Durante su paso por Bristol, Inglaterra, el enigmático líder de Brian Jonestown Massacre revela cuál es el secreto para mantener bajo sus propias reglas una prolífica carrera de casi tres décadas. Además, aprovecha de explicar por qué es tan complejo concretar una visita a Chile.

Jaime Meneses J., desde Inglaterra

Anton Newcombe (48) siempre ha estado en contra del mundo. Sentado en el comedor del bus que lo ha llevado a recorrer Inglaterra nuevamente este año, escupe brutal honestidad en sus respuestas. “Este lugar es una mierda”, dice sobre el Bierkeller, recinto ubicado en el centro de Bristol donde se presentará en algunas horas más con su banda, los legendarios Brian Jonestown Massacre, para ofrecer un show de tres horas. “Pero he estado en condiciones peores”, asegura.

Desde 1990 Newcombe, quien actualmente vive en Berlín, lidera este ambicioso proyecto de rock psicodélico que tiene fuertes raíces en los años 60s, pero que también ha explorado el shoegaze y la electrónica en años más recientes. Si bien es su sonido lo que llama la atención, es principalmente el errático comportamiento de este personaje y su tumultuosa relación con otros músicos lo que genera un inusual atractivo.

Los años de pelearse con sus pares sobre el escenario y terminar tocando solo han terminado, pero Newcombe sigue siendo un tipo intratable. También es uno de los artistas más prolíficos de su generación, siendo capaz de componer suficiente música para varios proyectos durante el mismo año mientras produce a otras bandas.

¿De dónde viene la inspiración para crear tanto?

—Viene de las ganas de tocar música. Si alguien te dice eso, entonces la pregunta no tiene relevancia. Disfruto tocar con otras personas, la música que sea. Estar juntos en esa situación. Si quieres estar en esto para jalar cocaína todos los días, ese es tu problema. No tengo la presión que otros tienen. Mientras muchos tratan de acumular dinero y ser famosos, el ser yo mismo me ha dado mucha más confianza.

El último álbum que conocemos de tu banda es Musique de film imaginé, publicado el año pasado ¿En cuántos proyectos estás trabajando actualmente?

—Bueno, recientemente llegué de Escocia, donde asistí a la premiere de una película a la que le hice mi primer soundtrack llamada Moon dogs. Además trabajé en remixes para Primal Scream y en dos discos para Brian Jonestown Massacre. Tengo 45 canciones en total para editar.

¿Puedes nombrar a un músico en particular que te haya hecho querer dedicar tu vida a esto?

—Me encantan los Beatles, pero nada de lo que Paul McCartney hizo me convenció de que podía ser como él, porque eso es imposible. Recuerdo que mi mamá escuchaba flamenco y tenía mucha música de los 60s. A los once años los punk rockers me impactaron. Pensé que podía hacerlo también. Los punk de Califormia hacían todo. El “hazlo tú mismo” era muy importante para mí.

Brian Jonestown Massacre tiene su lugar en el léxico popular, sin embargo nunca ha sido una banda masiva. ¿Eso te molesta?

—Te voy a dar un ejemplo real: mi abuela acumuló una gran fortuna. Mi mamá me mandó un mensaje (lo muestra), donde dice que falleció y que no la incluyó en la herencia, o sea, que yo tampoco estaba considerado. Dijo que no sabía que la odiaba tanto. Le dije que no me importaba, que tengo unas excelentes patillas (ríe). No me importa la plata ni ser masivo. Conseguir el éxito por venganza, para demostrarle algo a los demás no te hace sentir mejor. Sólo si eres un imbécil.

¿Ha sido difícil mantener esa postura durante tantos años?

—No, porque todos venden su alma. Lo único que tienes que hacer es quedarte en tu lugar y mandar al carajo a todos. Te harás conocido por decir que no.

En el documental Dig! (2004) pudimos conocer mucho sobre ti y sobre cómo te relacionabas con tus compañeros de banda. ¿Cómo explicas tantos cambios en la alineación hasta el día de hoy?

—Eso es porque siempre estoy en la búsqueda de músicos que puedan adaptarse a canciones que son muy abiertas, que se mueven todo el tiempo. Todo es circular. Probablemente no es fácil tocar conmigo, estoy consciente de eso.

¿Cuál fue tu reacción al ver este documental? No te deja bien parado como persona…

—En el documental no me muestran hablando tanto, en realidad, porque tuvieron que construir una historia que no es necesariamente cierta. No me importa mucho lo que hayan dicho sobre mí, porque yo tenía razón.

Recuerdo una escena en la que dices: “Yo soy el sello discográfico”.

—¿Sabes qué? Me dicen que lo arruiné todo. Ahora ni siquiera hay disqueras, ¿me entiendes? Esa gente se quedó sin trabajo. Yo sabía que era mejor ser dueño de mi música que rendirles cuentas a unos idiotas.

Durante estos casi 30 años de carrera no hemos podido ver tu show en Chile. Hace algunos años se habló de una visita de Brian Jonestown Massacre, pero no se concretó. ¿Qué pasó?

—Eso no tiene nada que ver conmigo. Tocar allá es complicado con lo de los promotores, porque se entusiasman con una banda y dejan botada a la otra. No es mi problema. Voy dónde quieran que vaya, pero de verdad.

¿Crees que se concrete algo pronto?

—Creo que algo viene para Sudamérica, espero. Pero seré honesto contigo: no quiero ir a tocar a un país donde no hay clase media y donde sólo los que tienen plata pueden ir a conciertos. Me encanta la gente y su cultura, pero odio esa mentalidad y lo he dicho abiertamente. Y no pasa sólo en tu país, en otros como Australia se da la misma situación.

Tienes razón con eso de la clase media. ¿Qué más sabes sobre Chile?

—Tengo amigos chilenos y les digo a todos lo mismo: que tienen que arreglar sus problemas con Perú y Bolivia. Sé que perdieron guerras, pero si arreglaran sus diferencias Sudamérica sería un continente mucho más fuerte.

Finalmente, ¿podrías decirme cómo descubres nueva música?

—Descubro nueva música yendo a mi estudio en Berlín y grabando 45 canciones. No escucho radio, no hay nada para mí ahí. Estaba en una tienda HMV el otro día y empezó a sonar Taylor Swift. Sólo quería escapar. Pensé que había sido bueno con los demás y que no merecía estar en el infierno.

Dig!

Moon dogs

Glastonbury 2014