Fotos por Christian S y Vanessa Tessada.

Encontrar el lugar y el modo de gestionar la carrera es un trabajo impredecible y muchas veces confuso para un músico. Cuando la vida lo lleva a un sitio lejano y desconocido, la experiencia puede convertirse en un problema o, al contrario, en un desafío donde tiene todas las de ganar.

Ale Paz se fue de Chile a vivir a Madrid hace tres años acompañando a su pareja.  Lejos de su país, con más tiempo y menos distracciones, comenzó un período de mayor soledad que lo llevó a concentrarse intensamente en hacer música. En junio del 2012, luego de una relación de trabajo y amistad con Matías Aguayo, se hizo cargo de la radio en línea del sello Cómeme (donde produce el programa “Ladrones”), y a través de esa etiqueta editó en septiembre Free, el EP donde viene “Duro”, un track que se ha convertido en todo un hit dentro un circuito.

El trabajo consciente y dedicado de Ale Paz, más la colaboración creativa con artistas como Matías Aguayo, le dieron este año buenos resultados y reconocimientos: en junio publicó por Cómeme su segundo EP, Inside job, doce pulgadas distribuido por el sello de Colonia Kompakt, donde también es parte del booking de artistas, relación que, probablemente, lo llevará a trasladarse a vivir a Alemania. Además, durante los cinco próximo meses, Ale Paz girará por Europa acompañando con guitarras y voces a Matías Aguayo para las presentaciones de The visitor (leer entrevista acá).

De Alejandro Paz impresiona su productividad y constancia, pero más que nada su clara postura política en el momento de pensar su trabajo dentro de un sistema en el que quizás no se puede elegir. Su música está compuesta de canciones con una definición en las ideas de las letras que no deja de llamar la atención, ya que no son un mero complemento sino la base de un discurso consciente y elaborado. A veces sólo es el delirio de una idea eufórica y directa como en “Duro”, otras son más amplias y discursivas, como “Free”.

En apenas un año, ha conseguido expandir su trabajo, tanto en la gestión profesional como en el positivo reconocimiento de parte de los que simplemente quieren pinchar o bailar un tema. Sin duda, en 2013 ha comenzado una nueva etapa en la carrera de Alejandro Paz.

—¿Cómo se inicia tu relación con Matías Aguayo y el sello Cómeme?

Con Matías nos conocimos en el verano del 2010 a través de nuestro amigo en común Diego Morales, aka Diegors. Y nada, fue hacerse amigos. Entendimos que había cosas en común en la música que nos gustaba. Yo le mostré algunas cosas que estaba haciendo y de a poco se fue armando esta relación que hay entre los músicos de Cómeme, que no es algo netamente profesional, sino la mezcla de la amistad con el trabajo. Al principio comienzan los comentarios sobre los tracks y uno empieza a trabajar más cosas en común, luego las cosas se van desarrollando naturalmente, para terminar editando o creando proyectos como la radio (escuchar aquí).

—¿Qué importancia tiene para tu trabajo  ser parte del booking del sello Kompakt?

Estabilidad. Hace tiempo estaba buscando poder trabajar con más estabilidad y de forma continua. Desde ahí es un súper buen apoyo para poder continuar con la música con más tranquilidad. Ellos tienen una red de contactos y trabajo muy bien hecha y eso te permite estar concentrado produciendo y tocando. Ya no me tengo que preocupar tanto de conseguir presentaciones.

—Viniendo de Chile, donde la mayoría de los músicos tienen  que gestionar sus presentaciones y su carrera en general,  ¿cómo ha sido la experiencia de enfrentarte a un mercado tan consolidado y profesional como el de Europa y, en este caso, el alemán?

Ha sido muy buena experiencia. Aprender a trabajar con una estructura más armada, donde los roles ya están súper definidos, ha sido muy bueno y muy liberador porque te dedicas a lo tuyo. En Chile, por ejemplo, no hay mucha gente que medie entre músico y promotor, los músicos tienen que preocuparse de buscar sus tocatas y muchas veces armarlas ellos mismos, de negociar los auspicios, en fin, tareas para las que muchas veces un dj no es la persona más adecuada. Eso te desvía un montón la atención de tus tareas como músico. Por otro lado, ha sido interesante acá en Europa poder apreciar cómo funciona un sello, por ejemplo, al nivel de un “gran taller” y cómo es posible mantener ese trabajo sin tener que “crecer” a la manera de una empresa. Alguien me ha dicho que es por la consciencia de clase media, que es muy fuerte, sobre todo en países como Alemania. Eso da lugar a un muchas iniciativas independientes que resultan viables.

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—Para Inside job, al igual que en tus otros tracks, trabajaste con la Roland TR-707, una drum machine en donde no puedes editar ningún parámetro. ¿Qué sonido te interesa explorar para tu música?             

La máquina tiene una cosa estética que te emparenta con un montón de música que a mi me gusta. La Roland 707 la escucho en las producciones de Ralphi Rosario o Mario Díaz, los primeros latinos en el Chicago house y también en el acid house. Te da una estética más cruda, porque los sonidos son de 12 bits, muy de su época, y no son editables; los hi hats y el kick (bombo) tienen un ataque que es bien duro y jodido de manejar en la producción. Aún así, intento ensuciarla más, pasándola por otros equipos análogos, por el amplificador, por efectos de guitarra. Por último, es la máquina que tengo y uno le agarra cariño. Me la compré en Chile hace unos años y es la única máquina de ritmos que he tenido en las manos durante este tiempo.

—Con esto de estar tocando guitarra nuevamente en los live de Matías Aguayo, ¿no te dan ganas de hacer un live con tu música?

Es difícil lo de los live. En el contexto club me parece que tocar la música de un solo artista puede ser un poco aburrido. En el caso de Matías es diferente, porque ya tiene tres LP, que con la cantidad y variedad de temas que tiene hace posible sostener una hora de música. Y creo que con mis temas podría sostener una hora, pero no me parece tan entretenido como pinchar. Cuando uno pincha música lo veo como situarse en un lugar más anónimo, donde no estás tú delante de todo. En cambio, dejas que aparezca otra música de otras épocas y se mezcle y uno permanece en un segundo plano. Dentro de eso, la música que uno hace entra en un diálogo más amplio con los temas que estás tocando y eso me parece más entretenido. Mis temas siempre los puedo cantar en vivo en un DJ set, y por ahora no me interesa hacer un live. Por ahora me interesa ser mejor DJ.

—En tu música destacan las letras, tienen mucho humor e ironía. “Duro” ya es todo un himno dentro de un circuito ¿Qué importancia tienen las letras en tus canciones?

Las letras son súper importantes para mí. A veces estoy pegado con una letra durante semanas o meses probando diferentes bases para ver cuál le pega más. Cuando tengo una letra es más importante que la música: primero va la letra y la música se va acomodando a ella. Aunque no siempre es así, no es que tenga una regla.

—¿Así fue con “Duro”?

No, con “Duro” fue estar fumando marihuana en la casa y extrañar la fiesta en Santiago. Viene de un deseo desde la soledad aquí en España. Justo estaba haciendo esa base y fluyó perfectamente y en una semana ya lo tenía listo. Pero en general las letras son súper importantes para mí, me importa que se entiendan y que tengan un objetivo claro. Me interesa que sea difícil darles un sentido distinto, que establezcan una posición clara, porque las hago por algo y quiero que se entiendan. Por ejemplo “Duro” es súper directo y en “Free”, otro track del mismo EP que es un poco más política, no hay segundas intenciones: ahí estoy diciendo que no quiero pagar por ser libre y no creo que se pueda prestar para dobles lecturas. O te gusta o no te gusta.

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—¿De dónde viene el nombre Inside job de este nuevo EP? ¿Tiene alguna relación con el documental

Viene de muchas discusiones que he tenido con amigos sobre cómo lidiar con el capitalismo, cómo uno, sin abstraerse, sin restarse de la dinámica capitalista, puede hacer algo por subvertirla o no digerirla con placer. Por eso me agrada pensar que desde dentro uno puedo hacer algo por desmantelarlo. Primero, porque creo que si no participas de las dinámicas del trabajo, que son casi todas capitalistas, simplemente se te va a expulsar de la rueda, vas a quedar marginado; pero una vez participando de la rueda, no se trata simplemente de entregarse. Por eso en la relación que uno tienen con los auspicios, con las marcas. Empecé a pensar cómo quería enfrentar mi carrera, hasta qué punto uno quiere trabajar con las marcas y de qué forma se quiere llevar con ellas. Y bueno, no sólo en eso, está en todo, desde la forma en que uno escribe los textos de prensa y cómo te relaciones con la gente que escucha tu música. Entonces, definir una estrategia clara de cómo se establece eso es básico para cualquier artista. De ahí viene “Inside job”.

—Además de las letras, ¿dónde se puede encontrar  esta estrategia de trabajo?

Creo que primero va por la música en sí, para mí es lo más importante. Después, creo que buena parte de esa estrategia de trabajo se da en contextos más comunitarios, como Radio Cómeme o el mismo sello, donde se generan relaciones entre las personas que intentamos que sean cooperativas.

—Hay un sello latinoamericano en tus letras, como usar la palabra “tatita”, un código 100% chileno, y también en los ritmos que produces. ¿Cómo ha sido la reacción a esto del público europeo?

Por lo general, bien. Ya sé cómo entrar en el público europeo para terminar pinchando esta música, pero otras veces no entienden para dónde va la cosa y no participan. Igual, siempre es culpa mía, porque estando en la cabina uno tiene que saber cómo llegar a ese lugar. A mí me gusta pensar el dj set como un diálogo entre todos los músicos que estoy pinchando, el público y yo. Yo creo que si uno hace un buen dj set, a los 40 minutos ya puedes tocar lo que quieras. Cuando no han respondido bien a los sonidos latinos es porque yo no he sabido llegar a ese momento. Ahora, por ejemplo, en Rumania, que entienden muy bien el español, estuvo súper bien porque pillaron todas las letras.

—En el tema “El house” cantas casi un manifiesto de lo que es la música para tu vida. ¿Cómo te gustaría evolucionar con tu música, tanto en la composición como en la puesta en escena?

En la composición no tengo idea y no quiero ni pensarlo. Pero, en general, la música que me gusta, me gusta hace tiempo y no creo que me vaya a dejar de gustar.  En cuanto a las presentaciones, yo me veo de viejo pinchando, como algunos tatitas que me gustan mucho. Por ejemplo, Alexander Robotnick: si yo tuviera la edad de él y estuviera así de activo, ya está todo bien. O cuando ví a DJ Derek, un “tatita” fundador del sello Trojan: tiene ochenta y tantos años y llegó con su ropa de abuelito y encendió la fiesta, los tenía a todos haciendo trencito. Aparte de eso, estamos pensando con los otros músicos de Cómeme, a la larga, armar una banda, eso sería bacán, porque echo mucho de menos tocar guitarra. Eso es lo que me gusta ahora del live que hacemos con Matías (Aguayo). No estamos solo apretando botones: estamos tocando guitarra y teclado y es mucho más entretenido. Creo que voy a seguir pinchando, pero más adelante, en unos años más quizás, me gustaría armar alguna presentación que me permita salir de ese contexto. Me gustaría explorar otros formatos para presentar mi música.

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—Siempre en los procesos creativos con fechas impuestas puede quedar algo que no se alcanzó a desarrollar, por mínimo o intuitivo que sea. ¿Qué sería, en este caso, lo que no encontraremos en Inside job y que te gustaría escuchar en tu siguiente producción?

—Creo que uno podría arreglar un tema infinitamente. Si uno se fuera en ese rollo, quizás nunca terminarías un tema. Por lo tanto, el haber cumplido con un plazo ya me deja satisfecho. Es parte de la vida de un tema tener que entregarlo en un momento. Pero sí me interesa tener en las próximas producciones  la mano más encima de los instrumentos. Por ejemplo, en “Inside job” logré dejar el computador y programar más en la Roland TR-707, tocar directamente los teclados, que sea más orgánico.  De a poco he descubierto lo rico que es que no esté perfecto, estéticamente dejar de buscar la perfección matemática en el sonido. La perfección también es un canon estudiado, y si uno lo racionaliza bien, también es europeo. Pensar en esos términos es un poco limitante para mí. Me interesa buscar una estética en el sonido que tenga que ver con mi entorno.

—¿A qué te refieres con tu entorno?

Yo siempre tuve la idea de que me costaba sonar tan prístino como te hace sonar un computador porque Santiago estaba lleno de basura. Pensaba en la música alemana, en Kraftwerk por ejemplo, en Trans Europe Express y esos videos en sus conciertos de unos prados maravillosos, verdes, donde no hay ningún papel tirado en el suelo, entonces creía que mi música no podía ser tan perfecta porque el paisaje en donde vivía no lo era, vengo de un país que es pobre. Yo creo que esas cosas se tienen que filtrar en la música, y algunas de las herramientas que he encontrado para reflejar eso son el esmalte que le puede dar uno al sonido en general, y por supuesto los arreglos y la manera en que se usan.

—Para ser más auténtico quizás.

Es difícil lo de auténtico, porque eso ya lo tienen que juzgar los demás, pero sí me siento más tranquilo si alguien me escucha y piensa directamente que esto no suena “tan bien”. Ya eso te saca de tu comodidad como auditor y te hace pensar por qué suena así. Ya con eso está bien.

—Has tenido un año intenso creativamente y en presentaciones. ¿Qué conclusión podrías sacar de esta experiencia?

Mi conclusión es que trabajando no te puede ir mal. Quizás haya tiempos en que no vas a estar tan solicitado. Cuando llegué a España tuve un año en que no toqué en ninguna parte, pero siempre estuve tranquilo y trabajando mucho. Es una idea que tengo hace tiempo: que si uno trabaja concienzudamente no hay forma que te vaya mal. Lo único que uno puede controlar es el trabajo que hiciste, más no puedes hacer.

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