Ex vocalista de la mítica banda trasandina Suárez, Rosario Bléfari no para de sorprender. Tanto por Privilegio, su última producción musical, como por Verano, la nueva película del director chileno José Luis Torres Leiva, estrenada el jueves pasado en la Sala Cine del Centro de Extensión UC.

Esta increíble y multifacética mujer, que ya marcó un hito en la cinematografía latinoamericana al protagonizar Silvia Prieto (1999), nos cuenta sobre su carrera de actriz, cantante y artista integral.

Como actriz has trabajado con tres de mis directores favoritos, Martín Rejtman, Rodrigo Moreno y José Luis Torres Leiva. ¿Cómo te enfrentaste a la hora de trabajar con ellos? ¿Nos podrías contar de sus metodologías de trabajo?

En el caso de Martín, el trabajo ha sido una continuidad porque nos conocimos cuando él se reunía con Martín Reyna, un pintor con quien estaba de novia a los 20 años, para un corto que estaba por hacer: Doli vuelve a casa, entonces me vio y le pareció que podía hacer el personaje femenino de Doli. Entonces ya desde aquella primera experiencia conocí su manera de trabajar y lo que quería. Él recién empezaba, estaba forjando su manera también, se estaba haciendo. Y cuando hizo Silvia Prieto lo escribió pensando en mí como actriz del personaje, entonces fue muy fácil. Ensayamos siempre que trabajé con Martín, sobre el texto mismo del guión, nunca improvisar.

Con Rodrigo, a quien no conocía pero sí había visto El custodio, nos conocimos para hacer un telefilm para canal 7, parte de un ciclo donde se juntaban un director de teatro y uno de cine. Él hacía pareja con Vivi Tellas, del teatro. Yo tenía el protagónico donde tenía que hacer de mí misma, con nombre y apellido, que era convocada para un proyecto en la tele y actué junto a Nahuel Pérez Bizcayart. Ensayamos también bastante antes de grabar y para Un mundo misterioso, ensayamos con Esteban Bigliardi unas dos veces.

¿Y Torres Leiva?

No nos conocíamos ni yo había visto sus películas. Me escribió y me explicó muy bien lo que quería y de qué se trataba la película. Entonces viajé a Chile a conocerlo y a ver el lugar donde filmaríamos y hubo un entendimiento inmediato, pero ya en la charla nomás. Fuimos al lugar y encajaba perfecto con lo que él me decía. Me dio sus películas y también El cuarto de Wanda, porque me había comentado algo de ella, aunque no era una referencia directa, y me las llevé a Buenos Aires y las miré.

Primero vi la del terremoto y luego las otras, me gustaron mucho y lo mismo que en el caso de Martín, hay una continuidad entre la persona, su obra y su manera de hablar. En el caso de Rodrigo, quien es muy claro también, no siento tanto eso, me parece un director que puede hacer cosas completamente diferentes aunque tiene su estilo, es más juguetón en cierta forma, o explorador, al menos por ahora; en cambio en el caso de estos dos directores hay desde los primeros trabajos una especie de firma muy personal, indeleble.

En Verano era particularmente relevante el material de registro y la textura de los espacios. ¿Cómo influyó eso en el rodaje? ¿Te demandó algo distinto el estilo silencioso de José Luis Torres Leiva? Su cine del desplazamiento, más contemplativo que narrativo.

Para nada, al contrario, la presencia de las cámaras era imperceptible, lo mismo que del resto del equipo haciendo su trabajo, una especie de invisibilidad muy buena para el actor, en especial cuando se necesita un registro espontáneo. Me encanta ser parte de una imagen, de un cuadro, que está contando solamente al ser mirado. Me gusta actuar para eso.

Cuando estuviste presentando Verano en el Festival de Venecia junto a Torres Leiva, produjeron unos videos en homenaje a Raúl Ruiz. ¿Cómo es tu relación con Chile, y en particular con el cine chileno?

Justamente esa era una película, Palomita blanca, de la que me había hablado hacía muchos años Martín y no la había visto, pero me acordaba especialmente de ese comentario. La vi cuando tuvimos que hacer la escena y entendí cómo podíamos hacer esa escena con Julieta. Yo traté de hablar con tono chileno porque había estado con los chicos unos días en Venecia y me sentía mimetizada, seguramente debe sonarles raro, pero a José Luis le pareció bien, que no era tampoco una simulación, un engaño de nada, sino un homenaje.

Fue como meternos en la pielcita de esas palomas un rato en otra época, en otro lugar, como un homenaje a los personajes y a su creador atravesando tiempo y espacios. Me sentí como cuando se hace una escena de T. Williams o de Chejov, donde no hablas ni en inglés, ni en ruso, sino que esos personajes vienen viajando, ya más allá de nacionalidades y actores, su eternidad más allá de la vida del autor. Eso era para mí al menos, como un lanzamiento a la eternidad de algo que hizo Raúl Ruiz.

No puedo dejar de preguntarte por tus otras facetas. Por casualidad he conocido a dos chicas que estuvieron en tus talleres: la actriz María Canale (protagonista de Abrir puertas y ventanas) y la cantautora Violeta Castillo (que ha tenido un inusitado éxito en Chile y donde se puede ver claramente tu influencia). ¿Nos podrías contar de qué van estos cursos? Pareciera ser que te entregas mucho a la labor pedagógica. ¿Te acomoda esa faceta?

No creía yo para nada en lo pedagógico en materia de arte cuando era muy joven, después por insistencia de amigos que les parecía que podía transmitir algo y necesitando también trabajar más, empecé a pensar en cómo me gustaría a mí hacerlo, de qué forma me interesaría de verdad y no como un trabajo que se hace a regañadientes, porque de esa manera no lo iba a hacer.

Me animé a hacer un primer curso en extensión universitaria de la UBA. Ahí aprendí mucho, venía mucha gente distinta, desde fans de la música hasta personas que estaban desorientadas o no sabían qué hacer o habían dejado hace un tiempo lo que les gustaba o se habían frustrado, o tenido que estudiar otra cosa. Gente que me conocía y respetaba, y otros que nada que ver, y así aprendí, probé y fui armando una serie de ejercicios y cosas que entrenan al escritor de canciones. Que para mí es un escritor.

Por puras coincidencias he visto tu presentación en vivo más de 5 veces el último año: en Valdivia, en Santiago, en Buenos Aires (Niceto) y también en el escenario del pasado Bafici. Me llama la atención el derroche de energía que dejas en el escenario, tanto en la voz como en el movimiento. ¿Cómo es que tu proyecto solista se volvió tan rockero?

Me interesó mucho la velocidad y “poner el cuerpo”. Y que la música se volviera agitadora y alegre a la vez. Seria también, alegre no del humor o el chiste, alegre, pensada y enérgica, emocional, expresiva, y bueno el rock es la plataforma que mejor conozco, tiene toda una ruta que va por ese camino, y la tomé y me siento bastante cómoda en ese modo. Aunque tampoco dejo de hacer presentaciones bien acústicas, desenchufadas y donde se escucha la voz del público como parte de los arreglos musicales.

Finalmente, imposible no referirse al increíble trabajo que hay en las letras de cada canción. ¿Hay una faceta de poeta ahí? ¿Cómo escribes una canción y en qué te inspiras?

Soy del escribir, escribo primero y de ahí las canciones, con posibles letras me pongo a tocar la guitarra y a buscarle el espíritu, el movimiento que esa letra tiene, la actuación también. La música es el “cómo digo esto”, bajo qué emoción, con qué intención o intenciones.

¿Tienes proyectos musicales o cinematográficos en el futuro que puedas contarnos? ¿Tienes pensado visitar Chile pronto? Te extrañamos…

He estado en Tucumán justamente ensayando para empezar a filmar Los dueños, de dos directores nuevitos, es su primera película, ellos vienen del teatro, se llaman Ezequiel Radusky y Agustín Toscano. Y sí, quisiera ir a Chile, ya, siempre quiero ir, siempre estoy proyectando el viaje a Chile, muchas veces se dificulta por alguna razón. Las últimas veces que fui fue gracias al cine, a Verano cuando se presentó en Valdivia, a José Luis, a Alicia de La Ventura; y gracias al cine he podido ir a tocar, tal vez ese sea el camino, el cine, ojalá. José Luis dice que está pensando una película nueva, aunque tiene varios proyectos, ojalá esté en alguno de ellos y pueda volver. Adoro Chile de verdad.