El laboratorista musical acaba de lanzar HD, su audaz acercamiento a la canción, con apariciones de Jamie Lidell, Jorge González o Alva Noto. Fascinado por la física del sonido, Uwe Schmidt revela la historia tras el disco, reflexiona sobre el pop imperialista y se aventura sobre futuros posibles.

Fotos por Renato del Valle.

Que Uwe Schmidt edite un disco es tan noticioso como que llueva en invierno o El Mercurio mienta. Desde 1990 suma más de doscientas publicaciones bajo innumerables alias —Atom™, Atom Heart, Señor Coconut, LB— y en colaboraciones con otros músicos. Pero HD, lanzado en marzo por la etiqueta alemana de electrónica de avanzada Raster-Noton y apreciado sin demora por la crítica especializada, asoma como un hito relevante dentro de su ingente producción, repartida, a grandes rasgos, entre acid y techno para la pista, electrolatino, abstracciones ruidistas y algo parecido al pop, esta última faceta con puntos altos en discos como Pop artificielle (1999) o las versiones de Kraftwerk o Yellow Magic Orchestra como Señor Coconut.

Aunque, si hablamos de pop, para Schmidt el término significa mucho más que canciones de extensiones radiales, coros pegajosos y referencias al pasado. En HD hay todo eso, pero las piezas de gestos funk, r&b, rock o electro aquí son capturadas por su particular imaginación sonora, compuesta de glitches, electricidad estática y espacios vacíos. Atom™ propone en este trabajo una intensa experiencia auditiva, que con la atención debida va develando las ideas e intenciones que su autor ha ido madurando los últimos años. HD es una especie de resumen conceptual de la producción reciente del multifacético Schmidt.

Concebido en 2005 como Hard disc rock, el disco tardó ocho años en materializarse en HD. Cuesta creer que un tipo tan metódico como Uwe Schmidt haya perdido no una, sino dos veces —la primera por un error suyo y la segunda por la incompatibilidad de una actualización del sistema operativo de Mac— todas las mezclas.

—Me choreó, perdí completamente la motivación en esta música, porque hacerla dos veces… Así que dije “chao con este disco” —revela ahora, en un español achilenado con acento alemán. Sentado en un elegante salón de decoración decimonónica de su casa de Providencia, Schmidt concede todo el tiempo necesario para detallar el proceso del disco y sus reflexiones al respecto, partiendo por el principio.

—Pasaron siete años, yo cambié mucho, mi actitud, mi interés. Hard disc rock tenía mucho más que ver con rock, justamente, con la actitud del rock, con grabaciones de guitarras y amplificaciones. No me interesaba la idea inicial, pero sí algunos momentos y algunas sensaciones y energías de algunas canciones. De las nueve canciones que hay en HD, tres venían de Hard disc rock.

—¿Siempre tuvieron voces las canciones?

—La mayoría sí. Tanto Hard disc rock como HD para mí eran discos pop, o antipop, no sé; pero tenían que ver con letras, con mensajes, aunque los de Hard disc rock eran otros. Mi manera de trabajar, técnicamente y de contenido, cambió mucho, pero faltaba el disco nuevo.

Ocupado en decenas de otros proyectos, de a poco Schmidt fue abriendo una a una las sesiones en su computador y a regrabar, ahora con mejor equipamiento analógico. Hasta que en enero del año pasado le comisionaron la curatoría de un segmento de la 10a Bienal de Video y Artes Mediales de Santiago, para la cual invitó a sus amigos del sello alemán Raster-Noton, Alva Noto (Carsten Nicolai) y Byetone (Olaf Bender) a tocar en el GAM.

—Ellos estuvieron como una semana en Santiago e hicimos un asado acá en mi casa, y el Olaf, que es el director del sello, me pidió que le mostrara algunas cosas nuevas. En ese momento yo tenía algunos fragmentos y un par de pedacitos que ni siquiera eran canciones, era muy poco, como el núcleo de algo en que estaba pensando. Y le mostré estos restos de Hard disc rock, sin voces, muy previo, y me dijo “termínalo y lo sacamos nosotros”. Le gustó la idea de un disco pop para su sello.

HD es, probablemente, el disco más pop del catálogo de Raster Noton.

—De todas maneras. Lo que siempre me gustó de Raster-Noton, desde que me invitaron la primera vez para Liedgut (2009), fue que me dijeron “queremos un disco tuyo, pero que no sea un disco pensando en Raster-Noton como los que hacemos nosotros, sino que seas tú. Puedes hacer lo que quieras”. Eso es lo que me gustó de ellos, que confiaron en que no iba a hacer algo, no sé, florido y naif, pero tampoco algo que me comprometiera hacia su formato. Ellos son muy conscientes no solamente de su obra, sino que de su sello y la onda que están creando, entonces quieren tomar ciertos riesgos y cambios.

—Para un sello tan radicalmente experimental, acercarse al pop sí que es un riesgo.

—No son gente tonta, no han encontrado por casualidad algo, como le pasa a muchos sellos, que nunca han pensado en algo especial y trabajan más de guata y han terminado en cierta onda porque les gusta y son incapaces de avanzar y de proyectar, lo que no es malo. Pero para lo que está haciendo Raster-Noton, que es una música y un arte mucho más tecnológico y que tiene que ver con el avance, con el tiempo real de las cosas, puede ser un poco peligroso quedarse pegado en una onda del 2001. Ellos son muy conscientes de eso y por eso siempre hacen cosas raras, que tienen algún punto de conexión con lo que han hecho, pero que también progresan.

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HD es un disco compuesto, programado, arreglado y cantado —robóticamente— por Atom™, pero para el cual recurrió a colaboradores: Alva Noto aportó beats y ruidos en el crescendo techno “Ich bin meine maschine”, Jorge González hizo coros y tocó el bajo en la versión ciberpunk de “My generation” de The Who, el fundador de Holden Dominique Dépret grabó las guitarras en el oscuro blues digital “The sound of decay” y Jamie Lidell puso su voz soul en “I love U (like a love my drum machine)”.

—Ciertas canciones llamaban a ciertas soluciones— explica Atom™—. Tenía ideas muy claras de lo que quería para tal canción y más bien buscaba los músicos. Por ejemplo, en “Pop HD” quería una canción en francés (canta el bajista de Señor Coconut, Jean-Charles Vandermynsbrugge), porque el “HD” me gustó mucho en ese idioma. La palabra “HD” suena bien y funciona en todos los idiomas, por eso me gustó el título del disco, porque “HD” es atrevido, grande, es en mayúsculas y uno al tiro cree que entiende de qué se trata.

—La sigla HD la vemos todo el día en los aparatos tecnológicos.

—Aunque para ti HD sería High Definition y para mí Hard Disc, pero da lo mismo. La cosa es que funciona como ícono, más que como mensaje. Y lo otro que me gusta es que, como es una abreviación, se puede decir en todos los idiomas.

—¿Por qué recurriste a Jamie Lidell?

—Hace algunos años hice una remezcla para Jamie, y le pedí que no me pagara dinero, que fuera un trueque, que él cantara en una canción mía. Quería una canción con su voz, específicamente, y una drum machine. Sin bajos, sin teclados: drum machine y él. Sin su colaboración no hubiese sacado esa canción.

“I love U (like a love my drum machine)”, el corte r&b robótico con guiños a Prince que interpreta el productor y cantante inglés fue la última grabación de HD, pero la que más costó concretar. Lidell mandó su parte de voces, 28 pistas nada menos, al filo de la entrega del disco, pero cometió un error técnico: la grabó a 48 kHz y no a 44 kHz, como corresponde. No servía.

—Lo había hecho con mucho entusiasmo, su interpretación era muy buena, pero tuve que pedirle que lo grabara otra vez, lamentablemente, y eso que ya estaba atrasado. Pensé que se iba a demorar días, entre que se motivara y grabara de nuevo, pero lo mandó de vuelta como en tres horas ¡Y era igual! ¡28 pistas y la performance era igual! Realmente me impresioné mucho, no conozco a nadie que pueda lograr eso.

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HD significa Hard Disc para Atom™, porque las canciones provienen del original Hard disc rock y pasaron de un disco duro a otro durante años hasta editarse, pero si consideramos el exquisito sonido tridimensional y las meditaciones psicoacústicas de cortes como “Riding the void” o “Strom”, donde la electricidad estática se manifiesta de manera rotunda en el espacio y en los oídos, lo de High Definition cobra coherencia.

Todavía más: en las notas del disco, el autor advierte que “HD no es compatible con sistemas de sonido mono, parlantes de computador, teléfonos celulares o cualquier otro método de reproducción inferior”.

—Hay muchas cosas en HD que tienen que ver con el espacio, por eso no es compatible con vinilo tampoco. Tenía muchas ideas definidas relacionadas con la física del sonido que había experimentado todos estos años y que quería concentrar en ciertos mensajes, no solamente que sean juegos técnicos, sino que fueran utilizados para ciertos mensajes, como “Riding the void”, donde juego con las fases.

—¿Por qué es incompatible con el vinilo?

—Cuando haces un corte para vinilo el bajo siempre es mono, porque la aguja no puede computar mecánicamente el lado izquierdo y el lado derecho de manera diferente, se salta, tiene que ser idéntico, es una cosa de fase. En este disco hice muchas cosas que mis amigos ingenieros me decían “eso no se hace”. Por ejemplo, desfasar el bajo, que tiene el efecto de que si estás en el medio se anula la onda, en cierto punto de tus speakers desaparece, no hay bajo. Lo que me gusta mucho de este efecto es que si te mueves en el espacio de tu sala, estás más en el sonido, los elementos que desfasé se empiezan a mover en la sala. ¿Dónde está el sonido? El sonido está en tu cabeza, no solamente en el aire sino en todo el proceso de la música.

Varias de estas ideas, Schmidt las experimentó primero en el festival japonés Labyrinth, al que fue invitado dos años seguidos. La gracia de ese encuentro de música electrónica de avanzada es que el sonido, a diferencia de la mayoría de los festivales, es lo más importante, la obsesión de sus organizadores. ¿Cómo logran el mejor sonido del mundo? Con el sistema Funktion One, el más potente y puro equipo de sonido de la actualidad, presente en prestigiosas discotecas y festivales alrededor del mundo. Los creadores del Labyrinth arriendan todos los Funktion One disponibles en Tokio para el encuentro. Y para hacerse una idea de la cantidad de parlantes, si el club La Feria de Santiago usa uno de estos sistemas para toda la sala, ese mismo equipamiento está montado sobre el escenario del Labyrinth como retorno para los músicos.

—Yo nunca en mi vida había escuchado música electrónica así, ni tampoco había escuchado tan bien cuando tocaba— recuerda Scmidt—. Estaba en el dancefloor junto a otros amigos y era como “qué onda”. Sonaba música que era como “Riding the void”, donde uno veía el sonido, sentías la onda del oscilador de la bassline, y si pasaba frente al subwoofer del sistema, que tiene como 200 decibeles, tenía miedo de desintegrarme. Era una sensación mística. Era una sensación física y metafísica también, porque es música al final. Esa idea siempre me interesó, pero en ese momento me fascinó.

—Pero tú siempre has puesto mucha preocupación en el sonido, tienes un interés musical y científico en ese tema.

—La única diferencia, quizás, es que he tomado la conciencia de que no había que sacrificar esa visión. Por un lado amplié mi visión con todas esas cosas extremas o raras, como cancelación de fase o sub bajos raros, que quizás en el pasado hubiese sacrificado por ser compatible con formatos, pero como el formato también desapareció…

—Existen todos los formatos ahora.

—Existen todos los formatos, más bien dicho. No es como hace diez años, que existió el CD y listo o antes el vinilo, y si tú no grababas compatible con vinilo o con CD no sacabas música, se terminó el tema. Gracias a Labyrinth tomé más conciencia de que esta volada mía no era aislada, una cosa loca, sino que podía ser un camino válido y objetivo para la música. La música electrónica puede tomar un camino que deje atrás restricciones de formato.

—¿Cómo recomiendas escuchar HD?

—En el disco dice que no es compatible con formas de reproducción inferiores. Creo que la música funciona como mensaje en lo básico en tu iPhone, pero no es la idea. Pero estas canciones, “Riding the void” y “Strom” y muchas otras tienen mucho que ver con esta volada física y esto que viví en el Labyrinth. Es, para mí, la apertura de un posible camino de la música, electrónica sobre todo.

—¿Y cuál es el formato adecuado?

—El MP3 no me interesa, no escucho en MP3, lo encuentro un mal formato. Funciona para ciertos tipos de música, uno puede escuchar Elvis Presley en un MP3, pasa piola en un audífono, en un iPod o en la cocina. El CD no tiene mi cariño, he trabajado mucho con CD, pero no estoy pegado con el CD. Me encantaría grabar en 96 kHz y en 32 bit y mandarte las canciones a ti tal cual, y tú lo pones en tu player y lo escuchas tal cual como yo sin ir por un carrier, que siempre es una pérdida. El CD está bien, es bastante cercano a lo que escuché yo en mi estudio, pero me gustaría poder dejar atrás el formato, con lo que se abre un mundo completamente aparte, que la música electrónica se separe de lo que es la música hoy en día. Hay gente que se lamenta por la desaparición del álbum, pero a mi me parece muy bueno, porque el artista tiene la libertad de hacer lo que quiera hacer, sin restricciones. Mi meta para fin de año es poder grabar en 96 kHz y 24 bits, porque yo compongo, grabo y lo escucho así y lo encuentro importante.

—Pero los reproductores comunes no lo permiten.

—No, todavía…

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HD tiene elementos de pop, de códigos reconocibles, pero lleno de fricciones, de subversión. Hay guiños a Kraftwerk, a Prince y a muchas otras cosas si uno se quiere fijar.

—Yo lo veía como un disco pop en el sentido de que maneja códigos del pop, maneja citas, lenguajes y referencias. (…) Me pasó algo muy curioso: una vez estaba dando una entrevista, una sesión de fotos de Señor Coconut en San Francisco, y con el fotógrafo fuimos a uno de esos cerros de San Francisco y mientras lo espero que instale sus cosas miro alrededor y de repente pienso “yo he estado acá, todo me parece familiar”, y era porque de niño vi (la serie) The streets of San Francisco, y habían implantado San Francisco en mi mente. Para mí era diversión, pero el mensaje era compatibilizarme con este mundo.

—¿A eso te refieres cuando dices “sonic invation / from nation to nation / Gaga, Gomez, Timberlake / give us a fucking break” en “Stop (imperialist pop)”?

—Cuando nombro a esas personas no me refiero a esas personas en sí, pueden ser válidas como artistas, pueden querer expresar sus cosas, pero si miras la historia son intercambiables. Lo importante es que estén reproduciendo un way of life. Quería una canción un poco polémica, sabiendo que es incoherente filosóficamente o sociológicamente, pero tenía que ser incoherente. Lo que me interesaba, más que el mensaje en sí, era una canción que traía cierta fricción, que despejaba la audiencia. Nietzsche una vez dijo “uno elige su público a través de su contenido”, lo que me parece completamente válido. Quería una canción política cruda y de alguna manera simplista, que pusiera un tema de una manera muy pop. Tiene ciertos giros que no son muy lógicos, como “fascist control thanks to rock and roll”, y uno se pregunta qué tiene que ver el rock and roll con el fascismo, pero yo veo la cultura pop…

—¿…?

—Sería interesante preguntar qué es el pop, para empezar. ¿Cuáles son los mensajes reales que transmiten los medios? Cuando yo escucho una canción o las noticias ¿cuál es el mensaje real que recibo? Y yo creo, profundamente, que los mensajes que creemos que recibimos no son los mensajes. Por eso es tan importante Elvis Presley: en todos lados, en Chile, en Francia y en Alemania hubo un Elvis local. Todos los países a los cuales llegó cierto mensaje cultural tomaron cierto camino de desarrollo, con sus modificaciones locales, pero han tomado ciertos cursos, lo que no encuentro nada natural, no pasó porque así es el mundo. Si miro la historia y me pregunto cuál es el mensaje del rock and roll en Alemania después de la Segunda Guerra Mundial: american way of life. Como Hollywood.

—Preparar el terreno para la conquista.

—Se trataba de nivelar, preparar el mundo para otra cosa, para la venta, porque para eso necesitamos códigos comunes, como que entendamos inglés. Todos los alemanes hablan inglés y los felicitan por lo educados que son, pero es porque perdieron la Guerra.

—”Stop (imperialist pop)” o “Empty” (“Internet killed the video stars / MTV, empty-v / MP3 killed MTV”) son críticas claras al pop como instrumento del imperio, pero el cover de The Who, “My generation”, con Jorge González en los coros y un final ruidista, no es tan claro.

—Nunca he hecho música con esta idea de Sting o Bono, en que compongo unos acordes, codifico algo, lo mando al mundo y espero que lo decodifique. En mi opinión eso es naif y eso es fome (aburrido), para mí no es arte. El arte es perturbar, básicamente, es su gran poder, lo que distingue la pintura del diseño gráfico. El diseño gráfico reconforta, un buen pintor te pone incómodo de alguna manera.

—Pero en HD y en otros discos pones muchos signos y referencias, me imagino que para que sean interpretados.

—Yo hago la música para mí y espero que la música sea un momento disfrutable y que se conecte en algo con otra persona. Me encantaría que otra persona lograra el 99% de entendimiento, pero no lo espero, sería trágico esperarlo. Hago todo lo posible para habilitar esta lectura y espero que funcione, pero lo más importante para mí es la satisfacción personal y todo lo que viene después, la recepción de las personas, es casi un extra. Un buen disco es el que se conecta en primera instancia con la música y de a poco se revelan, si te interesa, otras capas, pero no es necesario. Uno puede poner muchos temas filosóficos o sociológicos dentro de ese disco, que no fueron necesariamente las razones porque lo hice, pero forman parte del trabajo. Así, unos ancianos en México no tienen idea quién soy yo ni quiénes son Kraftwerk y les gusta Señor Coconut y lo bailan.

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—Con más de veinte años grabando incontables discos ¿Te sientes en total dominio de las máquinas, como una extensión de tu cuerpo?

—Manejo cierto lenguaje que tiene que ver con ciertas herramientas. Lo que me interesa es con la rutina trabajar y aprender cosas y convertir este lenguaje de lo artificial en algo natural. Nietzsche lo llama así: hacer lo artificial de uno o del mundo en natural, como andar en bicicleta, que es una cosa artificial, porque uno se sube a una cosa de metal que no sabe qué es. Para mí hacer música tiene mucho que ver con eso, con convertir experiencias nuevas, ajenas, artificiales, al lenguaje natural tuyo, y para mí siempre ha sido importante ampliar este lenguaje.

—Como el uso musical que haces de sonidos de errores digitales, energía estática, sub bajos.

—Yo soy coinventor del glitch o se inventó conmigo, no tengo idea; pero cuando hice glitch en el ’99 era parte de un aprendizaje. Este lenguaje nació de ciertas herramientas y de cierto interés estético. Yo no usé el nombre glitch, para mí no tenía nombre, pero cuando uno empieza a trabajar con máquinas el glitch aparece siempre, y uno puede tomarlo como un error o preguntarse por qué apareció ese clic, entonces uno va a la profundidad del equipo y en algunos ocasiones logra estresar a la máquina, hacer que el equipo sufra, que el sistema funcione al límite. Todos estos códigos son como palabras, como un idioma complejo, con frases y dichos.

—Dices de HD que es “espiritual, musical y científico”.

—Sí, yo puse esas tres frases porque a ciertas personas le podrían interesar y pueden conectar con estos tres puntos, quizás no. Para mí es una sola cosa. Lo espiritual acá no tiene que ver con religión. Para mí hacer música es una cosa muy rara. Cómo aparece una canción, cómo se manifiesta, dónde está ubicada, en este caso en un disco duro y ahí la conexión con lo tecnológico. Y lo más fascinante de todo es que en la música electrónica uno usa corriente que viene del enchufe, que en sí es una cosa rarísima porque nadie tiene una idea cierta de lo que es aunque lo manejemos y funcione. Para mí la electricidad es como el aura de Dios.

—Metafísica.

—Metafísica, y viene algo de tu enchufe y lo metes en máquinas y empiezas a darle forma y con cierta tecnología eres capaz de transformarlo no solamente en sonido sino que en música, grabarlo, reproducirlo y darlo a otra persona para que suene de nuevo en su cabeza. Ese proceso lo encuentro la cosa más asombrosa del mundo. Cada vez que prendo un sintetizador en mi estudio lo encuentro increíble.

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Antes de concentrarse en las presentaciones audiovisuales de HD, que comienzan el 3 de mayo próximo en el Elektra Festival de Montreal y continúan en Nueva York, Singapur, Italia, Alemania y el Festival Sónar de Barcelona, Uwe Schmidt se dejó ver en escenarios chilenos: junto a su mujer, la ex Prisionero Cecilia Aguayo, acompañó a Jorge González en el montaje del disco Corazones en el festival Primavera Fauna de noviembre pasado, donde también tocó con Vicente Sanfuentes en el dúo Surtek Collective. Además, con Sanfuentes se presentó en el recién clausurado club Cellar y semanas después con Tobias en el mismo sitio. “Me gustaba mucho el Cellar, por primera vez en diez años encontré un público para el que me daban ganas tocar”, se lamenta.

Surtek Collective, el dúo entre Schmidt y Sanfuentes que dio vida al acitón, la mezcla entre acid y reggaeton, se acabó, no va más, y Atom™ prefiere no detallar los motivos. Por el momento no tiene planes para tocar en Chile HD, pero este país, al que llegó en 1997 por razones familiares, le resulta cómodo para trabajar, más aun si en su misma casa tiene instalado su estudio, The Bowman Suite.

—A pesar de que pasas la mitad del años viajando, ¿no te sientes fuera del concierto internacional viviendo en Chile?

—Acá me puedo concentrar en lo que quiero hacer yo. El aislamiento me gusta mucho. Uno cree que el músico ve qué está pasando, cuál es la tendencia, pero nunca he hecho eso y me parece la peor estrategia, porque la tendencia es el tiempo pasado del mundo, no es el tiempo real, es algo digerido, entonces si te preocupas de lo que está pasando siempre estás tarde. El adelanto se crea cuando otros copian algo que ha sido bueno.

—¿Puede haber música nueva? Hay muchos que piensan que hoy todo es un refrito, que llegamos al fin de la historia.

—Estamos más allá del fin de la historia. Ese concepto del fin de la historia tiene una connotación negativa, porque se acabó algo que encontramos de alguna manera bueno o útil.

—El avance, el progreso, el sentido.

—El horizonte, adónde vamos, cuál es la meta, que esta meta nos afirma, nos guía. Este punto lo pasamos hace tiempo, pero el mundo cambió y nos demoramos harto tiempo en darnos cuenta que ya no estamos en 2001. Mucha gente todavía está en esta volada del mash up, por ejemplo, pero el mash up para mí es posmoderno, el mash up proclama el fin de la historia, pero para mí es irrelevante, porque ya estamos más allá del fin de la historia.

—¿Y en qué estamos ahora?

—La omnipresencia de todo. ¿Qué es la falta de historia? Es la falta de línea de tiempo, que no haya causalidad, que no haya momento en el tiempo en que cierta cosa sea ubicable. Se pierde el origen, se pierde relación con lo que venía, de dónde venía y adónde iba.

—¿Sientes especial HD? ¿Esperas algo de él?

—Trato de no proyectarme ni tener esperanzas de los conciertos o discos. Me subo a un escenario y trato de hacerlo lo mejor posible, que sea un buen momento. Con los discos es lo mismo: la cantidad de trabajo que está dentro de un disco como HD es tan grande y no es proporcional a cualquier expectativa que podría tener. Sería una estupidez tener mucha esperanza en un disco porque trabajé un año en él. Obviamente uno trata de que pasen las cosas, con promoción y muchas instancias que existen, pero al final uno nunca sabe.

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