El próximo 16 de diciembre, el ex vocalista de Can volverá a pisar escenarios nacionales como uno de los invitados principales del Festival En Órbita 2017. Acá repasamos su trayectoria desde los lejanos 60s hasta hoy.

La historia es conocida, pero siempre es bueno recordarla: A fines de los 60s, el japonés Kenji “Damo” Suzuki abandona su natal Kobe para viajar por Europa, viviendo en comunidades y buscándose la vida como artista callejero. Durante una parada en Münich, fue visto cantando afuera de un café por los desaparecidos Jaki Liebezeit y Holger Czukay, (baterista y bajista de Can, respectivamente) quienes, ante la salida forzosa del vocalista Malcolm Mooney por problemas de salud mental, buscaban un reemplazante para la banda. El menudo nipón era justamente lo que buscaban, ya que aportaba el elemento exótico que querían integrar a la banda. Después de una breve conversación, Suzuki ya era parte del grupo, y esa misma noche se presentó quedando en evidencia como todo un animal del escenario, junto con mostrar su particular forma de cantar, donde articulaba frases en una abstracta mescolanza de idiomas que él definió como “el lenguaje de la Edad de Piedra”.

Tras debutar en el recopilatorio Soundtracks (1970, Liberty) y grabar discos seminales como Tago Mago (1971, United Artists), Ege Bamyasi (1972, United Artists) y Future Days (1973, United Artists) –una obra apacible y demoledora al mismo tiempo- Suzuki renunció a Can en 1974 para dedicarse a seguir la luz divina tras convertirse a los Testigos de Jehová, matrimonio mediante. Su nueva vida lo llevó a retirarse de la música hasta 1984, cuando, tras sobrevivir a una peligrosa operación para librarse de un cáncer, decidió retomar la música y liberarse de dogmas religiosos. Desde entonces, el japonés ha editado más de treinta discos, colaborando con artistas como Dunkelziffer, Omar Rodriguez-Lopez o Cul De Sac, además de echar a andar a fines de los 90s el proyecto Damo Suzuki’s Network, el mismo que lo trajo a Chile en 2009 para ofrecer un impresionante show junto a un ensemble formado por Congelador, Gepe y Carlos Reinoso, a.k.a. Cerebro (Mostro, AyeAye).

El concepto detrás de la “Red” solo podría haber nacido de una mente tan libre como la del ex Can: Recorrer el mundo presentándose en cada país junto a un grupo de músicos locales, sin ensayo previo y con la improvisación como única guía, privilegiando lo que el músico llama “composición instantánea”. Es por esto que solo existen registros en vivo de las diferentes encarnaciones del proyecto, algo que a su creador no le interesa replicar entre cuatro paredes: “Para mí, tocar en vivo es mucho más interesante que trabajar en un estudio, porque en ese momento podemos grabar mientras tocamos, pero en el estudio falta algo muy importante: No tienes público ahí dentro. Al reunir a los músicos y al público, tienes una atmósfera. Cuando eso falta, creo que no es realmente música, porque se trata de comunicarse con las personas. También es mucho más interesante, más espontáneo, porque no sabes lo que sucederá: Todo se concentra en el momento. En el estudio puedes cortar un trozo de la grabación para unirlo con otro fragmento, o puedes tocar lo mismo tres o cuatro veces. Eso no está en mi naturaleza, es un producto. Para mí, todo lo que involucre esa clase de repetición ya es un producto, y es la clase de cosas que no me agradan.”

Todo indica que esta nueva visita será tan memorable como la anterior, en donde el trayecto fue siempre más importante que el destino, tal como demostraban las caras de satisfacción al interior del Cine Arte Normandie. Habrá que esperar hasta diciembre para ver con qué nos sorprende el gentil Suzuki, quien de seguro estará nuevamente en la puerta del Planetario de la USACH recibiendo a los asistentes con una sonrisa en los labios.