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Aparecido en 1993

Un señor de mediana edad con incipiente afro y cara de pocos amigos dirige su mirada al costado del escenario. Su objeto de atención: otro señor de mediana edad, dueño de un mejor semblante, pero con un peinado que recuerda peligrosamente a Donnie Walhberg bailando ‘Step by step’. Entre los dos, un guitarrista y una baterista que parecieran estar más cómodos regando el pasto de sus casas que siendo parte de “EL” reencuentro de los últimos años (Ok, John Lennon ya había muerto; y Black Francis, por aquellos días, hubiese cruzado la vereda de encontrarse en la calle con Kim Deal).

El caballero del afro y las malas pulgas se llama Lou Reed y es lo más cercano a un Dylan de los callejones que ha dado Nueva York. El dueño del peinado poco afortunado es John Cale, músico de vanguardia reconvertido en rockero, galés y ex amigo del señor con cara de pocos amigos. Y entre medio, Sterling Morrison y Moe Tucker, involuntarios participantes de una leyenda que supera por mucho la historia realizada junto a un señor que pintaba reproducciones de fotos y dibujaba zapatos. Esto es el Olympia de París y el grupo que toca esta noche se hace llamar The Velvet Underground, igual que una banda destinada a acabar con el sueño hippie en plena era de Acuario. Pero surge la pregunta de rigor: ¿es posible pelar y comerse una banana 26 años después?

Hay cierto atractivo en los discos en vivo “de regreso???, que mezcla a partes iguales la fascinación con el morbo. Lo primero, deudor de nuestra educación hollywoodense, es la redención tras el conflicto y el abrazo emocionado de disculpas mutuas. Lo segundo, es la cuota de perversión tras las acciones que se saben inconsecuentes y casi obligadas por las circunstancias. Los cuatro músicos reunidos para la gira europea de 1993 no sólo sufrieron la marginación de un entorno que no entendió NADA de lo que proponían, sino que entre ellos mismos se fueron alejando hasta el absurdo que representa Squeeze (Polydor, 1973), disco que bajo el nombre de la banda tiene como único sobreviviente a Doug Yule, reemplazante de John Cale, desde 1969. Con un par de décadas de alejamiento mutuo y la ascensión de Reed y Cale como estrellas en horizontes diferenciales (Lou transformado en un ícono de peligrosidad en medio del mainstream; John dando zarpazos desde el borde del indie), el regreso de The Velvet Underground tenía todos los elementos para fascinar y repeler al mismo tiempo: reconocimiento tardío y entrada de divisas, en partes iguales.

Existía un antecedente a la reunión, en todo caso y era, nuevamente, a costa del amigo artista. Songs for Drella (Sire, 1990), juntó a Lou Reed y John Cale en un homenaje a Andy Warhol a 3 años de su muerte. La química (bah, los egos artísticos en una pugna con buen resultado) derivó no sólo en un disco memorable, sino en la reactivación de la leyenda más oscura de la música popular. Después de que toda banda que se precie de interesante los hubiese citado implícita o explícitamente los anteriores 20 años (de R.E.M. a Jesús and Mary Chain; de Bowie a Joy Division), los grandes enemigos y sus casi desaparecidos acompañantes originales se juntaron a sacarle lustre al mito y tocar en vivo. Esto se concretó en una gira europea a tablero vuelto repasando varias de las mejores canciones de lo que hemos llamado tentativamente rock: ‘Venus in furs’, ‘All tomorrow’s parties’, ‘White light/white heat’, ‘I’ll be your mirror’, ‘I’m waitin for my man’, ¿hay que seguir?

Live MCMXCIII fue el registro de 3 noches en el Olympia de París con un público sobreexcitado y en estado de absoluta reverencia. Superior en sonido, repertorio y compenetración a los clásicos Live at Max’s Kansas City (Atlantic, 1972) y 1969: The velvet underground live (Mercury, 1974), este disco en vivo puede pecar de escasa sorpresa (aparte de 2 inéditos poco sustanciosos, las versiones son calcadas a las originales, con el detalle de John Cale interpretando las partes vocales de la ausente Nico), pero el hecho histórico que registra es lo suficientemente importante como para evitar las suspicacias. El regocijo que se palpa en el público cuando Cale (¿el favorito de la audiencia, quizás?) entra en los coros de la inaugural ‘We’re Gonna have a real good time together’ ya vale el precio de la adquisición.

Quienes sepan sólo lo mínimo de la historia de The Velvet Underground ya supondrían el final de esta reunión. Luego de la gira europea las tensiones volvieron a aflorar entre los miembros y el proyecto de un nuevo disco (gracias a Dios) no se concretó. Lou Reed pudo volver a utilizar todo su sarcasmo para referirse al abortado regreso. Cale, como buen británico, dijo algunas palabras de buena crianza. Moe Tucker se volvió a hundir en el silencio discográfico y personal, y Sterling Morrison moriría un par de años después, terminando con cualquier nuevo plan de reunión. Si The Velvet Underground no lograron matar a los hippies (eso lo hicieron primero Nixon y luego su propio carnet de identidad), sí plantaron la primera semilla de lo que llamamos indie, música alternativa o cualquier denominación para lo que está fuera de la corriente central. Live MCMXCIII es la celebración de todo aquello. Enhorabuena.

*Todas las semanas revisamos un clásico contemporáneo. Algo para hacer memoria reciente.