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Que Bruce Gilbert no esté en el -dicen ellos- lanzamiento nº 47 de Wire podría ser más anecdótico que relevante. Pues no. Por ahora lo que nos importará es que la cabeza de Colin Newman pasa por un momento de tal productividad desde hace seis años que da la oportunidad de recordar a los nuevos y viejos comensales que se disponen a catar su nuevo disco, que ellos no paran de moverse. Los Wire de Pink flag (1977, Harvest) no se parecen a los de Chairs missing (1978, Harvest), que a su vez no mucho tenía que ver con lo desarrollado a mediados de los ‘80, lo cual se distancia mares del estupendo regreso emprendido con Send (2003, Pink Flag). Para bien o para mal, y todo lo que puede haber entremedio, Wire es un animal de tres décadas en constante reacomodamiento.

Enfocándonos plenamente en lo que presenta Object 47, sobresale con fuerza el hecho de que Wire ha relajado su discurso musical en tal medida que suena más pop que nunca. Tomando una distancia razonable de lo experimental (de ahí que la salida de Gilbert no sea baladí), la banda ha buscado en su propia esencia e influencia el elemento caracterizador de su obra para aportar en su nuevo disco. Esta sintonía entre “pop” y “estilo Wire” permite que Object 47, con dejos de ironía y un par de canciones notables, sea el trabajo menos arriesgado del grupo pero no menos interesante de excavar, por ser cercano a lo que podría imaginarse a un disco influenciado por Wire. Pero no necesariamente un disco de Wire.

“One of us”, la que abre el disco, es brutalmente adictiva y eficaz como ejercicio del estilo que se busca redefinir, al igual que “All fours”, una de las pocas canciones rock de vocación punk que se nos aparece. También merecen mención “Perspex icon”, cínica crítica a la valoración del arte, y “Hard currency”, disonante gracias a su percusión. Canciones como éstas tienen ese punto de inflexión entre recoger nuevas propiedades (especialmente la electrónica, desde una perspectiva más trip-hopera y menos New Order, en comparación a lo que en los ‘80 aplicaron), enriqueciendo el sonido del grupo y logrando un buen complemento con ellos. Lo curioso, y hasta cierto punto lamentable, es que sólo una mitad del disco tiene esa inquietud.

La otra mitad opera en una ruta que tiene un peligroso parecido a lo que Newman trabajó durante los últimos años con Githead, su relativamente nuevo proyecto de synth-pop que, a pesar de que debutó con un impresionante EP titulado Headgit (Swim) en 2004, no ha logrado tomar vuelo. Esa semejanza toca el fondo del principal problema del disco. Además de canciones que no funcionan por su sonido extremadamente limpio (“Mekon headman”, “Four long years”) o porque son derechamente flojas (“Patient flees”), Wire no se mueve con tanta decisión para sorprender, haciendo de Object 47 en varios momentos un trabajo plano, que lleva a ratos perder el interés en él.

No cabe duda que hay cosas reveladoras en el lifting de Object 47, incluso poniendo el foco en cómo el giro popero puede ser una dimensión que les permita actualizar aun más un sonido constantemente reciclado por sus hijos y nietos. Por lo mismo, la pregunta cae de cajón: ¿será que Wire está pasando por un nuevo reacomodamiento? Probablemente sea así, pero nunca se les vio tan poco desafiantes en el proceso.