Yo Escucho #40: Maifersoni Rodrigo Ferrariseptiembre 27, 2018Yo escucho0 Comentarios #YoEscucho es una sección en la que conversamos sobre las canciones y discos que, por estos días, están en los auriculares de los artistas que están haciendo cosas interesantes. Se nos viene el Festival Neutral y en el marco de este, el próximo miércoles 3 de octubre Maifersoni se presentará en Sala Master con el proyecto de Alejandro Palacios (bajista de Protistas). Mientras esperamos ese show, los invitamos a contarnos qué están escuchando por estos días. Enrique Elgueta y Juan Pablo Órdenes en las recomendaciones musicales. The Durrutti Column – Obey The Time (1990) Este es uno de los discos que más me he repetido en el último tiempo, obligándome a tenerlo en el celular porque ni Spotify ni Youtube lo tenían hace un tiempo. Una paja. Alguna vez pensé en armar un video y subirlo de una y recibir hasta unas lucas con tanto play, pero alguien ya lo hizo afortunadamente. Es maravilloso, totalmente instrumental cuando la voz de Vini Reilly es preciosa. Tan distintiva y profunda. Bueno, se trata de una exploración electrónica por parte de Reilly -el creador de todo esto-, teniendo claro el contexto de entonces, 1990, cuando el techno ya había invadido el panorama. The Durrutti Column es una banda. Vini Reilly se acompañaba de Bruce Mitchell en percusiones, pero es su creador. Dicho eso, la gracia de este álbum es que se hizo cargo de todo, siendo considerado como su primer disco “solista”. El mundo de The Durrutti Column es muy libre, difícil de catalogar en algo específico, viene del post punk pero es ambient, experimental, y tiene cosas medio progresivas también. Es muy etéreo pero igualmente muy reconocible, lo cual es difícil de lograr, pienso. En fin, en medio de toda esta musicalidad de base electrónica, igualmente están esas guitarras limpias de Reilly, sonando tan naturalmente cohesionadas, y con una sensibilidad pop que las distingue de otros guitarristas, quizás comparables estéticamente, aunque algo anteriores, como Michael Rother o Manuel Gottsching. Robert Wyatt – Old Rottenhat (1985) Conocí a Robert Wyatt en la última etapa de mezcla de Maiferland. Un amigo me lo mostró en su casa, con “Shleep”. Su música me pareció juguetona y extrañamente feliz y desde entonces lo hice propi. Es difícil elegir sólo un disco de Robert Wyatt porque su trayectoria es amplia y rica, pero en general voy rotando entre éste disco, Shleep (1997) y Nothing can stop us (1982). Este se distingue por ser menos ecléctico y con menos elementos. Son canciones más chiquititas, instrumentadas con piano, teclados, bajo y percusión, no más, muchos pasajes en los que sólo hay un teclado y una voz. Es un álbum silencioso, pero de un clima muy profundo y solitario; el primer LP de Wyatt en 10 años y el único en los 80. Con esas características logra igualmente ser una buena muestra de su obra. “The Age of Self” es la cumbre, “The British Road” es otro ejemplo, pero se aprecian aún más si se escucha el resto. Donde sea que vaya, lo llevo conmigo. Nick Cave & The Bad Seeds – Lovely Creatures (2017) Una recopilación justa de Nick Cave, con sus siniestridades y villancicos. Hablar de su obra es perder el tiempo, nada que aportar, muchos pueden hacerlo mejor que yo. A lo más podría mencionar: 1) me impresiona su desarrollo como artista, capaz de mantenerse vigente con obras que trascienden paradigmas generacionales y que responden totalmente a su imaginario propio, muy distinto a reinvenciones camaleónicas que persiguen el hashtag del momento. Es como si la hubiera tenido clara desde el minuto 0, pero no es así. Hizo un pacto este personaje, es obvio. 2) Nick Cave también tiene la gracia de ser esos artistas que son “puerta de entrada” para algo más. Al principio te gusta Nick Cave, pero luego profundizas en Einsturzende Neubaten, Rowland Howard, Crime & the City Solution, etc, y luego todo lo que habías escuchado antes parece tan trivial. LOVE 4EVER. Nico – “Desertshore” Podría haber sido cualquiera. Cada uno de los discos de Nico es una invocación “al otro lado”. En un principio fue mi fascinación por The Velvet Underground la que me hizo recorrer los caminos solitarios de Lou Reed, John Cale y la musa warholiana (o felliniana, por qué no) y les aseguro que en cada uno de esos caminos se puede trazar la historia de la década de los 70’s completa. A diferencia de los dos primeros, quienes, en mayor o menor medida (y con excepciones notables), se mantuvieron en el rock nocturno y de callejones, la carrera de la alemana abandonó de raíz cualquier asomo de instrumentación tradicional. Si bien “Chelsea Girl” conserva la dulzura y el encanto de las baladas narcóticas de terciopelo, en los tres discos siguientes, “The Marble Index”, “Desertshore” y “The End”, las tinieblas se apoderan definitivamente del ambiente. Pocas trilogías son tan macabras y opresivas con tan pocos elementos. De esos tres discazos, es “Desertshore” el que quizás me provoque más curiosidad. Austero, pero con un poco más de espacio para que entre el aire, el disco, espeso y alucinatorio, letárgico y letal desgarró el velo. Con su alma hecha pedazos (el álbum comienza con “Janitor Janice”,un escalofriante homenaje al héroe caído de los Stones, Brian Jones) y con la ayuda fiel e invaluable del eterno John Cale en su eterna viola y en piano, en poco menos de media hora el disco es un encantamiento en cámara lenta, donde con su armonio y voz resquebrajada expone sin miedos su “cicatriz interior”. El respiro de esa balada maravillosa llamada “Afraid” es inequívoco: Nico cambió el subsuelo por las catacumbas. The Blue Nile – “Hats” “Hats” es increíble. El triunfo (de aceptar el fracaso) del amor. Es el sonido en el espacio. La belleza cristalina de cada detalle es impresionante. Las guitarra, sedosa y elegante es puro soul y minimalismo. El bajo tiene una profundidad inabarcable. Los teclados son nostalgia y deseo. Es una hermosa película dividida en siete capítulos: “The neon’s and the cigarettes, rented rooms and rented cars, the crowded streets, the empty bars,chimney tops and trumpets. The golden lights, the loving prayers, the coloured shoes, the empty trains, the downtown lights. ¡Es una puta película! Pasa al frente de tus ojos. Suena tan maduro, adolorido, a ratos cansado, pero con una fuerza interior imbatible. Lo que hizo Blue Nile es otra cosa. A ratos me suena al Peter Gabriel de voz más ancestral, en otros a la Kate Bush más oceánica, incluso puedo reconocer, con ropajes y pulsos diferentes, a los inmortales Talk Talk en su última época, pero a no confundirse: el atractivo de “Hats” es absolutamente único. Un disco-hijo que estuvo en la incubadora por más de cinco años, bajo amenazas de productores, sellos discográficos y enemigos de la música y la libertad, tiempos fríos e ingratos para la banda, caminando sobre hielo fino, sumidos en un estrés que casi los lleva al colapso. Casi. Aquí están las canciones, enormes. Y a salvo. Repito: El triunfo del amor. Bonus track: Adult – Detroit House Guests (2017) Es de los discos modernos que más he estado escuchando. Adult es un proyecto techno y dark de Detroit, con un sesgo mayormente hacia el baile, aunque éste álbum es de canciones. Canciones a medias, porque fueron fruto de improvisaciones con varios artistas invitados de primerísimo nivel, de ahí el nombre del disco. Las favoritas: “Breathe on” y “Enter the fray”. Phantom Band – Freedom of Speech (1981) Llegué a Phantom Band por Jaki Liebezeit, conocido por haber sido el baterista de Can. Después de Can, Liebezeit emprendió varios proyectos, algunos autorales y otros colaborativos. Entre éstos Phantom Band, una banda que armó con una clara influencia afrobeat en su primer álbum. Freedom of Speech es su sucesor y vaya qué bueno es. Es de 1981 pero suena a ahora. Es un disco que se mueve entre el dub y la música experimental, con los patrones y síncopes típicos de Liebezeit que parecen imposibles de seguir, como en Gravity, uno de los puntos altos del disco. Fue todo 2017 y parte de 2018.