Después de algunos años volvemos a acreditarnos al festival español Primavera Sound. Desde Barcelona nuestro ágil cronista Jorge Acevedo nos mantendrá al tanto de las novedades de uno de los encuentros musicales más importantes del mundo.

Hay días que pienso que Netflix basa su atractivo en lo inmanejable e inabarcable que es. La extensión enorme y en constante expansión que lo caracteriza, parece perfecta para el tipo de consumo que tenemos ahora. Así, el final de una temporada significa más bien el paso directo a la siguiente; o, mejor aún, si ya nos “pusimos al día” viendo todo, la maravillosa posibilidad de acceder a una nueva serie y a sus respectivas angustias. ¿Cuál es el problema? La mediocre capacidad de atención humana que nos permite centrarnos en pocos estímulos a la vez y, maldición, esas banalidades como dormir, trabajar y vivir.

Algo parecido sucede con ciertos eventos, pensados para sobreestimular la capacidad perceptiva, como algunos festivales de música. Super 45, dirige sus pasos, nuevamente, a uno de los acontecimientos más “tipo Netflix”, si me permiten el neologismo. Esto se llama Primavera Sound, ocurre en Barcelona a fines de mayo y no está pensado en una escala humana. O sí, si es que se tiene esa capacidad extraña, que creo que le llaman toma de decisiones. Para quienes hacen la cama cuando se levantan y lavan los platos después de comer, una bendición; para el resto, una dificultad mayúscula.

Se podría decir que el Primavera Sound es el encuentro “indie” por antonomasia de España. Con una trayectoria de 18 años, el festival apuesta por una parrilla excesiva de artistas (cercano a los 200 nombres, en esta ocasión), repartidos entre el lunes 28 de mayo y el domingo 3 de junio, pero con acento entre miércoles y sábado de esa semana. En ellos, se combinan sin mayores conflictos artistas consagrados, apuestas en ascenso, deudas históricas y desconocidos casi absolutos. Con una gran variedad estilística (de Marianne Faithfull a Napalm Death, para que quede claro), el evento es una panorámica perfecta de las novedades de la temporada, las raíces de dónde provino, lo que aún se mantiene vigente y (levantando mis lentes de marco negro y mirando con seriedad absoluta) lo que “debieses escuchar, ahora ya”.

Para dar una idea de lo anterior, en la edición de 2018, a realizarse en el Parc del Forum y en algunos otros puestos en Barcelona y Madrid, el cartel presenta una variedad que incluye a Nick Cave and The Bad Seeds, Slowdive, Migos, War on Drugs, Mogwai, Arctic Monkeys, Mike D, Fever Ray, Belle and Sebastian, Madlib, Jane Birkin, Sparks, Lift to Experience, Ariel Pink y un enorme etcétera.

Ya que, como dijimos antes, el festival tiene ese modelo Netflix; hemos decidido evitar la imposible tarea de resumir la enorme parrilla y, más bien, daremos referencias en algunos posteos, sobre ciertos nombres a fijarse. En esta primera parte, hablaremos de consagrados que van a reverdecer laureles a Cataluña. En los siguientes, hablaremos de ciertos artistas con historia detrás, las novedades de la temporada y la presencia íbero y latinoamericana (entre ellos, la chilena Javiera Mena). Para quién revise el cartel y sufra los embates de su personalidad obsesivo-compulsiva, repetimos que acá están ALGUNOS de los invitados. Sí, faltarán aquellos dos grupos de la penúltima fila del poster promocional, pero no se pueden ver todas las series de Netflix, ¿cierto?

  • Nick Cave and the Bad Seeds: aunque el hombre (y su banda) son invitados habituales al evento (2013 en su gira anterior y en 2011 con Grinderman, su proyecto paralelo), esta actuación tiene el añadido de presentar su aclamado Skeleton tree (Bad Seed Ltd, 2016) y comprobar en directo la liturgia que se observa en el reciente film Distant sky.
    De regreso a la actividad en giras, luego de su conocida tragedia personal, Cave se vuelve a aliar con su ya clásico acompañante Warren Ellis, para combinar en vivo la sobriedad del nuevo material con algunos arranques de furia marca de la casa como “The mercy seat” o “From her to eternity”.
  • Björk: En 2012 y siendo la cabeza de cartel del último día, la islandesa suspendió su actuación debido a un grave problema en sus cuerdas vocales y no hubo Saint Etienne ni Justice (reubicados para paliar su ausencia) que calmasen a los fans. Ahora, que regresa seis años después y con su nuevo disco Utopia (One Little indian, 2017) bajo el brazo, el espectáculo de la islandesa estará compuesto por un ensamble de 7 mujeres flautistas. Sí, señor, y escasas alusiones a su pasado. Es Björk, no olvidarlo.
  • Arctic Monkeys: Estaban jugando al misterio con su nuevo disco, hasta hace tres semanas cuando revelaron nombre (Tranquility Base and Hotel Casino) y fecha de salida (11 de mayo) del sucesor del ya lejano AM (Domino, 2013). Aunque se mantiene la formación y productor histórico (James Ford), nadie debería malacostumbrarse y esperar el clásico sonido de la banda. El disco ha sido catalogado, por el guitarrista Jamie Cook, casi como una aventura solista de su vocalista y compositor Alex Turner por la génesis de los temas en piano y su carácter más autobiográfico. Habrá que ver cómo ello se integra en el enérgico sonido de la banda en vivo.
  • Spiritualized with Choir and Orchestra: Esto se ve sólo de vez en cuando. Que Jason Pierce eleve sus mantras al cielo mientras, generalmente sentado, habla de flotar en el espacio; es cosa bastante común desde hace 25 años cuando abandonó Spacemen 3. Otra cosa diferente es cuando para lograr esto no se vale solamente de la banda básica, sino que se acompaña de orquesta para lograr tamaños fines. Aún esperando el sucesor del más eléctrico Sweet heart sweet light (Double Six, 2012), Spiritualized gana tiempo con esta versiones extendidas de su grupo que tan bien suenan regularmente.
  • The War on Drugs: Como dice un buen amigo de Super 45 Radio, no hay tanta distancia entre la banda de Adam Granduciel y Dire Straits. Y tiene bastante razón. El problema es que mi amigo lo dice con un tono de burla, y por acá no estamos de acuerdo que aquello sea motivo de mofa alguna. Más bien pensamos que los muy exitosos Lost in a dream (Secretly Canadian, 2014) y A deeper understanding (Atlantic, 2017) son un refinamiento de su propuesta original. Siempre hubo conexiones con la americana y el soft rock, pero algo nebulosas frente a tanta lisergia en los arreglos. Una vez abierta la ventana y entrado al aire, las canciones de Granduciel se han revelado como los aciertos melódicos que son, con un pie (pequeñito) aún en cierta estética indie, via aquel pulso krautrock que suena de base en ocasiones.