Con motivo de su primera presentación en Chile conversamos con Nacho Vegas sobre su último disco, sus inspiraciones y el vínculo idiomático que lo une con Latinoamérica.

Tal vez suene presuntuoso presentar a Nacho Vegas como un cantautor cercano a Leonard Cohen, Neil Young o esos bob-dylanescos personajes que se admiran por la dedicación con que brindan su intimidad en sus canciones, mostrando esos misterios universales que envuelven cada existencia y que ellos exhiben así, como si nada, en canciones de una profundidad que conmueve. Por esto no es pretencioso decir que Nacho Vegas es uno de los más honestos y sensatos compositores de ese género que llaman folk, que es tantas cosas y que finalmente que ver con el rock.

Desde su aparición a mediados de los noventas con Manta Ray, el asturiano se presentó como una de las figuras insignia de esa primera escena del indie español. El 2001 debuta como solista con Canciones inexplicables, un disco de una honestidad brutal y que fue escogido como “Mejor álbum español del año” por la revista Rockdelux y uno de los “50 mejores discos en español “ según Rolling Stone. Con esa tribuna, Vegas ha editado más de diez álbumes—además de colaboraciones con Christina Rosenvigne y Enrique Bunbury— y compilaciones de música popular asturiana.

Con todo ese equipaje, el compositor español se presenta por primera vez en Chile para mostrar Resituación (Marxphone, 2014) y hacer un recorrido íntimo por su bien provista discografía.

—Hay una tendencia en las bandas de rock por cantar en inglés, lo que puede ser una opción fonética o una solución frente a la dificultad de escribir una buena letra. Por tu parte, das al uso del idioma mucha importancia y ese es uno de los elementos que más te conecta con Latinoamerica.
—El español que se habla en Latinoamerica es muy bonito, al contrario del español que se habla en España, que es muy tosco. A veces no lo comprendo por completo, pero me encanta igual. Hace un tiempo me pasaron una antología de poetas jóvenes argentinos, publicada por la editorial de Viggo Mortensen, y estaba escrito en un lenguaje que me era muy difícil de entender. Me explicaron que era un argot de Buenos Aires, pero que no recuerdo su nombre. En fin, compartimos una cosa maravillosa que es el idioma, es triste haya sido impuesto por medio de genocidios atroces, por los que los españoles tenemos que pedir disculpas historicamente, pero cuando he ido a Latinoamerica he quedado encantado con la gran cantidad de formas y acentos al hablar. Cuando he estado allá, el choque cultural ha sido muy fuerte, pues es un mundo diferente. En Europa la globalización ha llegado de una manera muy salvaje, no solo en las ciudades grandes, sino también en las pequeñas como Gijon que es mi ciudad y tiene solo 250.000 habitantes, aún así ha sido homogenizada como el resto del continente, haciendo que todas las ciudades parescan unos aeropuertos licitados a las mismas marcas, todas iguales. Por el contrario, cuando veo el cuidado que hay en Latinoamerica con su cultura popular, es algo que soprende y pienso que tenemos mucho que aprender

—En tu último disco, Resituación, se detecta un sentido más social que en los anteriores y parece ser producto de este descontento por cómo han ido las cosas en los últimos años, ¿lo vives como algo intencional?
La música popular siempre está relacionada con los conflictos sociales y los procesos político-culturales que tienen lugar en cada época . En el caso de España, hubo un cambio muy importante en los últimos 15 años, sobre todo a propósito de los atentados del 15M y todo lo que conllevó, eso nos hizo a muchos cambiar una cierta perspectiva. Los movimientos sociales nos han hecho pasar de la primera persona del singular a la primera persona del plural; nos han llevado a combatir el individualismo imperante en la sociedad, mostrando que los problemas no eran solo personales sino que también colectivos. Eso afectó a la cultura, de una forma lenta y rápida a la vez, tal vez la música va un paso más atrás que otras manifestaciones pero el cambio en la mirada hacía temáticas más colectivas es bastante intencional, pues hacer canciones nunca es un acto inocente, siempre hay una intención y siempre lo haces desde un posicionamiento con respecto a la realidad, desde tu intimidad o desde un contexto social, siempre te estás posicionando con respecto a lo que entendemos por realidad.

—Ese posicionamiento parece inspirado por el desorden, por el lado caótico de las cosas y no por el orden ni lo cotidiano. ¿Es una forma de combatir la insatisfacción?
—Las motivaciones de la música popular tienen muchas razones y muy diversas. La gente canta en las fiestas para celebrar, pero también canta en los momentos de duelo para compartir el dolor, para intentar comprender o compartir algo tan incomprensible como puede ser la muerte o los misterios de las cosas. La gente canta en los momentos en que su trabajo es alienante o doloroso, cuando hay guerra o cuando tenemos conflictos personales, las angustias propias sobre las que también cantamos. Puede ser que todos aspiremos a tener una vida armoniosa, es algo válido, y si todo fuese por completo armonioso, entonces habrían canciones de celebración. Por lo demás, el mundo tiende a ser hostil… y es hostil para cosas como el amor o como la música entonces cantamos para combatir hostilidades y esas hostilidades están representadas en algo que nos es incomprensible, tanto en los conflictos íntimos como en los sociales. Si una relación tormentosa es difícil de comprender, imagina como lo es un conflicto social y todo lo que conlleva. Todo forma parte de lo mismo, de la realidad y la vida. Las relaciones intimas tienen que ver con el mundo en el que vives, y la música tiene una relación y compromiso con su momento y su lugar.

—Quizás todos aspiramos a una vida armoniosa, como me dices, pero también fantaseamos con una muerte dramática, como cantas en “Maravillas de la condición humana”.
—Justamente en la canción digo eso, que el mundo es tan hostil que nos hace fantasear sobre una muerte dramática. Hace unos días leía un articulo de un filósofo español que se llama Santiago Albarrico —también escribe cuentos y ensayos— en que hablaba sobre la diferencia entre la fantasía y la imaginación. Su reflexión iba hacía lo pernicioso que puede ser la fantasía y lo bonita que puede ser imaginación. Lo recordé por la cita a la canción pues sí, todos fantaseamos con una muerte dramática, pero eso es en el plano de la fantasía y no podemos quedarnos en ese lugar, es mejor pretender lo que imaginamos a lo que fantaseamos.

—En tus canciones parece haber una tendencia por contradecir el ánimo de lo que cantas con la música que la acompaña, por ejemplo en “Ciudad vampira”, donde la letra es muy sombría, pero la melodía no representa eso.
—Sí, creo que lo he intentado hacer más de lo que lo he conseguido. Es algo que me gusta mucho observar en cierta música popular y tradicional. En cualquier cancionero tradicional como el asturiano, por ejemplo, encuentras canciones con ritmos alegres pero te fijas en la letra y están cantando sobre cosas realmente dolorosas. “Ciudad vampira” es un tipo de canción hecha con acordes mayores, que si fuera hecha con acorde menores, acaba en un espiral, una especie de ombliguismo extraño del que no sales. Creo que la música popular se nutre de este tipo de paradojas, de contradicciones que posibilitan que ciertas canciones sean armas poderosas, cómo la música de Phil Ochs, que logra hacer canciones de protesta política con muchísimo humor.

—Por tu parte, acostumbras ciertas figuras icónicas en tus canciones, guiños a ciertas personajes que ilustran y dan cuenta de un “realismo imaginario” en que se incluyen nombres tan discordantes como Miguel Bosé, Melville o Karl Marx.
—(Se ríe) Me encanta. Creo que nunca nadie había puesto en una misma frase a Herman Melville a Miguel Bosé y a Marx. Sí, es cierto que son todas figuras icónicas pero que me llegan de forma muy diferente. Hay un tipo de autores que te influyen directamente y hay otras que son iconos populares de la cultura actual, una que está llena de marcas. Hubo un pequeño conflicto en España cuando Resituación, pues yo no quería que se comentara tanto la frase en que hablo de Miguel Bosé muerto en una piscina porque por supuesto que no tengo nada en contra de Miguel Bosé personalmente, simplemente me parece que es una figura que representa una parte de lo que era España en los 80s y 90s, y en realidad cuando de Miguel Bosé es como si hablara de los supermercados Carrefour, por decir algo, que son marcas demasiado presentes en nuestras vidas y son significantes vacíos que hay que llenar. Pero contra la música de Miguel Bosé no tengo nada. Creo que cuando llegas a ser tan famoso tienes que resignarte a ser una marca y es una pena que nos hagan creer que para “triunfar” tenemos que ser marcas y desproveernos de nuestra propia identidad personal y cultural.

—Finalmente una pregunta de rigor: ¿Qué vamos a ver en tu presentación en Santiago?
—Es la primera vez que visito Chile. Voy con un formato reducido, con el que hemos estado presentándonos acá en España. Es un formato de trío y quizás hagamos alguna colaboración con algún músico de allá. Presentaremos las canciones en un formato más íntimo, pero vamos sobre todo con respeto, humildad y admiración cultural por un país como Chile que estos últimos años ha pasado por cosas parecidas a las que hemos vivido en España y cuentan con una música popular maravillosa, de la que por suerte nos han llegado muchas canciones. Y esto no es algo que lo diga porque se tiene que decir, de verdad me hace muchísima ilusión conocer estar allá.

afiche_NACHO_2000px