Cerrando nuestra cobertura a la visita de Junior Boys a Chile, presentamos la entrevista que Pato Urzúa realizó a Jeremy Greenspan, voz y cerebro de los canadienses, horas antes de su show en Espacio Broadway.

Sobre sus próximas preocupaciones, sobre lo poco que importa el aspecto que tengas mientras hagas música de verdad, sobre crecer del otro lado de Detroit y sobre los efectos del ácido en un joven de 15 años hablamos con Jeremy Greenspan, la potente voz de Junior Boys.

Es un lugar común decir que, como ustedes hacen pop con sintetizadores, de algún modo están emparentados con la música de los ’80, ¿te acomoda la comparación?

Por un lado, definitivamente hay música de los ’80 que me gusta mucho. Cuando empezamos la banda, yo escuchaba harto Ultravox o Japan, David Sylvian, Orchestral Manoeuvres in the Dark. Y me siguen gustando hasta ahora. También cosas como los principios del house, Shalamar, Frankie Knuckles. Yo creo que por cada década podría nombrar una cantidad similar de artistas que me gustan mucho, pero ése no s el punto.

Hay algo que me molesta, y es que nosotros hacemos música de baile con máquinas y sintetizadores y por algún motivo eso se asocia con los ’80. Y no es necesariamente así. Nadie le dice a un grupo que hace música con guitarra, bajo y batería, por ejemplo, “ah, a ustedes les tiene que gustar mucho Buddy Holly”.

O “ustedes deben ser muy fans del sonido de los ’50…”

Claro. Y déjame decirte que si lo nuestro fuera la recreación de un sonido, algo así como una película de época, lo estaríamos haciendo muy mal, porque usamos máquinas y tecnologías que no estaban para nada disponibles en los ’80. No somos arqueólogos del pop. Si miras a un grupo como los Strokes, ellos hasta graban con equipos antiguos para sonar exactamente como los Stooges, por ejemplo.

Tus letras tienen cada vez más que ver, creo yo, con los sentimientos, las emociones, y lo difícil que es comunicarlos, ¿se te hace más necesario escribir letras emocionales como contrapunto a un sonido tan artificial? ¿Es más distante hacer música con máquinas?

Una guitarra también es una máquina, finalmente. No es intrínsecamente más emotiva que un sintetizador. Por ejemplo, un clásico como “Neon lights”, de Kraftwerk, es muy emocional. Yo creo que hay algo mucho más honesto en la manera en que nosotros hacemos canciones, porque controlamos todo, desde la composición al máster, y ahora que Matt (Didemus, la otra mitad de Junior Boys) vive en Alemania, el estudio se ha convertido, para mí, en una especie de capullo en el que me encierro para tratar de decir las cosas que me importa decir, comunicarse con la gente.

A veces se me ocurre que hay un abismo que hace de eso un imposible. Los dos últimos discos los he escrito precisamente pensando acerca de eso, sobre lo difícil que es hacer música, componer, decir cosas que importen… está esta canción, “Parallel lines”…

Sí, algo escribí sobre eso. Me llama la atención cómo se contrasta eso con la precisión casi inhumana de su sonido.

Claro. Todo tiene que ver con las limitaciones técnicas de tu medio. Vivimos en una época en la que comercialmente el rol del creador está en redefinición, porque está cada vez menos claro cuánto le importa la música a la industria. Por ejemplo, ni te imaginas la cantidad de veces que me han dicho “Ustedes no tienen la pinta que uno se imaginaría que tienen escuchando sus discos”, o “yo pensaba que ustedes eran unos flacuchentos pálidos con cara de europeos deprimidos”. Como que nadie se espera que yo sea este gordo canadiense gritón.

Una de las cosas que me atrajo de la música de baile fue precisamente eso, que muchos DJs o productores eran gente muy piola, que ni siquiera mirarías dos veces en la calle, muchos gordos que no estaban ni ahí… y no porque se estuvieran escondiendo, sino porque el aspecto no les importaba nada.

¿Cuánto hay de cálculo en su proceso de composición? Ahora que Matt vive en Alemania, me imagino que tienen reglas más claras para todo.

En términos del proceso de composición, para nosotros es todo ensayo y error. No es como que me siento frente a un piano a componer. La gente puede tener esa impresión de nosotros, pero déjame mostrarte mi estudio de grabación…

(Aquí Jeremy busca en su iPhone hasta dar con una imagen de teclados y computadores conectados por marañas de cables, nada muy diferente a lo que puede verse en cualquier estudio casero. Lejos de la asepsia que evocan sus canciones)

Siempre estoy tonteando con mi sintetizador, y si pasa algo bueno lo registro, pero es todo muy relajado. Soy cuidadoso con otras cosas, como que el cable que le pasa la señal de un equipo a otro esté nuevo, o que un sonido tenga la resolución que tiene que tener, ese tipo de cosas.

Yo los computadores sólo los uso para sincronizar equipos entre sí, nunca para producir sonidos o para mezclar. Ese proceso lo hacemos todo con equipos análogos, porque los sintetizadores tienen circuitos que le dan una personalidad que otras máquinas no pueden imitar.

Hace algún tiempo estuvo entre nosotros Dan Snaith, de Manitoba… entiendo que vienen de la misma ciudad… ¿se conocían?

Sí, venimos de la misma ciudad, Hamilton, claro que él creció en una parte más rural, y por lo que hemos conversado él era más fan del jazz y esas cosas. Yo crecí escuchando rock hasta los 14 años, y de ahí me pasé a la música de baile. Claro que la influencia de Detroit y todo lo que pasaba ahí es muy importante, pero cerca de Hamilton está este pueblito, Windsor, de donde viene gente como John Acquaviva, el sello +8.

Por otra parte, sólo un lago nos separa de Detroit, así que había un montón de fiestas en las que tocaban, por ejemplo, Derrick May, T1000, Richie Hawtin. Esas eran las fiestas a las que yo iba cuando tenía 15 años, porque no podía entrar a ningún bar a esa edad, toda la gente estaba en ácido

No podías copetearte pero podías comprar ácido. Qué bien…

Claro, aparte, costaba sólo cinco dólares.

¿Y después, qué hiciste?

Y de ahí me fui a Inglaterra a los 17 años, y escuché harto drum & bass, cosas con inflexiones más del jazz.

Sí, leí por ahí que tuviste un trabajo como productor, grabando a cualquiera que tuviera algo así como 10 lucas para grabar un demo de lo que fuera. Me imagino que aprendiste mucho.

Hacer producción de audio es un proceso de aprendizaje constante. Por ejemplo, nosotros escribimos nuestras canciones, las grabamos y las mezclamos, controlamos todo el proceso. Pero por otra parte, producir un disco es una tarea demasiado compleja como para que entre en una sola cabeza. Tienes que saber de estilos musicales, algo de historia de la música, teoría musical, un poco sobre equipos de grabación, también algo de electrónica, principios de física  acústica.

Nadie se la puede con todo eso. Siempre hay un área que no puedes dominar por completo. De hecho, yo diría que nuestros discos se tratan de eso, de descubrir nuevas máquinas, comprar equipos nuevos, conocerlos, y ver dónde nos llevan musicalmente esos hallazgos tecnológicos.

Por último… ¿qué van a hacer después de esta gira?

Mira, nos vamos a ir para la casa. Y en algunas semanas más me junto con Dan Snaith para editar un 12” por un sello chico que tiene, Jiaolong. Con mi nombre nomás, sin un alias ni nada así. Y después vamos a hacer algunas cosas con Matt para editar también como canciones sueltas por Jiaolong. Al principio no queríamos usar el nombre de Junior Boys para eso, pero después lo pensamos y bueno, la verdad es que los dos somos Junior Boys, así que sería absurdo ponernos oro nombre para hacer cosas diferentes.

Así que lo próximo que vamos a editar será completamente instrumental, y supongo que alguien podrá apestarse por eso, pero nos importa poco. Tal vez volvamos a editar otro disco, tal vez no hagamos nunca otro más, tal vez cambiemos para siempre la manera en que sonamos. ¿Quién sabe? Nos tomamos las cosas con mucha calma, porque no reaccionamos bien a la presión.


Foto: Claudia Jaime