Weezer es un grupo que te conecta con problemáticas existenciales. Profundas problemáticas. Como recién llegado de un viaje místico a la India, sólo una pregunta importa: ¿Son o se hacen? Del lado “se hacen” encontramos el logo de la banda deudor a Van Halen, las referencias al peor soft rock de los 70s y esos videos cargados de la mejor sobreactuación del mercado. Del lado “son”…probablemente encontremos los mismos argumentos y algunas canciones brillantes que adornan discos generalmente al debe: “Island in the sun”, “Say it ain’t so”, “El scorcho”, “Crab” y, la verdad, bastantes más.

El problema surge con ese mensaje de me-gustan-mis-referentes-a-pesar-de-que-se-que-son-basura-y-por-eso-me-gustan-más (y todas los guiones que una buena escritura actualizada requieran), que sólo se sustenta cuando hay buenas canciones entre tanta cita a Kiss y Cheap Trick. Las había en los discos azul (Geffen, 1994) y verde (Geffen, 2001), se cumplieron a medias en Make believe (Geffen, 2005), faltaron en Maladroit (Interscope, 2002) e importaron poco en Pinkerton (Geffen, 1996), que era cualquier otra cosa. Replicando portada espantosa, pero ofreciendo mediana efectividad en el contenido, el álbum rojo de Weezer nos recuerda, sólo a ratos, el por qué seguir pendientes de los chistes (y desventuras amorosas, por cierto) de Rivers Cuomo.

Con el muy efectivo Rick Rubin repitiendo labores de producción y agregando al cotizado Jacknife Lee (R.E.M) al trabajo, el “álbum rojo” mantiene el ajustado corsé que tantos dividendos ha dado al grupo, incorporando en el camino unas pequeñas variaciones bastante controladas. “Troublemaker”, “Dreamin” y el single “Porks and beans” son seguras cartas power-pop con menos brillo que algunos ejercicios de estilo anteriores y sostenidas a medias por las alusiones graciosas de Cuomo (“Timbaland knows the way to reach the top of the charts/ Maybe if i work with him i can perfect the art“). Mejor es el resultado en la balada “Heart songs”, ya se sabe a medio camino entre ironía y verdad, (porque lo de Debbie Gibson y Will Smith son lo primero y no lo segundo, ¿cierto?…¿CIERTO?) y la algo tópica, pero efectiva “Everybody get dangerous”. En las variaciones encontramos una poco graciosa mini opereta basada en el himno religioso “Simple gifts”, donde las citas a Queen, al heavy metal, al glam rock y a todo lo que se les ocurre, más confunde que entretiene; y los primeros aportes compositivos de los restantes miembros de la banda que, estratégicamente, se encuentran entre los tracks 7 y 9 y que hacen pensar que la democracia es una excelente manera de convivencia sólo en lo político.

Con la clara falta de un single como “Hash pipe” o “We’re all in drugs” (ni hablemos de viejas glorias como “Buddy Holly” o “The good life”), y de mid-tempos menos azucarados como “Island in the sun” o “Say it ain’t so”; Weezer (Red album) aparece como un disco que jugando con casi las mismas bazas de siempre no provoca el resultado esperado. Ni las bromas son del todo graciosas (sí, el video de “Porks and beans” es ingenioso, cómo negarlo), ni las baladas se comprimen lo suficiente como para evitar el bostezo. Entre tanta referencia al paso del tiempo y la demorada adultez en sus letras, Rivers Cuomo y sus ahora empoderados compañeros firman un disco maduro, balanceado y predecible. Perfecto para Coldplay, malo para Weezer.