Junto a los bajones de bandas de alto impacto The Rapture, The Strokes, que demostraron falta de agudeza para defender ideas simples ante producciones naturalmente ambiciosas y elaboradas, los “viejos rockers” han brillado tranquilamente. Lo de “viejos”, claro, es discutible tratándose de músicos forjados a mediados de los ochenta (Sonic Youth, Yo la Tengo), pero es indudable que tienen una posición de longevidad frente a la camada de bandas jóvenes que crecieron escuchándolos.

No es un estatuto de “vacas sagradas”, no se les lanza flores con una complacencia poco crítica. Se trata de bandas que han hecho escuela de sus aprendizajes y que siguen buscando matices de originalidad, dejando en cada paso huellas de mayor seguridad. Se trata, finalmente, de personajes esmerados en levantar pequeños clásicos en tiempos de sobre-información musical.

I’m Not Afraid Of You And I Will Beat Your Ass, tal como ocurre con el Mr. Beast de Mogwai, demuestra esa necesidad por dejar en claro cuál es el estado de las cosas. Nombres fuertes, aguerridos e irónicos a su manera, citas cómplices para canciones que fijan las vigas del edificio con metal y martillazos. El trío de Hoboken blinda su nueva obra de quince canciones con sendos bataclazos (la tozudez en ‘Pass the hatchet, i think i’m goodkind’ y el cataclismo ensortijado, la autobiografía en cámara rápida que es ‘The Story of Yo La Tengo’). Hay belleza en esos planos secuencia de ruido, expansión, acumulación y desgaste. Una belleza propia, de la que se jacta un artesano de sus instrumentos, quien modela a su antojo emociones gigantes. Justamente, las canciones de mayor dinamismo muestran esa facilidad para no perder el equilibrio en el ojo del huracán, pero en los remansos de pop cariñoso también hay demostraciones de sutileza y espontaneidad. Quizá no tengan la magia de años anteriores -tras el ruido, ‘Beanbag chair’ juega acertadamente al contrapunto, pero no levanta por sí sola y la latiguda ‘I feel like going home’, entrampa el avance del álbum-, pero si tienen el control absoluto de los distintos ambientes de su casa: en la sala de estar, electricidad tenue para los que saben (‘The Race is on again’); un paseíto bobo al patio con los mayores de la casa, para bailar en círculos bajo un vals de años dorados, sesenteros, mediado por el cruce de jazz, soul y pop de cámara a lo Belle & Sebastian (la romántica ‘Sometimes I don’t get you’, los bronces de big band en ‘Mr Though’); el desbande fiestero por todas las habitaciones con canciones más rumberas (‘The room got heavy’), donde los solos de un teclado psicodélico digno de Woodstock junto a percusiones latinas son de antología, con segunda vuelta en ‘I should have known better’ (The Who en el tocadiscos) y revancha de guitarras chiclosas en ‘Watch out for me Ronnie’ (ojo The Raveonettes: ¿así que querían revival?); por último, cuando ya todos se han ido, un descanso en el piso, entre los escombros, la seguridad de los objetos, la corrosión de la mirada: la abstracción en el tiempo (‘Daphnia’).

El resto –la poderosa voz y batería de Georgia Hubley, las guitarras en trance de Ira Kaplan junto a su forma poco esforzada de cantar, y el bajo bailarín, suelto, de James McNew- es de antemano conocido. De la fraternal combustión de sus personalidades es muy probable que se prendan quienes buscan a esta banda con trayectoria. Porque I’m Not Afraid Of You And I Will Beat Your Ass es un disco que convence plenamente desde el cuarto tema, tornándose breve y entretenido sin percatarse. Por ahora sólo queda gozar de lo que se regala, hasta que el tiempo se encargue de lanzar la toalla y la desaparición sea una consecuencia natural de todas las cosas, como ocurriese con otros dignos compañeros de época como Guided by Voices.