Ante el lanzamiento de un nuevo disco de The Sea and Cake, el conocedor del cuarteto de Chicago se pregunta cómo vendrá el sonido de la banda esta vez. Aún cuando después de casi 20 años de carrera y 9 discos, la identidad sónica de la banda esté más que definida.

Nos presentan, sin embargo, contextos distintos para el sonido de cada uno de sus discos: desnudo y mínimo en The Sea and Cake (1994), Nassau (1995) y Everybody (2007), electrónico y rico en detalles en The fawn (1997), Two gentlemen (1997), Glass (2003) y One bedroom (2003); orquestado de cámara tipo easy listening en Oui (2000), una mezcla de todos estos estilos de producción en Car alarm (2008); y más crudo y directo como en The biz (1997) y el reciente mini álbum The moonlight butterfly.

Naturalmente estos modos tienen un carácter evolutivo, pero esta característica de la banda también se presenta como un eficiente mecanismo adaptativo, ya que les permite mantenerse relativamente vigentes con una especie de “sonando a lo mismo pero siempre distinto”.

En términos de producción –pero no de calidad- esta sutil montaña rusa marca la trayectoria discográfica de los eternos Thrill Jockey, sello que ha editado todos sus trabajos. En The moonlight butterfly encontramos como siempre todas las guitarras limpias y cristalinas, guiños al jazz y la bossa, la electrónica (esta vez análoga, concentrada en el track que da nombre al disco), la experimentación contenida y esa manera de sonar post-rock camuflado de pop para adulto joven; características que los han consagrado como una mini institución dela música independiente norteamericana.

Esta vez con un sonido más directo y en vivo, quizá con la intención de mostrarse más sinceros, el disco es producido como ya es costumbre por John McEntire, baterista de la banda y también miembro fundador de Tortoise. La banda apuesta a un formato corto de sólo 6 canciones que dejan un gusto a poco, ya que este carácter doble de consagración e indagación se impone para dar momentos musicales muy finos, melodiosos pero también dinámicos, que se acaban repentinamente a los poco más de 33 minutos de recorrido el disco.

“Covers” abre el disco con los acelerados golpes de McEntire acompañando el bajo siempre en movimiento de Eric Claridge, y que contrastan muy bien con un lento efecto oscilatorio en la guitarra, que funciona a modo de manto para las gráciles intervencionesde Sam Prekop y Archer Prewitt. “Lyric” baja las revoluciones para entregar algo más introspectivo y con un final muy melódico, gracias a los acordes punteados de guitarra acústica,instrumento que generalmente no forma parte del arsenal instrumental del cuarteto y que por lo mismo viene a refrescar el conjunto de sus rasgos musicales.

“The moonlight butterfly”, una minimalista pieza instrumental de sintetizador análogo, es una repentina intrusa que se coló al disco, seguramente producto de las investigaciones con teclados análogos que Sam Prekop desarrolló para su reciente tercer disco solista, el irregular Old punch card (Thrill Jockey, 2010) y que no encaja muy bien en medio del disco, pero que al menos entrega un momento de inflexión antes del punto alto, la excelente “Upon the north shore”, una canción que exuda absoluta pasión por la música pop y que es hasta hoy uno de los mejores momentos musicales de la banda.

Prekop parece cantarle a su Chicago natal de forma entretenida, frenética pero infantil y con un final un tanto melancólico, con capas de sonido con guitarras muy etéreas que recuerdan gratamente al sonido expansivo de “Four corners”, otra gran canción del cuarteto,que abría épicamente el malogrado disco de 2003, One bedroom.

Luego llega “Inn Keeping”, como otra rareza de la banda, al menos en lo que a duración concierne, y que en sus más de 10 minutos desarrolla ese aspecto motoriko del grupo, en donde la influencia de Neu! se hace más que presente, con ese extenso pulso constante de la batería que da el espacio para que guitarras, bajo y teclados se presenten con rasgueos de bossa y melodías repetitivas que tributan a las más que seguras influencias krautrock de la banda.

Acaba todo con “Monday”, una canción simple pero con correctos arreglos de guitarra acústica y capas plásticas de teclado, que llevan al disco nuevamente a la parte calma del vaivén rítmico.

En teoría este mini álbum sería sólo un aperitivo a un disco larga duración que vería la luz el próximo año, y que tendría al grupo tomando una dirección más experimental de lo habitual. The moonlight butterfly sería un sobrio y muy correcto ejercicio de preparación, que ya nos deja con ansias de ver cómo será la dirección más aventurera que tome The Sea and Cake para su próximo registro.

04 – The Sea and Cake – Up on the North Shore by thrilljockey

Encuéntralo en Tienda Sonar en formato CD a $ 12.900. Tienda Sonar está ubicada en Paseo Las Palmas, local 017, Providencia.