Aparecido en septiembre de 1979.

La suma de las palabras “chicas” más “diversión” probablemente evoque una suerte de fantasía cachonda: imagínese tres jovencitas con acento británico, guapas todas, de melenas llenas de laca y pantalones ajustadísimos. Pero cuando a esas mujeres se suben arriba de un escenario vestidas con calzones sobre los pantalones y chaquetas de cuero rajadas lanzando botellas a una audiencia enfurecida; gritándole a su espectadores masculinos que vayan a pajearse o, peor aún, saltando escenario abajo para perseguir a los asistentes con unos pasos de baile asesinos mientras de los parlantes sale un punk atronador que parece hecho por hienas, entonces la fantasía se acaba de sopetón. Y queda un grupo de chicas que no les importa un huevo lo que piensen de ellas y que sólo quieren pasarlo bien. A su manera, of course.

The Slits se llaman estas mujeres. Que traducido es algo como “Las Rajas” o menos eufemísticamente “Las Vaginas”. Se formaron en 1976 en Londres, durante la explosión del punk en Inglaterra. Sitúese ahí mismo a Arianna Forster, a.k.a Ari Up. Tiene catorce años y está aprendiendo a tocar guitarra con su profesor Joe Strummer de The Clash, el cual es un amigo de la familia: la madre de Ari es una heredera alemana que en algún momento fue íntima de Jimmy Hendrix y que terminará casada con John Lydon de Sex Pistols. Ari -en el momento fundacional de la banda- conoce en un concierto de Patti Smith a Paloma Romero -a.k.a Palmolive-, una española hija de un torero que se enseñó a sí misma batería.

Dos integrantes pasarán (Kate Korus y Suzie Gutzie) antes de la llegada de Viv Albertine en guitarra y Tessa Pollit en bajo. Viv venía de ser expulsada junto con Palmolive de la banda The Flowers of Romance, donde tenían de compañeros a Sid Vicious de Sex Pistols y Keith Levine de The Clash. Tessa provenía de un efímero grupo punk de chicas llamado The Castrators. Y aunque ninguna sabía tocar muy bien, eso no le importó a nadie y se fueron de gira en 1977 invitadas The Clash en el tour plagado de arrestos y escupos que fue “White riot”.

The Slits no desentonó. Fueron descritas como una atrocidad donde todas tocaban canciones distintas. Y al mismo tiempo alentadas como una puesta en escena desaforada donde nadie quedaba indiferente. Como el tipo que llegó al extremo de descontento y apuñaló a Ari en el trasero de pura rabia testosterónica. En sus shows, con la desfachatez que dan los 17 años Ari gorgojea contorsionada arriba del escenario y el resto sueltan los instrumentos para ponerse a bailar. Y nada suena a señoritas: crudo como punk de alcantarilla, The Slits se transforma en una banda ingobernable. Sólo unas sesiones grabadas para John Peel (77-78), que las muestra igualmente viscerales en formato de estudio, el fichaje para un disco debut parece difícil. Hasta que aparece Island, que ve en este grupo de chicas lindas algo explotable, lo que hace que Palmolive se aleje y entre Budgie a la batería.

Cut, su disco debut, aparece en 1979 y las trae en cueros en la portada. Mujeres que nunca se consideraron feministas, la foto es más bien una forzada pedida de reconocimiento que una provocación sensual. Lo que genera un doble shock: no sólo aparecen embarradas y salvajes, sino que además suenan escandalosamente bien. Producido por Dennis Bovel, británico innovador del dub que le imprimió con fuerza su sello, el disco entero se escucha en clave de reggae. Cadencioso y juguetón, el álbum trasmuta todo lo que era animalidad y guitarras frenéticas y lo vuelve una secuencia ondulante donde los bajos llevan la delantera. Como muchos de sus contemporáneos, The Slits había pasado infinidad de noches escuchando dub en The Roxy con Don Letts como DJ y en sus giras en autobús. Eso le da una naturalidad al sonido, que sumado al hecho que ya llevaban más de dos años tocando, resulta en un debut mucho más confiado de lo que podía esperarse de la banda.

En Cut es irrelevante que los punteos suenen modestísimos o los teclados como la obra de niños. En un disco sobre todo entretenido, que tiene una producción notable, The Slits se escuchan libres y sueltas. En “Typical girls” -en un ritmo casi ska- se burlan de todas las chicas piolas y su normalidad soporífera, y en el casi minuto y medio que dura “Shoplifting” describen un robo de supermercado con un coro de mujeres gritado ronco que después aparecerá en un sin fin de bandas de chicas rockeras. Pero donde más se sienten a sus anchas es cuando hablan de amor y chicos. En “Love und romance” Ari canta “Estoy tan contenta/Eres tan lindo/Beso, beso, beso/ Diversión, diversión… vida!” En “Instant Hit” un tipo es demasiado bueno para ser verdad y en “Ping pong Affair” mandan a un pinche bueno para nada a la punta del cerro. Porque The Slits son sobre todo chicas, unas jovencitas algo brutas que se sienten aliviadas de pasar “una tarde sin que me corten la cara/ y otra tarde sin que me atropellen/ Y de nuevo otra tarde sin enamorarme.”

Como todo gran disco que se precie de ser una obra subvalorada, Cut vendió menos de lo aceptable y The Slits salieron despedidas de Island. Después vendría Return of the Giant Slits (CBS, 1981), más críptico y alejado del punk , tras lo cual caerían en un receso hasta el 2006. Este año sacan nuevo disco, que de seguro volverá a reflotar polémicas de si eran un bodrio o una banda vuela calcetines. Nadie se pondrá de acuerdo y volverán a salir las teorías de conspiración machista contra las mujeres vs. el hecho de que tocaban mal. Poco de eso importará al ponerle play de nuevo a Cut, un disco de diversión garantizada hecho por mujeres acojonadas dispuestas a todo, menos a dar explicaciones.