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La música de The Raveonettes se ha oscurecido de pronto. Retomando el sello sonoro de su debut Chain Gang Of Love (Columbia, 2003) que roza con el lo-fi, y recogiendo lo mejor del pop melódico de Pretty In Black (Columbia/ The Ordchard, 2005) la banda danesa logra conjugar hoy de manera más precisa esas ganas de distorsionarse típica de la psicodelia y del rock y, al mismo tiempo, mantener la tendencia al esquema pop que tan bien le queda. Porque, aunque por momentos estén reventando los parlantes y sólo se perciba una masa sonora indiscernible, siempre habrá un elemento que los mantenga dentro de los límites del ritmo. Y aún cuando saturen los niveles del audio y ensucien las guitarras, seguirán con ese aire sofisticado que los caracteriza y que los hace tan atractivos. Más allá de todo, The Raveonettes son una puesta en escena.

Las voces con eco, la rearticulación de los sonidos new wave, la presencia del bajo retomando la tradición de Joy Division e, incluso, la portada del álbum nos dan cuenta del ánimo revisionista que mueve al grupo. Es como un collage donde los elementos se entrecruzan sin ninguna norma temporal o ideológica, es más una cuestión estética la que atraviesa el proyecto de lado a costado. Un gusto o un cierto tipo de sensibilidad lo que hace que Sune Rose Wagner y Sharin Foo decidan componer esos arreglos retro de guitarra, que prefieran la pulsión del bajo para mantener un ritmo intrépido, muchas veces adictivo, y que se nos presenten bajo un aspecto sesentero que recuerda a bandas como The Ronettes y todo lo que huela a Phil Spector. Pero no es sólo eso, sino que desde este punto de partida se desangran con la revuelta punketa setentera y se regocijan en el exceso kitsch de los ochentas. En definitiva, quieren hacer bailar pero siempre insinúan un estado de aflicción que ambos generan con su increíble capacidad para manejar las cuerdas. Y es esa capacidad la que hace de The Raveonttes no sólo una buena propuesta design, sino un grupo con fibra verdaderamente adictivo.

Desde el shoegaze hasta la intensidad de Sonic Youth, las canciones van en un crescendo y acelerando el pulso de modo que en ‘Blush’ se fusiona esta actitud rockera (que deberíamos entender como pose) con las melodías pop que obligan a repetir el ritmo para seguir sus vaivenes y, aunque esta canción se propone como el single, es ‘Dead sound’ la que parece ubicarse en el punto intermedio entre todas las vertientes estilísticas y hace posible que The Raveonettes aparezca en su propia imagen, luminosos y radiantes cantan llenos de glamour mientras se huele un vacío y desolación. Y no se trata sino del mismo vacío contemporáneo cuya única posibilidad es la reinvención (el copy-paste). Se invita al sujeto a edificarse a través de imágenes y modelos propuestos por los medios, en una sociedad sobre-estimulada por una visualidad frenética que otorga identidad a través de los gustos y el estilo que finalmente desembocan en el sinsentido. Pero el arte integral de The Raveonettes, que sin duda no es exclusivamente una banda de música, propone nuevas formas de sentido en la lógica del reciclaje y en el momento en que se reapropia inteligentemente de una tradición que simplemente no puede obviarse y que solo con lujuria puede ser reanimada. Lust, Lust, Lust reconfirma lo que dos discos anteriores habían estado advirtiéndonos con singles memorables como ‘That Great Love Sound’ o ‘Love in a Trashcan’.