Símbolo del renacer afroamericano y plataforma inabarcable de talentos como Stevie Wonder, The Supremes o Marvin Gaye, el mítico sello Motown llega al medio siglo de vida. En este artículo, Super 45 repasa la historia y el impresionante medallero de una compañía que rompió las barreras raciales, paseó por el mundo “el sonido de la joven América” y cambió el rumbo de la música popular para siempre.

Detroit ha sido una ciudad llena de contrastes. Fue la cuna de un surgimiento demográfico político-social que no se visualizó en Estados Unidos sino hasta etapas muy postreras del siglo XX. Además, fue centro neurálgico de una fuerte inmigración que mezcló tanto a “negros” como “blancos” bajo el alero de una potente industria automotriz que copaba el campo laboral y que dejaba, aparentemente, fuera de contexto ese retrógrado conflicto racial que arreciaba a Norteamérica hace ya unos 50 años atrás.

Bajo ese tenor era lógico que fuera Detroit el lugar donde la música de las minorías de ese entonces iniciara una arremetida que tratase de reivindicar el uso y abuso que los “blancos” hacían del sonido compuesto por los “negros”. Un producto con múltiples ramificaciones que patentaban suyo por el legado musical entregado, tiempo atrás, por el ícono de Chess Records, Chuck Berry.

El visionario de ese ambicioso proyecto fue Berry Gordy Jr., un compositor sin reconocimiento alguno, quien veía cómo los sellos discográficos, dominados por los “blancos”, establecían la forma y el fondo de interpretación de sus creaciones, contradiciendo la manera en que él sentía y quería expresar su música, además de llevarse gran parte de las ganancias de su trabajo. Algo muy recurrente entre los grandes compositores de color de aquella época.

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Con apenas 800 dólares prestados por su familia, Gordy Jr. inicia una revolución silenciosa en el ámbito de la música y, paralelamente sin planificarlo, en el ámbito social, al permitirse desarrollar un negocio en que las personas blancas del país sintieran el gusto de dejarse llevar y encantar por la música que la gente de color era capaz de transmitir, y con ello llenar sus bolsillos con la venta de discos comprados casi exclusivamente por los únicos capaces de pagarlos en ese entonces: precisamente, la población blanca. Nació Tamla-Motown.

La empresa de carácter familiar era una inagotable fábrica de sonidos, en la cual Gordy Jr. tenía todo bajo su control, o deseaba tenerlo, desde el control absoluto, despótico quizás, sobre los músicos y su “fidelidad” hacia el sello y la confidencialidad a la cual los artistas estaban regidos en lo que refiere a las técnicas de grabación del estudio.

La base del éxito, casi inmediato, de este sello fue sin duda el trabajo realizado por el trío de compositores formado por los hermanos Holland y Lamont Dozier, una fuente inagotable de creatividad y originalidad que se llenaba de elogios por cada estrofa que componían. Cada tema era sumergido bajo una base rítmica potente, colosales orquestaciones e interpretaciones vocales majestuosas, diseñados detalladamente para ser un absoluto éxito de ventas. Este proceso incluía intensas pruebas de aceptación en varios estratos, comenzando por el mismo personal del sello, pasando por diversos clubes nocturnos para, finalmente, una vez aceptadas las sugerencias y las reacciones del público, la grabación final del disco.

Alma y corazón soul

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El primer hit del sello fue “Money (That’s what I want)“, quizás una declaración de intenciones del entonces compositor Berry Gordy Jr., interpretada magistralmente por Barret Strong. Al muy poco tiempo Motown ya lograría el primer número uno en los charts pop con Please Mr. Postman, interpretado por The Marvelettes.

Nombres como The Miracles, The Temptations, The Four Tops, The Vandellas, Marvin Gaye y especialmente The Supremes -con el protagonismo ganado a mediados de la década por la figura de Diana Ross– entregaron a Motown más de 100 canciones de su catálogo dentro del top-ten de las listas a lo largo del decenio, convirtiéndolo en la época de oro de la compañía, toda una hazaña sin precedentes engendrada desde grupos de carácter minoritario.

Diana Ross merece un capítulo en extenso aparte, es sin lugar a dudas la gran figura de Motown de los ’60, dado que la meticulosa figura de Berry Gordy Jr. se preocupó por fomentar su protagonismo por sobre las demás integrantes de su trío The Supremes, situación que provocó acusarla de caprichosa, astuta, ambiciosa y exceso de divismo. Cualquiera de los apelativos que se le pueden entregar a Ross es menor al indiscutible legado que dejó en el sello discográfico, con temas como “Baby Love”, “You Can’t Hurry Love”, “Reflections” y “Love Child”, entre otros éxitos. Su protagonismo por sobre las demás integrantes del trío hizo que, a finales de los ’60, iniciara su carrera como solista.

VIDEO: The Supremes – “Stop! In the name of love”
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El amor en tiempos del cólera

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Los años 70 significaron un cambio para Motown. Los ’60 fueron sin lugar a dudas una época en la cual el sello recurrió con fuerza la reivindicación social de las minorías de color en el contexto interno de Norteamérica, pero en la nueva década los parámetros fueron cambiando hacia un espectro más amplio, al estar involucrado en temas más globales. Precursor de este cambio es Marvin Gaye, ya figura en la década anterior, quien logra transmitir, a pesar del boicot del sello, toda su rabia y congoja hacia el sistema en What’s Going On, estableciendo la canción protesta como arma de una potente industria en crecimiento. Este disco esencial, el mejor de su discografía, enfatiza sobre temas de la época como la corrupción política, el medio ambiente, las drogas y la crítica hacia la guerra de Vietnam. Todo un éxito de ventas que ni Gordy Jr. visualizó y a regañadientes, bajo la amenaza de renuncia de Gaye al sello, tuvo que publicar.

Stevie Wonder se transforma en una figura representativa de esta etapa de la casa discográfica. Ese niño ciego, que Martha Reeves llevara a las grabaciones de The Vandellas en la medianías de los ’60, comenzaría a vivir su época dorada debido al estado de genialidad y creatividad en el cual se encontraba, gracias a la libertad que el sello le entregó a la hora de componer y grabar. Placas como Innervision, Fullfillingness First Finale y Songs in the Key of Life, se transformaron en una trilogía de obras maestras que lo llenaron de gloria y premios.

VIDEO: Stevie Wonder – “Superstition”
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Los últimos años: peleas y decadencia

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Pero Motown en los ’70 ya no fue esa fábrica de éxitos que la caracterizó en el pasado. Sólo artistas como el mencionado Stevie Wonder o los Jackson 5, todas figuras descubiertas en la década pasada, y más el protagonismo de Diana Ross, permitieron al sello sobrevivir a los cambios.

Motown era una máquina montada sobre un engranaje que requería una revisión. Era común encontrar a sus artistas coartados bajo el alero de la discográfica, impidiéndoseles crear, producir y editar su propio material, privilegio sólo permitido para figuras como Stevie Wonder y Marvin Gaye. Este es el caso del quinteto favorito de América, The Jackson 5, quienes a finales de los ’60 lograron, bajo el ingenioso auspicio de Diana Ross, cautivar a la audiencia con severos singles que calaron profundo en las listas de popularidad, tales como “I Want You Back”, “ABC”, “The Love You Save” y “I’ll be There”. Su constante discrepancia hacia la manera en que Gordy Jr. hacía el negocio hizo que el quinteto prescindiera del contrato con el sello y firmara con Epic.

La única fuente nueva de éxitos de aquella época la aportó el grupo The Commodores, quienes bajo la voz y liderazgo de Lionel Richie, lograron consagrarse con temas como “Easy” y “Still” en los charts de popularidad.

VIDEO: The Commodores – “Easy”
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El fracaso de la manera en que Gordy Jr. estaba llevando la compañía queda clara cuando las máximas estrellas de la discográfica, Marvin Gaye y Diana Ross, deciden romper relaciones contractuales, sólo quedando un Lionel Richie solista como cabeza de serie de una mermada Motown de los años ’80.

Fuera de rumbo, a finales de la década de los 80’s, Berry Gordy Jr. decide vender y terminar un negocio altamente rentable y que, fortuitamente, rozó los ámbitos político-sociales de la época, situación que fue aprovechada de una manera inteligente por diversos estamentos políticos para establecer las directrices en contra de la segregación racial imperante en Norteamérica.

Aquellos años y nombres ya han quedado atrás, el sello ha sido vendido un par de veces para ser parte hoy en día del catálogo de Universal, que si bien tiene la misma ambición lucrativa de Berry Gordy Jr., ha hecho perder en definitiva el sentido impregnado por quienes conformaron el inmortal catálogo del sonido de la joven América.

Discografía esencial

Si pudiésemos resumir de una manera sencilla toda la historia de Motown y su influencia sobre el mundo de la música, de seguro muchos compartirían que los siguientes discos son parte de la discografía elemental de este gran sello:

1. What’s Going On – Marvin Gaye (1971)

Considerada la obra cumbre de Gaye, es una pieza maestra tanto por su sonido como por el concepto que lleva por dentro: una pieza llena de crítica social hacia las políticas de medioambiente, la corrupción y la guerra de Vietnam. La historia dice que Berry Gordy Jr., regente de Motown, tenía miedo del éxito que pudiese tener este nuevo trabajo de Gaye, por lo tanto planificó un boicot que no sirvió en absoluto al ver el suceso en el que se convirtió.

2. Innervisions – Stevie Wonder (1973)

Seguramente la mayoría compartirá que esta placa es una de las tantas obras maestras que compuso Stevie Wonder para Motown. Pero Innervisions tiene un dejo especial, es el trabajo más suspicaz que haya compuesto, y que tiene un tono universal y atemporal, con una aguda reflexión político-social pero a su vez romántico y sensato. Temas como “Jesus Children Of America”, “Higher Ground” y “Doncha Worry Bout A Thing” forman parte del legado de un artista singular e inigualable.

3. Reach Out – The Four Tops (1967)

Esta placa representa toda la maquinaria de éxitos que era Motown. Fue la última gran obra realizada por el trío de compositores formado por los hermanos Holland y Lamont Dozier, quienes confeccionan un disco a la medida de las innegables capacidades vocales de estos artistas, especialmente Levi Stubbs, dueño de un timbre tan profundo como escalofriante. Una obra magistral y llena de experimentos sonoros, en el mismo año que apareció Sgt Pepper de los Beatles. Imperdible.

4. Make It Happen – Smokey Robinson & The Miracles (1967)

Motown estaba en la cima de su creatividad en el año 1967. Smokey Robinson era sin dudas uno de los mejores compositores del sello, y preparó junto a su banda un obra repleta de hits. Temas como “Tears Of A Clown” demuestran el prolijo trabajo de grabación, lleno de acertados manejos de orquestación, letras que hablaban de desamor y abandono y con fuerte acento hacia la figura de Robinson, transformado en uno de los mejores crooners de la época.

5. Where Did Our Love Go?- The Supremes (1964)

En esta lista no podían faltar. Este trío de mujeres entregaron a Motown una extensa lista de éxitos, transformándose pronto en las favoritas de la compañía, especialmente la figura de la innigualable Diana Ross. Este disco ayudó a definir lo que sería el “sonido de la joven América” bajo originales arreglos musicales que para la época marcaron una completa revolución.

6. All I Need Is Time – Gladys Knight & The Pips (1973)

Penúltima placa del grupo antes de dejar Motown e integrarse al sello Buddah. Meses antes del cambio dejaron clara la importancia de su trabajo, y por la cual fueron tentados a dejar la casa discográfica que los lanzó al estrellato. Uno de los mejores discos de esta época, dirigido por un vasto número de productores que lograron un trabajo lleno de temas sofisticados y apasionantes.

7. Shotgun – Junior Walker & The All Stars (1965)

Motown era una fábrica de éxitos que dejaba las orquestaciones a su propio grupo de instrumentistas, como los Funk Brothers, por lo cual era muy complicado encontrar a una banda que tocara sus propios instrumentos. Este es el caso de Junior Walker y Cia., un saxofonista de la vieja escuela de R&B que entrega una placa llena de energía, en la cual el propio Walker debuta como vocalista al faltar a la sesión de grabación el cantante que había contratado.

8. The Marvelettes – The Marvelettes (1967)

Sin obtener la notoriedad de otras figuras femeninas del sello, The Marvelettes se jactaban por haber obtenido el primer hit para Motown. No obstante, la consolidación no llegó hasta 1967 cuando editaron su álbum homónimo, en el cual pudieron combinar de una manera perfecta la orientación pop de su clásica propuesta y la que el sello definía por defecto. Éxitos como “The Hunter Gets Captured By the Game”, compuesto por Smokey Robinson, llevaron a este disco convertirse en la obra prima de esta agrupación.

9. Feelin’ Good – David Ruffin (1969)

Segundo disco solista del vocalista de The Temptations, donde logra obtener una de las mejores interpretaciones de su condición vocal y saca partido a todo aquello que no había podido experimentar con su agrupación. Su inconfundible e inigualable voz áspera reluce en temas tan emblemáticos como “Loving You (Is Hurting Me)” o “I Let Love Slip Away”. Ojo, no confundir a David con Jimmy Ruffin, su hermano mayor, intérprete de otro clásico del catálogo Motown (”What becomes of the broken hearted?“)

10. The Temptations Sing Smokey – The Temptations (1965)

Tarea difícil definir el mejor disco de esta agrupación. Se puede comparar con placas como Meet The Temptations (1964), With A Lot O’ Soul (1967) o Sky’s the Limit (1971), pero el nivel de éxitos que regala esta placa la hace una de las piezas claves para la definición de la marca Motown. Temas como el previamente grabado “The Way You Do the Things You Do??? o “My Girl”, primer número uno de la banda, contribuyeron a erigirlos como la banda masculina más representativa del “sonido de la joven América”.