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Los canadienses Wolf Parade lograron vertiginosamente acaparar la atención entusiasta de la crítica musical y generar una no despreciable cantidad de seguidores por el excelente y bien logrado debut Apologies to the Queen Mary (Sub Pop, 2005). Tres años han pasado y el vértigo al parecer sigue con un At mount zoomer (Sub Pop, 2008) que empieza, a pocos minutos de sonar en los medios de difusión, a provocar una mezcla de asombro y especialmente dudas a todo seguidor y crítico que aclamara su anterior trabajo. Más allá de las críticas inmediatas que pueda generar, a este minuto bastante divididas, At mount zoomer debe ser escuchado y estudiado para entender el contexto y la motivación de un Wolf Parade más alejado de su propio origen de lo que muchos hubiesen deseado.

En apenas dos canciones se comprende que este es un producto más limpio y depurado que el de años atrás bajo el alero de Isaac Brock (Modest Mouse), y que liberados de ciertas limitaciones definidas por el productor, o quizás autoimpuestas, Dan Boeckner y Spencer Krug logran transmitir esa libertad creativa, a veces emocional, otras más caótica y fuera de límites certeros, que han logrado en sus proyectos paralelos y colaboraciones como Frog Eyes, Handsome Furs, Swan Lake y principalmente Sunset Rubdown.

At mount zoomer es un álbum caótico, construido en pedazos notoriamente distinguibles, como si fueran piezas de un rompecabezas dibujado por Boeckner y Krug por separado y que fueron unidas por un enfoque más autónomo para conformar los nueve temas que componen el disco, en un esfuerzo colectivo por lograr una obra cohesionada. El resultado final no es tan compacto y robusto como lo hubiesen deseado, pero la funcionalidad y el contexto confluyen perfectamente, especialmente en el elemento común que poseen estos cerebros de la banda: la increíble capacidad para escribir letras llenas de contenido que ya les han entregado suficientes elogios por parte de la crítica. Quién no encontró delirantes frases como “We say it’s in God’s hands/ but God doesn’t always have the best goddamn plans, does he???? en el tema “Dear sons and daughters of hungry??? de Apologies…. Hoy se puede delirar con frases como “You will remember me most by my funeral???, al más puro estilo Bowie en el tema “An animal in your care???, por ejemplo.

Es fácil discernir que el rockpop simple de este álbum pertenece a Dan Boeckner y que el caos melódico y vocal es producto de Spencer Krug, y por ende los temas resultantes son una mezcla de acordes inmediatos y otros más complejos, que permiten saltar de un estado emocional a otro en cosa de segundos dentro de una misma canción, especialmente en aquellos en que ambos se enfrentan en una verdadera batalla campal por llevar el control de algún tema. En esos casos, el resto de la banda son meros espectadores y sólo se dedican a poner el ritmo y la atmósfera al evento, como el caso de “California dreamer??? o “Kissing the beehive???.

Si bien el inicio plasmado de recuerdos infantiles provenientes del sintetizador de Hadji Bakara muestra en “Soldier’s grin??? una banda cohesionada e indistinguible, es solamente en “Call it a ritual??? donde podemos ver certeramente a un Wolf Parade alejado de los guiños a Sunset Rubdown o Handsome Furs. Por el contrario, en el caso de “An animal in your care??? o “Bang your drum???, la estructura, el uso de teclados y una voz forzada son marca registrada de los éxitos de Sunset Rubdown. Los mejores momentos, sin lugar a dudas, son temas como “Language City???, donde Boeckner logra el virtuosismo con el uso de los teclados, dando un ambiente jovial en medio de un ritmo festivo, y especialmente en “California dreamer???, donde Krug incrementa lentamente el uso de los recursos de los instrumentos para lograr una atmósfera óptima para expresar, en medio del clímax, el recuerdo de esa fuente inspiradora en una frase como “And I think I might have heard you on the radio, but the radio waves are like snow???.

El disco cierra de la forma más progresiva y épica posible con “Kissing the beehive???, donde Boeckner y Krug en más de once minutos comparten y a la vez alternan la estructura del tema, enfrentándose y tomando el control de ciertas estructuras a medida que avanza el tema. Realmente un tema que exalta la genialidad de Wolf Parade para componer estructuras complejas, llenas de matices. Un tema que encierra el contexto del disco completo.

Estamos ante un Wolf Parade distinto a su concepción. Ni mejor ni peor, pero sin duda más complejo, más texturado, que permite dejar a todo fanático de la música más que satisfecho, porque estos canadienses trajeron a nuestros oídos uno de los más entretenidos y, por qué no, mejores discos del año. No tan contundente como lo esperábamos, pero que de seguro es la envidia de otros de la escena de la música actual.