Más que soul: una manera complicada de relatar en parte lo que fue un recital que al mismo tiempo fue una fiesta.

Una de las muchas interpretaciones de la teoría cuántica permite decir, saltándonos los detalles (porque es aburrido copiarlos y pegarlos desde wikipedia), que los múltiples estados de un sistema no tienen por qué excluirse. Que las opciones que en la física newtoniana parecen definitivas, en la interpretación cuántica pueden coexistir sin aniquilarse. Que un gato puede estar vivo y muerto al mismo tiempo.

Así las cosas, no hay para qué escoger nada en la vida: todos somos todas nuestras posibilidades, al mismo tiempo y sin perder coherencia. Que es lo que parece hacer sin esfuerzo alguno Jamie Lidell, el caso en discusión, sobre el escenario. Lidell es, al unísono y fuera del tiempo, todo lo que quiso ser y hacer. Porque puede. Porque quiere. Porque le sale bien. Y porque no tiene para qué elegir un camino si puede transitarlos todos a la vez.

Pero claro, todo esto no es más que una muleta. Escribiendo así, en frío, sobre un espectáculo que sólo puede entenderse al borde del escenario, es fácil caer en metáforas rebuscadas, o un juego inacabable de citas para tratar de explicar el magnetismo de Lidell: nombrar una lista sin fin que incluyera los desmayos melodramáticos de James Brown, la emoción en llamas de Otis Redding, los juegos sexuales de Prince, la garganta singular de Smokey Robinson, la destreza electrónica en tiempo real de Tim Exile (cierto, Exile es más un discípulo de Lidell que una inspiración), y quién sabe qué más. Lidell parece estar parado sobre el escenario invocando todos esos nombres y otros, los que cada uno quiera y la ilustración de cada miembro del público pueda colgarle encima. Nuevamente, ese es sólo el ejercicio en el que cae uno escribiendo de esto, o recordando esto, o tratando de contarle a alguien cómo pasó esto, en frío, porque el espectáculo de ver a Lidell en vivo está lejos de ser una estéril colección de guiños eruditos.

Jamie

Lidell, vestido con una chaqueta al mismo tiempo dorada, púrpura y otras cosas más que confunden al ojo, y que confirma además que Jamie es un valiente, entra al escenario después de sus músicos, el baterista Willie y el tecladista Jimmy (así nomás, sin apellidos), sin teatro, sin acrobacias, sin cambios de luces en el escenario. Entra nomás, saluda con una sonrisa como desordenada, y se larga a cantar “Game for fools”, que podía hacer anticipar que el tono de la noche iba a ser más bien cabizbajo, meloso; una velada de lentos.

De a poco, con “I wanna be your telephone” y luego con un ejercicio de “nostalgia” que incluyó la salida del escenario de los músicos para que Lidell se dedicara a armar “A little bit more” usando sólo su voz y sus fieles máquinas, fue armando una fiesta de pulso volcánico. Porque de eso se trata todo esto. De que no importa si el sonido viene de una máquina, de las destrezas de los músicos o de la garganta de Jamie Lidell. Jimmy toca el teclado entre espasmos y muecas de poseso, como si algo fuera a salírsele del cuerpo. Willie parece distante en la batería, sin perder la compostura, como si él fuera algo así como la presencia de la razón en la escena que componen los pasos de baile de Lidell y las contorsiones de Jimmy. Y lo que importa siempre es la fiesta, el sudor, el baile, las improbables acrobacias vocales de Lidell y su capacidad para hipnotizar a la gente y entrar él mismo en una especie de trance sobre el escenario, sus modales incorrectos, su espontaneidad que hace que nada parezca calculado -cuando todo esto está más que calculado-.

Tal vez Lidell sea uno de los cantantes más interesantes de ver en vivo en estos tiempos. Y tal vez la culpa sea de la eficacia de su repertorio, de la multiplicidad de sus máscaras, de la astucia con la cual construye un personaje sobre el escenario. O tal vez sea, sencillamente, porque no se guarda nada, siempre parece estar caminando sobre una cuerda floja, siempre en peligro de pasarse de rosca. Tal vez sea porque ante las elecciones, Jamie elige todo.

Fotos: Rodrigo Ferrari