionada “Fairytale…”, las vibrantes “Turkish song of the damned”, “Fiesta” y “Bottle of smoke”) y el claro acercamiento al pop cortesía del recién incorporado Chevron en “Thousands are sailing”. Mientras se presentaba un acercamiento musical más diverso que en ocasiones anteriores, incorporando arreglos españoles, del Este de Europa e incluso jazz (en el instrumental “Metropolis”); las letras combinaron el camino político (la paranoia frente al terrorismo del gobierno británico en “Streets of sorrow/Birmingham six”) con las historias de deprivación social (“Fairytale of New York”, “Thousands are sailing”) y alegría etílica de costumbre (“Fiesta”, “Bottle of smoke”).

Como buena canción de ellos mismos, The Pogues entraron en una espiral de odios mutuos (más bien de la banda en contra del cada vez más impredecible MacGowan) que ni el bueno de Joe Strummer como productor y vocalista parche pudo remediar. Dos discos más con nuestro alcohólico preferido (Peace and Love y Hell’s Ditch), dieron paso a dos rondas más sin él (Waiting for Herb y Pogue Mahone) que supieron aguadas y dignas de una mala resaca. Como curado porfiado, Shane lo intentó con su nueva banda The Popes (sí, en serio) y mostró un lado nada amable en el documental del mismo nombre del disco que hoy reseñamos. Luego, al igual que Pixies y un largo etcétera de bandas extrañamente poco rencorosas, The Pogues se reunió con su formación original en 2001 para dar una pequeña serie de conciertos que se han transformado en una interesante franquicia en vivo (ídem que los amigos de Frank Black) que no quiere romper la leyenda con algún anémico disco nuevo. Salud, entonces.

MP3: The Pogues feat. Kirsty MacColl – “Fairytale of New York”

VIDEO: The Pogues – “Fiesta”
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