Cuesta entender cómo un hombre que llena estadios con gente bailando, que anima multitudinarias fiestas de hedonismo propulsado por la electrónica y que es una especie de superventas dentro de la escala del género, puede seguir diciendo que su música es “underground”. Pero eso es exactamente lo que hace Richie Hawtin, que además acaba de editar Arkives 1993-2010, una masiva caja de once discos y un DVD que recopila lo mejor de su producción como Plastikman.

Para entender a Plastikman, el alias más exitoso de todos los que ha usado a lo largo de su carrera el polifacético Richie Hawtin, hay que entender dos cosas primero. Una, que en 1979, cuando tenía nueve años, su familia se lo llevó de Inglaterra a Windsor, Ontario, una ciudad que está separada sólo por un río de Detroit, el lugar donde nació el techno. Dos, que crecer en los años ochenta como el hijo de un programador de robots de la General Motors, en la ciudad donde las máquinas hicieron bailar a la gente por primera vez, fue clave en que Hawtin escogiera la electrónica de baile como medio de expresión.

Y que se le ocurriera usar los ritmos más fríos y cuadrados para buscar algo más ahí que el punchi-punchi.

Igual eso, como todo, es discutible. Por ejemplo, lo de la definición de Plastikman como un artista “underground”, palabra que usa en su sitio oficial y que personalmente me repugna. Y que en el caso de Plastikman me parece además una contradicción de términos.

-¿Cómo puede ser que un artista de tu éxito siga definiéndose como “underground”? ¿Qué condiciones son las que hacen de un artista alguien “underground”?
-Es una pregunta que siempre me hago, y lo he hablado mucho con mis amigos. Sé que mis fiestas mueven a un montón de personas y vendo muchos discos, pero me sigo considerando under. Toma a los Chemical Brothers, por ejemplo: su música no está diseñada para ser masiva, es un sonido bien underground. Yo mismo sigo pegado con los sonidos del  underground y mi posición ahora es que como he estado involucrado en la música hace veinte  años ya tengo una presencia mayor en la escena. Mi nombre ha crecido, mi música se ha propagado, pero me interesan más los sonidos de avanzada, más riesgosos. Es precisamente el motivo por el que sigo haciendo cosas en vivo y por el que he editado Arkives. Mi propuesta artística es presentarle mi visión de la electrónica a la mayor cantidad de gente posible. Mi música es extraña, visceral, física, no es música pop, y las muchedumbres necesitan escuchar eso.

-En la electrónica, como en casi cualquier género, es fácil distinguir entre dos polos: el de la experimentación, que uno como auditor asocia a cierta “consecuencia” artística, o lo que sea; y el de la “amabilidad”, que tiende a producir cosas que se pueden consumir sin tanto concepto detrás. ¿Lo ves así? ¿Te planteas esa oposición o te parece que ese problema es más bien algo artificial?
-Creo que tienes razón de cierta manera, pero si eso es así se me ocurre que estoy en la mitad. Juego con eso y tengo la idea de invitar a las multitudes a cosas que los descolocan, que violan las fronteras de los géneros. Todo esto, la música, el baile, es entretenimiento en cierto nivel, pero también la idea es usar tecnología de punta para crear, y eso tiene algo de atrevido. Claro que me gusta que haya cierta consecuencia estética, pero al mismo tiempo me importa que la gente se vuelva loca en la pista. La electrónica está cambiando y en la legión de músicos haciendo cosas ahora hay gente que se acerca a Oval, por un lado, otros que van más hacia lo que hace David Guetta. Me gusta estar en el medio, tratando de abrir la mayor cantidad de mentes posibles. No creo que la música que hago como Plastikman sea para todos, pero sí quiero que todos tengan la oportunidad de que le guste y que la conozcan. Y que  decidan por ellos mismos.

-¿Por qué editar Arkives ahora?
-Hay una cantidad de gente que disfrutó mucho mis sets de 2010, y hay cierto interés en mi música y en mi sello, Minus, de gente que podríamos llamar novatos, hacia lo que es popular ahora y de sus raíces en los principios de los ’90. La idea es mostrarle los cimientos de ese sonido. La exactitud del minimalismo, la frialdad de algunas cosas. Ojalá eso les abra los horizontes. La escena está explotando de nuevo ahora, y como embajador de la electrónica por los últimos veinte años siento que es una responsabilidad que tengo: mostrarles cómo llegamos aquí.

-Dijiste que la tecnología era clave en tu trabajo, pero en los principios, en Detroit, el asunto era hacer bailar a la gente con una máquina de ritmos y ya, no se trataba de quién tenía la última máquina. Hoy mismo sigue siendo así, no se trata de qué computador usa Daft Punk o de las máquinas de Kraftwerk: al final uno puede hacer lo que quiera con máquinas muy viejas, por ejemplo.
-Muy cierto. Esto no se trata de la tecnología que usas, sino de cómo la usas. Mi viaje, mi carrera, se ha tratado de mantener la mente abierta, de ver si hay algo nuevo que me ayude a expresar mi creatividad de una manera nueva, más profunda, más interesante. La tecnología sigue siendo igual de importante hoy que hace veinte años para crear electrónica: puede ser un boombox, una tornamesa, un computador, una TR-808. El asunto es que tú como individuo encuentres la manera de expresar tus ideas y comunicarlas, puede ser política, música, lo que sea. Y al final la tecnología desaparece y lo que queda es una idea.  A mí me gusta que el instrumento que comunica mi mensaje cambie y mute, y cómo refleja e interactúa con mi espíritu creativo.

-Ya que la tecnología es vital en lo que haces, y que has sido vocero, embajador o como quieras llamarle de varias marcas de equipos, softwares y de un montón de otras cosas, tiene sentido que te haga esta pregunta: ¿Hacia dónde crees que evolucionará la relación entre tecnología y creación musical?
-En los viejos días la tecnología era más simple. Con un drum machine y un par de sintetizadores podías programar de manera muy fácil. Grabar una sesión en vivo era muy sencillo. Y la evolución de los computadores es un poco un bache. Con un computador se puede corregir todo, hacer las cosas más locas que tengas en la cabeza, y se ha perdido un poco la espontaneidad del asunto. Me interesa volver a los momentos de creatividad espontánea, sin importar la plataforma. Lo que oyes tiene que ser creado en el momento en que lo oyes, en vivo, tiene que ser la ejecución de algo real y no un asunto de apretar play nomás. Cuando hago DJ sets me gusta sobreponer la mayor cantidad de tracks posible, crear casi como una corriente de conciencia, un relato, un viaje musical que hacemos todos al mismo tiempo, una comunión. A eso espero que nos dirija la tecnología.