Aparecido en 1983

Hasta 1982, Tom Waits fue un borrachín simpático, por lo menos en su música. Desde esa fecha, el personaje de Waits, se transformó en el clásico e intratable curado pesado. Ya no era el alcohólico con hálito de perdedor enamorado, con una semi sonrisilla inocente que lo expiase de sus culpas. Desde Swordfishtrombones en adelante, los gruñidos del cantante (?) y actor, traspasaron los límites de la empatía que le damos al borracho desvalido.

Con fecha de inicio 1983, Waits se ha dedicado a incomodarnos desde esa suerte de pantano en el que parece grabar sus discos, esos artefactos que tienden a invalidar la presencia del surround (y por qué no, del mismísimo estéreo) de nuestros equipos de música. A diferencia de la vida real, este curado pesado es más grato de volver a ver que el borrachín simpático. Lo pueden contar quienes hayan escuchado Real gone (2004), muestra del Waits desafiante que nos visita desde hace casi 25 años regularmente. Considerando la extrañeza que provocó Alice (2002), una dulce música creada para la pieza teatral basada en la vida de Lewis Carroll, el acercamiento oblicuo del “nuevo??? Waits parece haberse instaurado definitivamente.

¿Y de qué se trata todo esto? De una mezcla imposible entre el ansia experimental de Captain Beefheart o Frank Zappa, con el material y la actitud de Muddy Waters o Sonny Boy Wiliamson. Son pequeñas frases de guitarra y piano que suenan muy por debajo de una omnipresente percusión tribal. Son los gruñidos de Waits, abandonando el rythm and blues tradicional y acercándose a una propuesta visceral y (a falta de una mejor definición) “surreal??? de la música del delta. Antes de 1983, Waits podría ser amigo de Bruce Springsteen, luego de ese año podría haber hecho migas con The Pop Group.

Con el acompañamiento de algunos colaboradores que en el futuro serían habituales, como el bajista Larry Taylor, Tom Waits registró una serie de temas que fueron recibidos con incredulidad por la gente de varios sellos (Asylum y CBS, entre ellos). Es comprensible cuando consideramos que las líneas melódicas parecían fracturadas, la voz antes rasposa había dejado el lugar a los gritos destemplados y una percusión a base de latas y envases de gasolina dominaba la mezcla. Realmente parecía como si los temas hubiesen sido grabados en alguna húmeda cocina donde Robert Johnson o Muddy Waters tomaran un descanso después de una dura jornada de labores mal pagadas.

Mejor aclaremos el concepto: Swordfishtrombones ES un disco de cocina. Como si hubiese sido registrado en un tour por restaurantes de baja calaña en Nueva York, los temas de este disco surgen entre ollas y sartenes percutidos con algún instrumento melódico (hechizo y malgastado pareciera) como escasa guía armónica. Hay cocinas galesas (“Tom with no cheer???), irlandesas (“In the neighborhood???), latinas (“Swordfishtrombone???) y sobretodo negras, muy negras (casi todo el resto).

Es cierto que aún persisten en este disco algunos recuerdos de su época anterior, como en las emocionales “Johnsburg, Illinois??? y “Soldier’s things???, pero son más bien excepciones dentro del primitivo sonido que proponen “Underground???, “16 shells from a thirty-ought six??? o “Down, down, down???. Es en estas últimas, donde el funk y el blues se retuercen en la exquisitamente podrida garganta de Waits, adelantando el nuevo método de trabajo del ex crooner.

Posteriormente habría discos con mejores canciones (Rain dogs), más conceptualmente exitosos (Frank’s wild years) y en los que incluso su nueva propuesta tendría su expresión más directa y consciente (Bone machine), pero es en Swordfishtrombones donde se abriría su nueva ruta y de ahí su valor histórico. Igual que en el crossroads donde Robert Johnson vendió su alma al diablo para poder tocar como nadie, Tom Waits en 1983 se enfrentó a un cruce de caminos entre su establecida carrera como artista de rythm and blues blanco y su impulso innovador ligado a la música negra. Así fue como se transformó en un negativo de Ray Charles: si el reivindicado pianista tomó el material de su raza para digerirlo según el mainstream blanco, Waits transmutó el método de las vanguardias occidentales para aplicarlo al sonido puro del blues y la música afroamericana. Y sin operarse el rostro.