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Un disco tranquilo. Si José González se casara con la electrónica, haría canciones como las que hace Tunng en su tercer álbum, Good Arrows. Un estilo depurado, demasiado parsimonioso o poco atrevido, dirán algunos, pero sobre todo natural y avezado en su integración precisa de piezas, o mejor dicho, emociones acústicas y electrónicas que borbotean sin resistencia desde los parlantes y no alcanzan a formar una trama sólida; más bien, una corriente grácil con elevaciones y deslizamientos amistosos, un puzzle colorido en movimiento de relojería. Como si abrieras una cajita musical y las melodías emergieran bajo una luz tenue, rayos tibios que rodean la piel con mucha suavidad y nunca la atraviesan.

La pareja de Mike Lindsay, duendecillo electrónico y faro lírico, y del sedoso vocalista Sam Genders, quien ha roto su timidez para pararse en el escenario desde este álbum, han consolidado otras amistades muy puntuales, como el baterista Ashley Bates (Chapterhouse), Phil Winter, Becky Jacobs (que suele cantar en vivo junto al músico electrónico Max Tundra) y el multi-instrumentista Martin Smith. El ahora colectivo londinense es mucho más que el dúo de alcoba entre Lindsay y Genders, pero no han transado su acercamiento delicado. Salvo algunas tramas más sucias que rompen extrañamente la norma, Tunng es un derrotero ecléctico, tan moderno en su avance subterráneo de clics como antiguo en su evocación del folk británico de finales de los sesenta (Fairport Convention, Nick Drake). Y sobre todo, mestizo en su vocación de pop elegante e híbrido, tomando elementos del rag-time o del pop de cámara a lo Belle and Sebastian, respetando siempre un conjunto orgánico, minimalista y evocador.

Good Arrows sólo sabe entregar canciones acogedoras y esa es su fortaleza. La bondad de sus aristas es la cobertura esponjosa para letras irónicas y de fatalismo bien disimulado. Capas de tristeza y optimismo se entrecruzan en el dueto de Genders y Becky Jacobs, expresando una comunión agridulce que constituye el aura misterioso de sus canciones. Las cuerdas se entrecruzan con metalófonos, vientos, sonidos procesados, y en la mixtura sorprende siempre la claridad del registro, queriendo desnudar a toda costa las distintas capas de su sonido. La extrema seguridad sobre los elementos compositivos todavía no es una limitante para estos músicos, sino su carta de presentación y estrategia de avance.