Sobre la memoria, la poesía, los detalles de su nuevo disco, el trabajo de un artista en los tiempos que corren y su ocupada agenda de presentaciones, hablamos con Daniel Riveros en la antesala de la aparición de GP.

Daniel Riveros estaba, a principios de este año, en un rincón del lago Llanquihue donde no había red ni señal de teléfono, ni radios. El atardecer era una hora de silencio, de ese que no se conoce más en las ciudades, de ese que alguien que ha tocado en Nueva York, Sao Paulo y Madrid aprende a apreciar. “Y había murciélagos”, cuenta Gepe. “Tuve una sensación extraña, un desamparo, y escribí ‘En la naturaleza’ de una, de un tirón, me salió todo junto, letra y melodía al tiro. Es bacán cuando eso pasa”.

“En la naturaleza (4-3-2-1-0)”, el primer single de GP, el disco que Daniel Riveros Lanza hoy, revela varias de las preocupaciones constantes en la música de Gepe, en su acercamiento a la composición. Su lenguaje desmañado, libre de complicaciones, es eco de esa “aparición” que cuenta Daniel, esa revelación que venía más del cuerpo que de la cabeza. “No como carne desde principios de año”, cuenta Daniel Riveros mientras come una ensalada en un café a la orilla de una plaza. “Y ya no la puedo comer… hay cosas que el cuerpo olvida cómo hacer”.

–Este disco se llama igual que tu alias, y me parece recordar que es una marca de cintas, o algo así…

Es una marca belga muy chica de película para tomar diapositivas. Una vez vi una caja por ahí y me gustó, la encontré bonita, aunque en realidad me hubiera puesto cualquier nombre. Lo que yo quiero hacer con este nombre es probar una marca, establecerla… es como decir Pilar Sordo… ella es una psicóloga. ¿No? Mira, no sé, ni siquiera he leído algo suyo, pero cuando escucho su nombre ya lo tengo asociado a algo en mi cabeza, está en todas partes. A algo de eso apunto intuitivamente, a formar una marca, algo que se reconozca desde la repetición. Este disco se iba a llamar gepegepegepe, como mi Twitter. Al final lo cambié a última hora.

–Más allá del nombre, lo que me llama la atención es que nunca te has quedado con el mismo sonido en ninguno de tus discos… ¿esa evolución es algo que buscas, que te propones, o es algo espontáneo?

No es para nada algo forzado. Claro que tengo una obsesión, para mí la música más linda del mundo es el folclor, y me pregunto siempre cómo llegar a un sonido así sin que parezca una tontera, sin que sea el sonido de una feria artesanal ni tampoco algo snob o demasiado elaborado.

Creo que en este disco no hay ningún resabio de los discos anteriores. Puede que tenga más en común con Gepinto, el primero, aunque no hay canciones que se parezcan tanto. Hungría, el segundo disco que hice, tenía que ver más con el sonido de los Pet Shop Boys, que me ha gustado siempre. Audiovisión tenía más que ver con jugar con los arreglos, con hacer crecer las canciones con la instrumentación más o menos como Miles Davis.

–¿Y “En la naturaleza (4-3-2-1-0)”? me parece que por lo menos esa canción continúa tu romance con la música folclórica… de otra manera, claro.

Tiene que ver más con una onda que me gusta, andina-reggaetón-reggae, si es que existe algo así. Todo, o casi todo en este disco, por lo menos el 85 por ciento, lo compuse entre febrero y abril de este año, excepto por un par de canciones que tenía guardadas desde el año pasado. Y las letras, creo que son las más simples que he escrito.

–Me llama mucho la atención el uso de palabras casi infantiles, como “bicho”… es interesante que no te compliques la vida para contar esa historia

Sí po, nada de la filosofía, del arte ni la cacha de la espada. Estas letras son tonteras que hablan un poco de todo, que para mí tienen algún sentido, obvio, pero son pequeñeces, cosas dichas a la ligera. Como la vida humana nomás.

–Hace años, cuando estabas por editar Gepinto, recuerdo que te entrevisté para La Nación Domingo… y entonces me dijiste que le cantabas “a la nada”. Han pasado bastantes años, ¿sigues pensando igual?

Mis canciones sí hablan de algo, pero creo que la nada es el tema más interesante. Mi música siempre está en busca de algo, creo que sigue creciendo mientras no se cristalice. Hay una canción de este disco, “Fruta y té”, en la que creo que he logrado algo… es más directa, tiene una verdad, una honestidad que se me apareció y tenía clara desde el principio, y se nota en que la canción no ha cambiado en nada desde el demo. Hay canciones que son así: “Por la ventana”, por ejemplo, del Audiovisión, fue así.

–Hoy el pop chileno es un asunto a nivel mundial, quizá como en ningún otro momento de nuestra historia… más allá de que los discos se puedan descargar en cualquier parte del mundo, hay cierto interés afuera por nuestra música. ¿Te importa eso?

Me importa, pero no tanto, no escribo pensando en eso. Yo creo que lo tengo incorporado, hay una mirada que nunca he cambiado en ese sentido. Igual a veces pienso que hay frases que por ejemplo en México no van a entender jamás, y a veces la cambio.

En España estuve con gente que me decía que se moría de ganas de venir a Santiago, de estar aquí, de caminar por la ciudad, de escuchar a todos los grupos… y la verdad yo les decía que no era par tanto, si a final aquí todo pasa como en dos calles nomás. Lo que pasa es que además ha habido un salto técnico en la producción de discos que permite que la música chilena suene en cualquier parte del mundo… y eso no es de hace tanto tiempo.

–¿Qué discos dirías que abrieron ese camino, el de los “bien producidos”?

Doble opuesto, de la Ley, o La espada y la pared, de Los Tres… Esperando nada, de Nicole, también. Esos discos suenan increíbles, perfectos, los puedes poner al lado de cualquier artista.

–¿Cómo llegaste a trabajar con Cristián Heyne? ¿Él se interesó por tu música en algún momento?

A través de la Javiera Mena, yo creo. Ella le pasó el 5×5, mi primer EP, a Heyne en su momento, yo después le grabé una batería para su primer disco. Y siempre nos juntábamos a huevear con Heyne, y terminamos grabando juntos un EP, Las piedras. Esa buena onda que teníamos que iba más allá de lo profesional coincidió con el presupuesto adecuado, y por eso empezamos a trabajar. Aparte de que Heyne tiene corazón de indie, yo creo que es obvio que se siente más cercano a eso, a la música más alternativa.

–¿Crees que es relevante la relación entre artista y productor?

Seguro, es una clave de todo lo que yo he hecho, tener una química con la persona con la que trabajo. Yo nunca he contratado a nadie porque tuviera mejores equipos. Aparte del talento, tiene que haber también una onda. Por ejemplo, trabajar con Vicente Sanfuentes en Hungría fue así, yo nunca había pensado que podía trabajar con alguien como él. Con Heyne hueveamos y trabajamos a partes iguales. No sé, vemos You Tube, esas huevadas que uno hace con los amigos.

–¿Cómo va a ser el lanzamiento de GP? ¿Qué pasa después?

Bueno, partimos en el Club Chocolate… nunca he ido a ese lugar. Después en noviembre nos vamos a la feria del libro de Guadalajara, y después tengo unas fechas en Estados Unidos, Brasil, Uruguay, Argentina… de ahí Lolapalooza… bueno, hasta ahí estoy enterado.

–Debo decir que soy un poco un huérfano de tu primer sonido… ¿volverías al folk?

Probablemente no. Nunca me ha interesado hacer de nuevo la misma cosa. Pero igual, por ejemplo, hace poco hice diecisiete canciones para un musical, Sueño sur, que está ambientado en Chiloé… y claro, eso no tiene nada que ver con esto, son canciones con guitarra. Me tuve que desdoblar para hacerlo.

–Volvamos a esa búsqueda de la que hablabas, a eso de hacer este disco sin resabios de los anteriores. ¿Hay alguna constante que defina tu carrera, eso que une todo lo que has hecho en una sola cosa?

Difícil. Pero hay una frase de “En la naturaleza”, eso de “la alegría es igual que la pena / las dos personas en el mismo lugar”. Yo creo que todo pasa al mismo tiempo. No creo en la euforia ni en la extrema tristeza. Pienso que esa podría ser la frase de mi carrera. Sí.

–Como artista en este momento, y volviendo a eso del interés creciente que hay afuera por nuestra música… ¿te interesa aspirar a algo así como el estrellato? ¿Te sentirías incómodo siendo un famoso fuera de ciertos círculos?

Lo más esencial es no tener prejuicios. Igual las barreras entre el indie y el mainstream están cada vez más disueltas, el pop se nutre cada vez más de cosas más difíciles, riesgosas. No sé si Lady Gaga entra en eso, pero… ¿Skrillex? Es bien ruidoso, es bien disonante, y es una estrella del pop, en su escala eso sí. Me cuesta entender su música.

Igual, el indie de guitarras ya fue, para mí por lo menos. Esta es la hora de ser más algo así como un DJ; un curador, de manejar las propias influencias. Y el primer mundo necesita contenidos, se muere de sequía, y ahora, como antes, miran al tercer mundo para alimentarse de algo. Si en los ‘70 fue África, tal vez ahora sea el momento de Latinoamérica.