Aparecido el 24 de octubre de 1994.

Americana. Un paisaje abierto visto desde un bus. Un vaso de bourbon en Virginia y dos guardias de museo insomnes en Nueva York. The Silver Jews son como una postal sonora de la american way of life que cimentó el indie rock de los noventas. Intelectuales borrachos y drogadictos, demasiado letrados para hacer algo totalmente en serio y sobrados de talento para que fuera solo una broma, con la falsa apariencia en sus camisas de cuadros de ser gente común. El vecino de al lado, ese que se queda tipeando historias con las pupilas dilatadas hasta que le sangran los dedos y que se pierde en un bosque para buscar inspiración. Como lo hizo Dave Berman, líder de The Silver Jews.

Su debut Starlite walker salió en 1994, después de una serie de EPs y de que dos de sus miembros -Steven Malkmus y Bob Nastanovich- formaran una banda llamada Pavement. Dave Berman terminaba su postgrado en literatura. Drag City empezaba su reinado. Lo “alternativo” todavía no era un modismo y la ironía aún era patrimonio de la gente con sentido del humor. Con qué holgura se escuchan los rasgueos en Starlite Walker, los tres músicos conscientes de si mismos como personajes “trapped inside the song”. Desafinados, Berman y Malkmus gritan comodísimos, armando canciones con la melodía justa hecha con un par de acordes acompañada de una percusión de trasnoche. Lo mínimo de recursos para recrear una canción country en su esplendor fanático (“Rebel jew”), noise de subterráneo (“The country diary of a subway conductor”) y esas canciones que jamás fueron singles y que insisten en colarse en las listas, en el tarareo diario, desganadas en su tono y maníacamente alegres que después se volverían el sello de la banda (“Trains across the sea” y “Living waters”). Country hecho por ex universitarios snobs, ruido que viene de la intoxicación permanente, un descontrol que se anuncia y que nunca llega, porque Starlite walker es despreocupadamente resacoso. “In 27 years/I’ve drunk fifty thousand beers/ and they just wash against me like the sea into a pier” canta Berman en “Trains across the sea”. Y el ambiente es el de un bar pequeño lleno de humo, donde alguien grita algo desesperado (“There’s trouble in the hall/and trouble up the stairs/ and trouble in the trouble that’s troubling the air/Please don’t say that my soul has died away” en “New Orleans”) y otra persona empieza a reírse a carcajadas (“On the last day of your life don’t forget to die/ the things that you do will always make your momma cry” en “Advice for the graduate”). Un brindis, un par de tipos diciendo “yeah”, un teclado acompañado de una guitarra y la sensación de que ya no se volverá a pasarlo tan bien.

Starlite walker fue el comienzo de la adultez para The Silver Jews. Ya con The natural bridge (Drag City, 1996), su siguiente disco, se inicia una inexorable prolijidad en el formato, cada vez más identificable, cada vez más oreja y The Silver Jews cada vez menos una banda para transformarse en un proyecto personal. Ese aire experimental de amanecida se iría con Pavement y cuando Malkmus vuelva para su tercer álbum American water (Drag City, 1998), harán el disco de road trip perfecto: cálido, pulcro y cantable. Dave Berman ya se habrá transformado en un autor consumado y los noventas estarán por acabarse. Nostalgia pura.