Legatarios de la estética lisérgica, The Ganjas es una de las grandes sorpresas que nos ha dado la escena independiente nacional en el último tiempo. Su disco debut, editado bajo la nueva etiqueta Irrepetible, es un compendio de sonidos que huelen a humo del bueno, donde el cuarteto hace gala de su propia forma de ver el rock: arrastrado, psicodélico y, por momentos, dub style. ¡Scratch Perry, llévatelos de aquí!

En la casa de Samuel Maqueira (guitarra y voz) hay dos reuniones paralelas. Diego, su padre poeta, está enfrascado en una jocosa y bulliciosa plática con algunos camaradas, entre los cuales se encuentra el autor de La ciudad anterior, Gonzalo Contreras. Mientras los literatos completan el trámite de pedir una pizza, los integrantes de The Ganjas se reúnen en la habitación del guitarrista, un cuarto plagado de referencias a la cultura rock: una gigantografía de Dylan, fotos de Monstermagnet, el logotipo de Swervedriver pegado en el closet, además de una envidiable colección de cds y discos de vinilo, donde hay mucho y “casi” todo bueno –no hay que olvidar que estos rockeros también se deshacen por pesadillas infumables como Kiss o Van Halen.

El cuadro lo completan, Aldo Benincasa (batería, ex Bombaqueso) y Luis Felipe Saavedra (teclados y sintetizador, ex Mota). La tripleta explica la ausencia del cuarto integrante, Pape (bajo) quien tuvo que ir al campo donde vive, en la localidad de Paine. Samuel, quien también las oficia de guitarrista en Yajaira, bien podría ser confundido con un integrante de The Strokes (pero también con uno de Humble Pie). Él es el primero en desesperezarse sobre los orígenes del grupo: “Empezamos a tocar en 1999, Aldo, Pape y yo. Nos juntábamos a vacilar, en la sala que ocupábamos con Yajaira, que quedaba frente al cerro Santa Lucía. Era una antigua galería de arte, de un amigo de mi viejo. Empezamos a tener problemas, por que los vecinos eran Opus Dei; tuvimos que largarnos de ahí”. Por ese entonces el grupo alternaba jams de improvisación, en una línea stoner rock, con el uso de máquinas de ritmo. Más tarde, a fines del 2001, se incorporó Miguel “Comegato” Montenegro bajista de Yajaira, para ocupar el papel de segunda guitarra, y para marzo del 2002 ya contaban con los servicios de Saavedra en el grupo.

Con esta formación graban su disco homónimo, a mediados del 2002. Sin embargo, este no vio la luz pública hasta en julio del año recién pasado. “La grabación del disco la trabajamos como una coproducción entre Algo Records (propiedad de los hermanos Guiso, Alvaro y Perrosky). Pensamos diferentes formas para editarlo y entre medio se interesó Big Sur, con los quienes estuvimos negociando un rato. Eso nos tuvo parados y al final no llegamos a nada. Por suerte cayó del cielo Alejandro Gómez y editó el disco”, cuenta Benincasa. Y es que el líder de los desaparecidos Solar se está encargando, junto a su pareja Macarena Ureta, de la carrera del grupo a través del nuevo sello que formaron, Irrepetible. Bajo esta placa también apareció la tercera y última aventura discográfica de Solar, el estupendo Sentido común.

El disco de The Ganjas, entre tanto ajetreo editorial, llegó un poco desfasado en el tiempo, ya que representa, más bien, el estilo que el cuarteto cultivaba en sus inicios. En el ínter tanto, Comegato abandonó al grupo y sus integrantes comenzaron a mutar su sonido pesado para beber mucho más de las aguas psicodélicas, jamaicanas y espaciales. El estilo actual que tienen para enfrentar sus hipnóticos conciertos en vivo logra aunar lenguajes implantados por gente como los primeros The Verve, los experimentos de Agustus Pablo y King Tubby y los mantras siderales de Spacemen 3.

Se habla de la música de The Ganjas como un culto a la hierba. Eso es exactamente lo que podría pensarse dado el nombre que escogieron; pero no tardan en desmitificarse “No nos planteamos la música como un tributo a la marihuana. En realidad es un integrante más. La hierba ayuda a relajarse y a que se produzcan cosas buenas (…) ¡nos gusta la ganja y nos llamamos The Ganjas!” comenta Maqueira. Aldo agrega “somos todos pro ganja, estamos en buena disposición con cualquier causa en favor de legalizarla, lo que no significa que seamos activistas del tema. Todos sabemos que si se pudiera cosechar sería mucho mejor. El que quiera fumar va fumar igual; se está gastando un platal en algo que es caro por que es ilegal. A raíz de eso salen las paraguayos, que no es marihuana pura y ahí tienes a todos los pendejos, tarados con esa mierda”.

Por estos días The Ganjas están dedicados a la preparación de nuevo material para lo que será su segundo disco. Según la banda, el próximo será un trabajo mucho más espacial que su debut. Luis Felipe Saavedra explica: “Siento que ahora hemos logrado un control total sobre el sonido que queremos. El formato rock, de raíces bluseras pesadas, que teníamos en un principio se da cada vez menos. Hay muchas de las canciones nuevas que apuntan hacia el lado dub de una manera mucho más extrema. Las otras están en una vertiente más melódica, tal vez influenciada por el pop inglés, con un tratamiento muy atmosférico. Creo que pude salir algo muy bueno de eso”.

La conversación termina después de hablar un rato sobre cómo se acercó cada uno a la música –lo imaginable, viendo a bandas metaleras en Magnetoscopio Musical o escuchando la música de sus padres. Sin embargo, Luis Felipe suelta una confesión de lo más freak: “Mi madre, que es profesora de música, tenía un grupo de canciones infantiles en los ochenta, llamado Bernardita y Cecilia, donde cantábamos mi hermano y yo. Era de la onda Mazapán. Grabamos dos discos en el estudio del Daniel Lencina -el clásico trompetista de la órbita de Sábados Gigantes-, producidos por el maestro Pancho Aranda, cuando yo tenía como seis años. Uno de los discos era de villancicos y el otro con canciones de María Elena Walsh. Para nosotros era una obligación estar en el conjunto, pero recuerdo con mucho cariño a esos días”. Sin palabras.

Al salir por el mismo corredor que dio la bienvenida, era posible vislumbrar el estado en que se encontraba la reunión de literatos, cerca de la medianoche. Ahora sus risotadas contagiosas daban ganas de correr, raudamente al bar más cercano, por un vodka tónica y un poco de humo.

Los mejores discos para fumar marihuana según The Ganjas

 


Samuel
Triston Palmer – Entertainment (1980)
Es increíble. Es un reggae dub jamaicano, que suena como tocado en vivo, de la puta madre. Creo que ese disco no lo tiene mucha gente, es muy escaso.

 

 

 

 

Luis Felipe
My Bloody Valentine – Loveless (1991)
Me dan ganas de irme a la chucha con él. Podría decirte mil discos, pero este en especial es porque dan ganas de flotar. Es muy despegado del suelo, como un sueño donde no tienes como pegarte al piso.

 

 

 

 

Aldo
The Verve – A northern soul (1995)
Tiene temas que me han encontrado, muchas veces, chato mirando para afuera de la micro. No se en cuantas oportunidades me habré pillado, volado escuchando este disco, caminando por la calle.