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Podríamos pensar que una de las mejores cosas que le pasó al punk fue que surgiera ese hijo bastardo llamado post-punk. Porque si bien comparte el apellido con su padre, este muchacho resultó ser más inquieto, flexible y rebelde que su antecesor. Como un niño efectivamente necesitado de ritalín, el vástago de ese conservador progenitor (no nos confundamos con los pelos parados ni las cadenas que componen la ropa de oficina de este señor), se ha dedicado a intercambiar fluidos con cualquier sujeto que se lo pida y ha cambiado de traje las veces necesarias. Sí, muchas gracias a Buzzcocks, Sex Pistols y The Rezillos, por favor concedido; pero celebremos mejor la aparición de Banshees, Gang of Four o Pop Group por el bien de la música de las últimas tres décadas.

Aunque el punk sobreviva hasta el día de hoy (siempre habrán 17 años en algún carnet de identidad por ahí), cuando las bandas abrazan otras influencias manteniendo el ímpetu salvaje, todo mejora. Tío Lucho se dicen punk, se visten como tales, pero en su paleta estilística hay más influencias que las provenientes de 1977. Si en anteriores entregas abrazaban el sonido e intenciones de los Stooges de Funhouse (incluso con un “extraño??? saxo interrumpiendo la primacía de las guitarras rockeras) ahora la orientación se vuelve dance y con ciertos visos de electrónica. A no asustarse, porque esto no viene en la forma de un conveniente acomodo al sonido DFA, sino como una suerte de electro rock combativo (por buscar alguna maldita clasificación periodística) que tienen al pulso bailable como elemento de fondo y unas letras incendiarias, aunque algo monotemáticas, como figura central. Bastante coherente con esa suerte de manifiesto en su myspace que llama a “boicotear con canciones urgentes y acusativas, un sistema global despiadado???. ¿Quedó claro, burgués?

O sea se puede levantar el dedo del medio mientras se hace música para bailar, hecha para bailar como plantea el primer single “Desperdicio”. Esa clara referencia a las intencionalidades del post-punk hacen recordar (salvando las distancias históricas y de importancia, por supuesto, amén) al paso de los tres muchachos de San Miguel desde el rígido molde estilístico de La voz de los’80 (Fusión, 1984) al delirio absoluto de La cultura de la basura (EMI, 1987). No se ve sólo en el ¿homenaje? a “We are sudamerican rockers” que es “En tu contra”, sino en el desprejuicio estilístico y lírico, el mismo que llevó a Los Prisioneros a sobrejustificar la compra de un sampler y amar/odiar alternadamente con los años su disco más jugado política y musicalmente.

Con el mismo espíritu, en Lo que ahora brilla, putrefacto quedará… confluyen sin problemas citas tan diferentes como The Stranglers (“Difamando con escándalo el espantoso mal endémico”, “Vil”), Man or Astroman? (“Ni el martillo de Tor podrá salvarlos”) o Gang of Four (“Antiglobal dance”) junto con arrebatos hip hoperos de la mano del invitado DJ Caso. Y así hasta el final con un rockabilly que ni Los Bandoleros de Teno llamado “Prender la ciudad” y un track escondido en la lógica de The Art of Noise. A fin de cuentas, por qué desarrollar un solo estilo cuando se pueden hacer diez, ¿o no?.

Obligados a la reinvención después de perder a su guitarra y saxo original y reclutar a Juan Pablo “Mecha” Arredondo de Fiskales Ad-Hok en su nueva formación de cuarteto, el segundo largo de Tío Lucho se beneficia de las buenas artes de Carlos Cabezas en la producción y un acercamiento desprejuiciado a la hora de incorporar estilos. Aunque la voz de Enfer no logre dar el tono en algunas canciones (su interpretación de “Andar Sola” trae a la mente el recuerdo poco feliz del prisionero Miguel Tapia al micrófono) y el abanico de estilos no siempre tenga una resolución clara, Lo que ahora brilla… es una buena alternativa desde la vereda más aperturista de la escena punk. ¿Post punk, no me dijiste que se llamaba?