Lo mejor del 2019 según Super 45: Discos Internacionales, primera parte Super 45enero 23, 2020Artículos3 comentarios Los cambios sociales que ha experimentado nuestro país en los últimos meses también -¡por supuesto!- modificaron nuestras agendas de trabajo. Y no sólo eso. Desde octubre hemos estado pensando seriamente cómo seguir con Super 45, si es que queremos seguir o dejarlo hasta acá. Han sido casi 25 años -toda una vida- y es un buen momento de reflexionar al respecto. Los plazos para los proyectos que teníamos en curso también se vieron afectados y es por eso que es recién ahora, a fines de enero, que vamos a compartir con ustedes la lista de nuestros favoritos del año pasado. Primero presentaremos los discos internacionales, luego los discos locales para seguir con el listado de los mejores discos de la década, un proyecto en el que veníamos trabajando desde mediados de año y que hemos recién concluído. Super 45 seguirá existiendo. No de la misma manera que hasta ahora sino que evolucionaremos hacia una nueva etapa que será presentada en marzo de este año. Al final, la idea de tres amigos de juntarse a hablar de música que les gustaba en la radio se terminó convirtiendo en algo así como un estilo de vida (C. Araya Salamanca) Revisa también: Discos Internacionales 2019, segunda parte Discos chilenos 2019 Lo mejor del año (2006 a 2018) 45. Medalla – Medalla (El Segell del Primavera) Este cuarteto de Cataluña es la expresión máxima de la variedad de influencias con reminiscencias a New Order, Judas Priest, Ty Segall, Killing Joke, Triángulo de Amor Bizarro y Queen. Si hace unos años alabábamos el desparpajo con que Ariel Pink recuperaba los sonidos más pop de los 70s y 80s, estos chicos hacen algo parecido con altas dosis de rock y épica. Un disco fuera de lo común, donde en una sola canción se puede tener cabalgatas hipnóticas a la kraut, estribillos pop y épica metalera que apela al pogo y solos interminables. Un disco fresco que muestra una banda en estado de gracia (Boris Orellana). 44. Fat White Family – Serfs up! (Domino) Si los discos anteriores de este grupo británico te resultaban intragables por lo erráticos, pues buenas noticias porque algo pasó entre Songs for our mothers (2016) y este Serfs Up!. Afinaron la puntería hasta dar con sorprendentes piezas de neo psicodelia pero como se entendía en la década de los 90s. Ciertos aires a The Beta Band, Super Furry Animals e incluso los primeros Flaming Lips se van colando en canciones armadas en varias capas de timbres electrónicos y estructura épica (C. Araya Salamanca). 43. Whitney – Forever turned around (Secretly Canadian) Cualquiera que haya escuchado con atención canciones de Whitney como “No woman” o “Golden days”, extraídas de su estupendo debut Light upon the lake, publicado hace tres años, esperó con ansias Forever turned around, el segundo intento de la banda encabezada por Julien Ehrlich (voz y batería) y Max Kakacek (guitarra). Los de Chicago siguen aquí con su saga de pop preciosista ligeramente edulcorado, como siempre sometido al cedazo de los arreglos y el falsete de Julien, cuyas canciones a medio camino entre el amor y la amistad, nos conducen por momentos tranquilos y libres de toda estridencia, con dosis bien equilibradas de country y folk. De esta manera la inaugural y cálida “Giving up” puede combinar con la ausencia de voces de “Rhododendron”, un interludio perfecto para la segunda parte del álbum, suave y luminoso a todo evento (Freddy Olguín). 42. Angel Olsen – All mirrors (Jagjaguwar) Luego de terminar una relación amorosa, la cantante norteamericana se mira al espejo para reconocerse y comenzar de nuevo. Se enfrenta a la ausencia, a sus heridas y consigo mismo para pararse de nuevo entregándonos música pop de alta estatura. La palabra melancolía acá queda corta (Macarena Lavín). 41. Kaytranada – Bubba (RCA) Manteniendo su impronta percusiva, Bubba no se aleja demasiado de su disco anterior (99,9%, 2016), pero esta vez enfatizando un sonido ambient-pop de fácil escucha. Si lo dejas andando a ratos te olvidas, a ratos te engancha con ritmos de baile. Es como escuchar un dj set de casi una hora (no se recomienda poner el aleatorio), pero con sonido de estudio, nítido y consistente. Dentro de sus artistas invitados está Kali Uchis (“10%”) y el infaltable Pharrell Williams que cierra con “Midsection” (Isabel Ogaz). 40. Lafawndah – Ancestor boy (Concordia) Lafawndah lleva varios años facturando una música que ha sabido escapar de tags como “música del mundo” o “exótico”. Su paso por sellos como Warp, la exhibió como una diva de la canción experimental capaz de probar con el R&B, la electrónica y el pop, en un formato que no puede ni quiere evadir su ascendencia egipto-iraní, además de sus constantes viajes y residencias por el mundo, que le han otorgado un discurso crítico. Por eso Ancestor boy puede sonar aún tribal y simpatizante del bass, con textos en diversos idiomas (principalmente inglés y francés), y ritmos diversos que por momentos pueden volver demasiado amplio el campo de acción de la cantante y productora. Temas como “Daddy”, compactan su quehacer y podrían mostrarnos la cara más cercana de Lafawndah, aunque Ancestor boy en ningún momento propone alguna concesión (Freddy Olguín). 39. DIIV – Deceiver (Captured Tracks) Tras una espera de tres años, DIIV vuelve mostrando una evolución que los lleva desde el dream pop hasta el shoegaze, siendo claramente Deceiver su álbum noise pop, donde se acercan a sonidos más clásicos de My Bloody Valentine y Swervedriver. También se escuchan canciones más reflexivas, como si este álbum fuera el descenso a las catacumbas más oscuras de la mente de sus creadores (Boris Orellana). 38. Swans – leaving meaning. (Young God) Tras disolver a la formación más estable de la banda, Michael Gira vuelve al frente de Swans junto a invitados como Anna y Maria Von Hausswolff, Baby Dee o The Necks, encargados de completar las pistas básicas grabadas por el neoyorkino. El resultado es un disco versátil e intenso, donde Gira vuelve a cantar y las machacantes letanías del pasado son reemplazadas por composiciones llenas de texturas líricas y sonoras. Un soplo de aire fresco en la siempre cambiante trayectoria de la banda (Pablo Meneses). 37. Solange – When I get home (Columbia) El cuarto disco de Solange en primera instancia reniega de los hits y el impacto comercial de su anterior A seat at the table (2016), para situar a la artista en una dinámica mucho más visceral. Evadiendo -no siempre con éxito- un carácter pretencioso, pero con las ambiciones a la vista (la lista de productores y músicos que participan aquí es abrumadora), When i get home es un regalo musical a su natal Houston, basado en el R&B y las técnicas del chopped and screwed (ralentizar voces y música, en corto), que a través de sus 19 cortes juega a la repetición, al mantra, a los comienzos o finales fallidos, hurgando en los terrenos más alucinados y espirituales del jazz, soul, hip-hop y pop. A ratos parece que la cantante nos toma el pelo, que todo es un timo. Pero no. Todo está en su lugar, lo que permite que canciones cósmicas como “Time (is)” convivan con la delicada “Almeda”, que cuenta con el rap de Playboi Carti. When I get home es un verdadero loop emocional (Freddy Olguín). 36. Julia Jacklin – Crushing (Polyvinyl) Ya sea en enamoramientos pasajeros o largas relaciones, Julia Jacklin busca su identidad en peligro de evaporarse. Sus aventuras y salidas nocturnas con amigos están llenas de sarcasmo, mientras que ella se auto examina y se critica. Nunca está completamente presente en las crónicas que nos cuenta, pero a nosotros nos hace testigos muy cercanos. Estamos ante una excelente narradora (Macarena Lavín). 35. Matmos – Plastic Anniversary (Thrill Jockey) El dúo de San Francisco –ahora radicado en Baltimore– siempre articula sus discos en torno a un concepto. En este caso celebrar sus 25 años como pareja y explorar los sonidos que pueden obtenerse con objetos de plástico, uno de los materiales de uso diario más contaminantes que existen. Así, utilizando tubos de PVC, grasa sintética, envases, implantes de silicona o el maravilloso film alveolar (es decir, plástico con burbujitas), Drew Daniel y M.C. Schmidt crean un nuevo tratado de electrónica que intercala minimalismo con exuberancia y desolación, en lo que puede leerse como un llamado de atención para buscar otras alternativas a este material, antes de que terminemos sepultados como el ave marina que ilustra la contraportada (Pablo Meneses). 34. Edwyn Collins – Badbea (AED) Como de costumbre, Edwyn Collins echa mano al viejo e inmortal northern soul para hacer un retrato de su interior con una confianza más que repuesta en lo que compone y ofrece. A pesar de su doble derrame del 2005, la voz del ex Orange Juice mantiene su estatus de crooner con imperfecciones casi a propósito, coqueteando con los márgenes. En este álbum, el escocés mira en retrospectiva a ese chico joven y altanero que fue al inicio de su carrera a fines de los 70s (“I guess we were young”, “Glasgow to London”). También tiene espacio, como en todos sus últimos discos, para agradecer que sigue vivo (“It all makes sense to me” o “Beauty”) (Macarena Lavín). 33. Estupendo – Dotremos (Fuego Amigo) Adelantados a su tiempo, Estupendo debutaron hace 25 años con Bistró Malaga, disco que hasta el día de hoy suena desafiante y divertido. Hace un par de años, los bonaerenses Sebastián Mondragón y Fernando Lamas decidieron retomar el proyecto y ahora entregan un disco que de alguna manera resulta una continuación natural de lo que empezaron en los 90s (con colaboración de Carola Bony incluida). Dotremos también posee esa cualidad atemporal y curiosa, de cuando electrónica era sinónimo de futuro (C.Araya Salamanca) 32. slowthai – Nothing great about Britain (Method) Testigo y protagonista de la desigualdad en su país, Tyron Kaymone Frampton, slowthai en el mundo del grime británico, supo dejar constancia en su debut Nothing great about britain, de todas sus pesadillas y horrores juveniles. Sus letras lacerantes y políticas, además de una producción en la que podemos encontrar a Mura Masa o J.D. Reid, cuyos beats dan un respiro al canon del competitivo grime o rap británico, hicieron eco en gran parte de una generación que no encuentra salida, y que muchas veces debe enfrentarse cara a cara con la violencia, ante la indiferencia de las autoridades de turno. Sin el componente pop de The Streets, pero con el dinámico pulso de Skepta o Dave, slowthai está llevando su mensaje a otro nivel, gracias a una actitud que muchos han identificado con el punk, aspecto que lo acerca a varios tipos de audiencia (Freddy Olguín). 31. Billie Eilish – When we all fall asleep where do we go (Interscope) Este año Billie Eilish se lanza sin previos singles con el plato fuerte de su trayectoria musical. Hace rato que la chica de Los Angeles viene haciendo ruido, pero nunca el suficiente como para calificarlo dentro de los mejores discos de la temporada. Su gran éxito de streaming, “bad guy”, destronó en poco tiempo a sus ya antiguos singles y junto a los otros supera los que antes fueron sus populares de Spotify. El disco mantiene la atención de principio a fin, con un sonido que se vuelve adictivo en la voz robótica, en las melodías suaves pero detonadas y en la justa duración de los tracks que entregan un escuchar fluido. Sus canciones nos engañan, como “xanny” que parece una melodía sacada de una caja musical hasta que todo se expande en un sonido saturado. A ratos retumba el eco de himnos pop de los 90’s, como en “my strange addiction” o en la polémica “wish you were gay”. Es un disco donde convergen múltiples estilos de música para crear el propio ‘sonido Eilish’ (Isabel Ogaz). 30. Sharon Van Etten – Remind me tomorrow (Jagjaguwar) El nuevo disco de Sharon Van Etten es el fin de un proceso de cambios iniciado hace unos seis años. Tras terminar una larga relación amorosa, actuar en la serie The OA, titularse de psicóloga, volver a enamorarse y convertirse en madre, la cantautora de New Jersey cambia las guitarras por los sintetizadores en una particular vuelta de tuerca con Jamie Stewart (Xiu Xiu) como escudero de lujo. No se asusten: Sharon sigue sonando inquietante y áspera; si bien se permite un par de momentos luminosos, no ha renunciado a su esencia (Pablo Meneses). 29. Tindersticks – No treasure but hope (Lucky Dog) En una vuelta de tuerca a sus habituales y extensos procesos de grabación, la banda de Nottingham se tardó solo cinco semanas en registrar esta nueva placa, marcada por la exploración lírica de la relación entre belleza y dolor. Atemporal, intenso y elegante como de costumbre, no deja de lado sus referentes habituales, y lejos de resultar monótono, No treasure but hope nos muestra a una banda redescubriendo sus habilidades al mismo tiempo que entregan una de sus obras más cercanas (Pablo Meneses). 28. Kate Tempest – The book of traps and lessons (Fiction) Supongo que Kate Tempest no es la única pesimista respecto del estado la sociedad y de nuestro planeta. Pero lejos de un pesimismo millennial, cada rima de este disco toca las fibras del desgarro, del amor y del poder para avanzar a pie firme al final del túnel. Kate Tempest se desprende de las bases hipnóticas de sus discos anteriores para aferrarse a sus rimas, a sus historias y a su fe. A su fe en el resto de nosotros (Claudio Ruiz). 27. Juan Wauters – La onda de Juan Pablo (Captured Tracks) Un buen día Juan Wauters, uruguayo radicado en Estados Unidos, quiso volver a mirar al sur. Para lograrlo, decidió grabar por primera vez en castellano, tomar un maletín y recorrer la región. Conocer músicos, conversar, mirar alrededor con calma y contar las historias. La onda de Juan Pablo es el resultado del experimento, la brillante consecuencia de un recorrido que parece más interior que geográfico. Una grata y refrescante sorpresa, un arriesgado popurrí de un folclor del siglo veintiuno (Claudio Ruiz). 26. Kevin Morby – Oh my God (Dead Oceans) Kevin Morby le sigue rindiendo homenaje al estilo americana, desde el folk rock alternativo y una reconocible influencia de Lou Reed. En este LP doble se oye más profundo, más sentido, reposado y adulto que sus discos anteriores, pero igualmente fascinante. En sus letras hay desde funerales, recuerdos de amigos hasta conversaciones con su madre. Se bate entre estar enojado y sanarse, la fe y la falta de ella. Ahí está la herencia de la religión y sus cuestionamientos de relaciones o decisiones. Por eso el guiño que hace varias veces al gospel es más a modo de plegaria que de alabanza (Macarena Lavín). 25. Africa Express – EGOLI (Africa Express) Africa Express es un colectivo musical puesto en marcha hace más de una década por Damon Albarn en que artistas de Europa y África hacen una colaboración musical llevándola al estudio y a los escenarios. En esta su quinta larga duración músicos de Nigeria, Congo, Etiopía y Reino Unido se reunieron en Johannesburgo, Sudáfrica, a comienzos del 2019 para registrar 18 canciones. Desde las islas británicas participó el galés Gruff Rhys en tres canciones. El resultado es un conjunto de lo más variopinto. Hay folclore, electro pop, rap y algo de acid house en esta fiesta multicultural y ecléctica donde hay más unión que límites y diferencias (Macarena Lavín). 24. Jenny Hval – The practice of love (Sacred Bones) Desde hace algunos años, el nombre de Jenny Hval se ha convertido en una constante en cada recuento anual. No hay que extrañarse: su propuesta -discos conceptuales en torno a temas como el abuso sexual y las violaciones, la identidad de género y el poder de la mujer en el contexto histórico- es una invitación constante a explorar un universo complejo, áspero y aún así, matizado por la calidez de su voz y capas de texturas melódicas suaves. Con The practice of love, Jenny Hval enfila hacia el amor, sus consecuencias y significados como tema principal, en un disco redondo e inquietante por donde se lo mire (Gabriel Pinto). 23. Floating Points – Crush (Ninja Tune) Si hay algo que Sam Shepherd ha demostrado en sus dos discos es el detallismo y meticulosidad en su producción. Crush (Ninja Tune) surge como un álbum especialmente experimental que fue formándose durante la gira del 2017 con the xx, teloneando sus shows y aventurándose a la improvisación frente a públicos masivos. Quizás esto mismo es lo que evidencia un orden no tan claro, desde temas que evocan atmósferas japonesas con melodías pacificas y minimalistas (“Sea-watch”) a canciones que llegan a ser abrumadoras, atiborradas de sonidos y efectos diversos (“Anasickmodular” suena como una máquina en mal estado). Hay guiños evidentes a su gusto por la música clásica con “Requiem for CS70 and strings” donde intenta emular con su Buchla synth, sonidos ceremoniales. Sin duda, “Bias” es quizás el track más fuerte que ofrece, alcanzando un equilibrio entre el relajo, el baile y la experimentación sonora por los que Shepherd transita en este disco (Isabel Ogaz).