Andrea Faúndez presenta su reporte final del Festival Sónar São Paulo.  Aquí resume los dos intensos días donde pudo ver a artistas como James Blake, Rustie, Kraftwerk y más.

Las fotografías son de Ed Milla, segundo Super 45 que vivió para contarlo.

Día 1: Mauricio Fleury, James Blake (DJ Set), Cut Chemist, Kraftwerk, Doom, Little Dragon, Emicida, Chromeo, Skream, DJ Marky vs. DJ Patife, Super Guachin.

Después de recorrer los laberintos del Parque Anhembi y develar cada uno de sus recovecos, arranqué la jornada en uno de los espacios más bonitos del festival, el Sónar Village. El ambiente intermedio entre el Sónar Club (el pabellón más grande) y el Sónar Hall (anfiteatro), una especie de patio cubierto, con césped sintético, luces y pantallas gigantes había partido con un músico brasilero, Mauricio Fleury (todo un descubrimiento), que con dj set afro-beat tropicaliente  inspiró todo tipo de movimientos y danzas propios del “sonido de la selva”.

Al otro extremo del Anhembi poca gente esperaba por el carilindo de James Blake, quien inauguró el escenario principal en su versión DJ, algo aburrida y monótona, inspirando mi migración inmediata.

Cut Chemist en cambio, ¡wow!, con atraso y todo se mandó -junto a Flying Lotus- uno de los mejores shows del festival. Con esa envidiable capacidad para manipular los discos, utilizando sampleos hasta con el culo (así como lo lee), homenajeó a Adam Yauch y mantuvo el ambiente siempre arriba con beats brasukas y todo.

En la corrida otra vez.

A pabellón repleto y en ambiente 3D, Kraftwerk dejó enardecido a un público atento a cada detalle de las pantallas gigantes, alucinados por naves, robots y Matrix que se abrían y nos pasaban por encima. Gritos, aplausos y la sensación de estar frente a algo único era más fuerte que la lluvia que se asomaba por primera vez en el Anhembi.

De la vanguardia alemana a la leyenda del Hip Hop

Con Doom, todo fueron especulaciones. Desde temprano habían circulado en internet todo tipo de rumores respecto a su temor por viajar en avión y a que en realidad no sería él quien se presentaría en el Sónar sino un sustituto. Negado por la producción, el “metal face” apareció en escena junto a otros dos MCs garabateando sobre mujeres, drogas, sexo, drogas y… drogas. Chorreándose agua por sobre sus antifaces y en interacción permanente con el público, el hip hop cerebral del mítico rapper estuvo entre las presentaciones más encendidas del festival.

 “¿Como están? Es nuestra primerísima vez en Brasil. ¿Conocen nuestra canción ‘Ritual union’?”, fue lo primero que dijo Yukimi Nagano, la requerida cantante sueco-japonesa de Little Dragon en medio de un Sónar Hall dividido entre bailárselo todo o acomodarse en las butacas del anfiteatro. Por momentos fue difícil escuchar la voz de Nagano, quien a pesar de toda su simpatía y onda desplegada en el escenario, se vio afectada por problemas de sonido que desanimaron un poco a quienes habían ido exclusivamente a verlos.

Afuera en tanto, en nuestro césped sintético favorito, otro músico emergente ocupaba un horario central en el Sónar Village. Emicida, el “asesino” de las batallas de improvisación, apareció con cara de pocos amigos, criticando entre rimas a los políticos de Brasilia con frases como “jódanse ustedes”, pero también mostrando su lado más romanticón con una versión rap de “Quero te encontrar”, un hit de Claudinho e Bochecha, popular dupla de funk-melody de Brasil.

Surrealismo, dubstep y videojuegos

En medio de estilosas piernas luminosas bajo sus teclados, humor, distorsión e incluso unos riffs rockarolleros, Chromeo asombró con una inyección de synth-funk haciendo cantar y bailar hasta al menos entusiasta. De esas presentaciones de las que no esperas nada y al final te llevas una grata sorpresa.

Pasadas las 3:30 de la mañana, Skream (el londinense que dicen cambió el curso de la música urbana inglesa) y MC Sgt. Pokes (Magnetic Man) aparecieron en escena con la potencia visceral de un Sepultura electrónico. Casi como una prueba de resistencia con una selección de los sonidos más duros y provocadores del dubstep (¿Skrillex?, un bebé de pecho al lado de esto).

Más apacible y bailable fueron los sets de DJ Marky & Patife, con clásicos del house y el drum n’ bass como “Show me love” y “Big fun”, que nos tenía a todos bailando desefrenados como en una malón de colegio. Seguido y al cierre, los mendocinos de Super Guachin, cerraron el primer día de festival pasadas las 6 de la mañana entre un arsenal de juguetes electrónicos y chipcumbia.

Día 2

Gang do Eletro, Rustie, Cee Lo Green, Flying Lotus, Mogwai, Justice, Four Tet, James Blake.

Con anuncio de tormenta y después de un almuerzo a lo Anthony Bourdain en una lanchonete de Avenida Paulista llegué al Anhembi varias horas más temprano que el día anterior.

Invadido por el humo y las luces de neón, ya habían pasado por el pabellón Dago Donato, a quien había visto dos días antes en Neu junto a Villa Diamante y Psilosamples, conocido por mezclar elementos de la cultura tradicional brasileña con la música electrónica.

Gang Do Eletro, una de las apuestas del festival en materia de nuevos sonidos, apareció ante un Sónar Village prácticamente vacío, envueltos en trajes de neón y cortinas de humo. Con mezclas futuristas y trayendo a la meca de la vanguardia el sonido de la periferia de Pará, lo cual resultó bastante estimulante ante una jornada que incluía workshops, documentales y 27 presentaciones en vivo.

Después de más de una hora de atraso debido a que sus sub graves invadían el ambiente de Alva Noto & Ryuichi Sakamoto, Rustie, el niño prodigio de la electrónica de Glasgow, a quien le tenía tantas (pero tantas) expectativas apareció con una actitud de mierda sobre el Sónar Village. Mucho ruido y pocas nueces para quien tenía conceptuado como el responsable de uno de los mejores discos del 2011. Problemas de sonido, fails y mucha mala onda, lo catapultaron hacia lo peor de la jornada.

El momento en que dices “¿es esto el cielo?”

Enfundado en un traje blanco y con lentes de sol, Cee Lo Green resultó otra triste decepción. Aburrido y con un swing que se le fue diluyendo casi tan rápido como la batería de un Galaxy II, el cabecilla de proyectos como Gnarls Barkley, nunca logró enganchar con el público a pesar de hits como “Lady killer”, “Fuck you” e incluso de sacar un haz bajo la manga: una versión soul de “Let’s dance” de David Bowie que ni siquiera así consiguió retener a la gente.

Totalmente opuesto fue lo que pasó con Flying Lotus, quien nos regaló una de las mejores presentaciones del festival. Con una sonrisa gigantesca, estampada de lado a lado y a lo largo de todo el set, lo que hizo Steven Ellison fue insano, de volarte los sesos. “Ideoteque de Radiohead, “Machine gun de Portishead y canciones de sus tres discos, encantaron a un Sónar Village extasiado con tanta elegancia.

Al mismo tiempo, cientos de discípulos del más maligno espíritu post-rocker, coparon el anfiteatro del Sónar Hall reverenciados ante Mogwai. Sin necesidad de lentes 3D, viajamos entre paisajes que inspiraron melancolía y regocijo, disfrutando de uno de los shows más esperados de Sónar SP. Lleno en toda su capacidad el espacio sonó a la perfección, cosa que ningún otro había logrado. Mención aparte para el inquieto Stuart Braithwaite, que masacró tímpanos con sus intensas murallas de riffs y distorsiones de una rudeza soberbia.

Cruces, experimentalismo y… caídas

Al igual que me pasó con Chromeo el día anterior, Justice no figuraba entre mis highlights del festival y… para mi propia sorpresa, me equivoqué. Fue de las presentaciones más concurridas del sábado, donde los franceses Gaspard Augé y Xavier de Rosnay generaron un estado de trance violento, locura y esquizofrenia en un Sónar Club repleto de improvisadas cruces de neón (con ayuda de unos souvenirs de una marca). Intenso.

En otro espacio del Anhembi, en disputa de horario con Justice y James Blake, el británico Kieran Hebden, más conocido por Four Tet complació a casi todos pasando del techno music al IDM, y del experimentalismo al jazz. Con un set de canciones en las que predominaron sus composiciones menos conocidas, con sonidos más orgánicos y donde no hubo espacio para los hits. Algo que igual molesto a varios de los presentes.

Ay James Blake… momento de la noche en que casi pierdo una pierna al rodar escalera abajo por sacarle fotos a este señorito que más encima me había aburrido tanto la noche anterior. Considerado el futuro creativo de la música, con canciones que mezclaban el soul con tintes de electrónica, Blake repasó varias composiciones de sus primeros EP’s como también las más conocidas, como “Limit to your love” o “I never learnt to share” que terminaron por convencer a los más escépticos.

El resto, sobre todo después de mi golpe, fue contemplación y el deseo de que todo comience otra vez.

Sónar, São Paulo, Brasil… ¡nos vemos en 350 días más!