Aparecido en octubre de 1979

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La relación entre música y conflicto social puede tornarse una bendición o una maldición dependiendo del que enarbole la metralleta-guitarra. Por cada caso de concientización social efectiva a partir de la música, una decena de panfletos mal redactados y peor musicalizados logran disuadirnos de cualquier reivindicación política. Sea a favor o en contra de mapuches, nazis, gays, héteros, chilenos medios, empresarios o vaya a saber uno qué más; las buenas intenciones no justifican el bostezo o la acusación gratuita. The Specials, hace casi 30 años, enarbolaron un par de banderas (contra la discriminación racial y social, sobre todo) con gracia, ritmo y buen gusto. Creando el espejo en el que se reflejarían a futuro Mano Negra, Fabulosos Cadillacs y todo grupo con más integrantes de lo estrictamente necesario, los habitantes de Coventry decidieron hacer un peligroso cóctel a base de ideas antisistémicas y música bailable. La revolución no sólo sería televisada, sino gozada.

Surgidos en 1977 a partir de las cenizas de The Coventry Boys y primeramente conocidos como The Special A.K.A (nombre que retomarían tras el cisma interno de 1982), el septeto multirracial dirigido por el tecladista y compositor Jerry Damners optó por señas de identidad claras desde un comienzo. La generación de un sello discográfico propio (2 Tone), el rescate de la estética de los 60s en lo visual y el homenaje al sonido de los inmigrantes jamaicanos que llenaban las fábricas inglesas (cuando había empleo, por supuesto). Con el oído dirigido hacia la música que se escuchaba sin descanso en los barrios obreros por aquella época, The Specials abrieron al gusto masivo por el ska y el reggae. Entre los fundadores y subterráneos sonidos de Toots and the Maytals y Prince Buster y las posteriores y exitosas reinterpretaciones de Madness y The English Beat, está el primer paso dado por The Specials, documentado en su disco homónimo de 1979.

Producido por Elvis Costello (uno que siempre ha sabido donde dar sus consejos musicales, como en el caso de The Pogues), el primer álbum de The Specials se transformó en una suerte de paradigma sonoro, estético e ideológico seguido con mejor o peor fortuna según fuese el caso. Acá están los efectos de producción utilizados a destajo en las siguientes décadas (gritos de barra al final de las canciones, sonido con escasa sobreproducción, el bajo y la batería por sobre las voces), la uniformidad de los integrantes (el rescate rude-boy en las ropas, el negro y el blanco como colores representativos) y, sobre todo, la novedosa reinterpretación del concepto de protesta en la música popular (fiesta y conflicto social unidos para siempre). La compacta base de Sir Horace Gentleman en bajo y John Bradbury en batería; las guitarras complementarias de Roddy Radiation y Lynval Holding; la unificación racial de las voces de Terry Hall y Neville Staples; y el cerebro y teclados de Jerry Dammers en las sombras, hicieron de The Specials la razón suficiente para que toda una juventud se calzase un sombrero y saltara a un escenario a hacer ska.

Cocinado entre giras con The Clash, el primer disco de la banda logra el equilibrio exacto entre el homenaje explícito a sus influencias y la apropiación y rediseño del estilo original. Hay el suficiente número de covers para contentar a los puristas (la exitosa “A message to you Rudy” de Dandy Livingstone, “Monkey man” de Toots and Maytals, “Too hot” de Prince Buster) y también los números personales dedicados al aborto (“Too much too young”), la paranoia citadina (“Concrete Jungle”), o la revuelta disfrazada de fiesta (“Do the dog”). En el momento en que Inglaterra se rendía a sus pies con el magnífico single “Ghost town” (prohibida en radio al ser editada) y publicaban otro disco de excepción como More Specials (2 Tone, 1981), la banda sufría un quiebre casi total cuando las voces de la banda (Staples, Holding y Hall) la dejaban para formar los derechamente pop Fun Boy Three. Dammers y su carácter (los causantes de la ruptura, al parecer) rebautizaban a la banda como Special A.K.A y sacaban un buen disco más antes de dedicarse a las causas sociales y a la vida familiar.

La historia terminaría ahí si es que esto fuera un relato mítico en el libro del génesis de la Biblia ska. Pero, por supuesto, que no acaba de la mejor manera. Como en un sueño húmedo de Margaret Thatcher, los sobrevivientes de los Specials (menos el inconmovible Dammers) se juntaron a mediados de los 90s a recaudar dinero, poniendo el mejor empeño en destruir el legado de la banda lo antes posible con un par de discos olvidables. Lo que siguió: bandas tributo formada por integrantes por separado y todas las posibles formas de enterrar una reputación que se les ocurrieron. Hasta este año, en que empujados por el merecido reconocimiento (en lo masivo vía covers de Lily Allen y Amy Winehouse) se habla de una reunión de los integrantes originales, incluyendo al aun indeciso tecladista de la discordia. Claro, todos tenemos que pagar las cuentas a fin de mes y, probablemente, no hay nada más burgués que esperar que los artistas hagan la pega revolucionaria por uno. Working for the rat race/you know you’re wasting your time/ working for the rat race/ you’re no friend of mine…