Es difícil aproximarse a un disco como xx. Difícil, más que nada, por todo el ruido que ha generado en revistas, blogs, máquinas de hype y demases. ¿Realmente estamos ante uno de los nuevos grupos más originales en aparecer recientemente? Complicado, además, porque son jóvenes e ingleses, algo que –al menos en lo que a música se refiere– la experiencia ya ha demostrado lo que significa. La forma más correcta de hacerlo, entonces, parece ser abstraerse de todo, apretar play y sumergirse en el mundo que plantea este cuarteto que apenas entró a la tercera década de vida.

Hay que ser justos. En primer lugar, estamos ante un sonido refrescante. Esto es bastante difícil de clasificar, ya que lo que emana de los parlantes –o audífonos, si me permiten una sugerencia– es una conjugación de estilos que requieren, a lo menos, de un sumo cuidado para obtener resultados satisfactorios. Un poco de ambient, bastante soul, R&B y dream pop, además de unos leves toques de post-punk. Todo eso bajo un filtro de minimalismo que no pasa por la calidad sonora, sino más bien por estado de ánimo y un halo de misterio.

A pesar de ser formado por cuatro integrantes, lo primero que hay que destacar es que éste parece más un disco hecho por y para dos. En 11 canciones que funcionan de manera poco egoísta en la ecuación instrumental, casi sin querer los que se roban la película son Romy Madley Croft y Oliver Sim, que intercalan voces que rara vez sobrepasan el susurro, para generar un aire de complicidad abrumador. Las letras apuntan en esta misma dirección, por lo que es imposible no sentirse como si se estuviese revisando correspondencia ajena, o mirando a través de un hoyo en la pared, invadiendo ese espacio básico llamado intimidad. Para muestra, un botón: “Has aplicado la presión para dejarme cristalizado”, le dice él en la primera línea de “Crystalised”. “¿Tengo que mantener el ritmo para mantenerte satisfecho?”, devuelve ella un poco más adelante.

Eso sí, tampoco hay que enceguecerse tanto. Esa misma fórmula de canto yo, cantas tú, después cantamos juntos que emociona al principio, se repite prácticamente durante todo el disco, lo que resta sorpresa y efectividad hacia el final. Sin embargo, tampoco hay que quitarle crédito a la otra mitad del grupo, ya que cada arreglo e intromisión es acorde a lo necesario. Por ejemplo, los teclados y percusiones de Jamie Smith –quien además, y en algo que sorprende, se hizo cargo de la producción del disco completo– entran sólo cuando es necesario (sobresaliendo en “Basic Space”), mientras en otros momentos se contenta con aportar al bienestar general.

Si xx hubiese sido en EP con lo más granado de esta placa (léase, además de las citadas, otras como “VCR”, “Shelter”, “Fantasy” o “Heart skips a beat”), estaríamos hablando acá de un trabajo prácticamente perfecto. Así y todo, gracias a un puñado de buenas canciones –“Crystalised” es uno de los mejores sencillos del año–, elementos nuevos que aportan al panorama musical, madurez a una corta edad y mostrando un potencial que emociona, les basta y les sobra para instalarse cómodamente entre los favoritos del año, satisfaciendo a lo largo del camino tanto el aspecto racional como el más visceral.