Lo de Juan Pablo Abalo parece ser una búsqueda inquieta y sin ideas demasiado fijas. Si bien en sus comienzos exploraba los rincones de música de raíz clásica incluyendo arreglos afines, con el correr del tiempo pareciera ser que la inquietud lo llevó por caminos menos lógicos, más intuitivos.

En 2012 Juan Pablo Abalo compuso Canciones de misa, un álbum conceptual que intentaba expresar el horror de los abusos infantiles cometidos por representantes de la iglesia católica. Luego en Como un animal (2014) se sumergió en la exploración de la balada (“de amor y misterio”, precisaba), donde ya la intervención de Pablo Muñoz (De Janeiros)  y Milton Mahan (Dënver) daban cuenta de la necesidad de conectar con otros para poder expandir su sonido. Siguiendo esa idea debutó con Los Días Contados (junto a Luis Felipe Saavedra y Carlos “Cerebro” Reinoso) en 2015 en clave pop y hasta bailable. A finales del año recién pasado editó Sesiones de Panamá con Estancia La Mar (proyecto en que comparte protagonismo con Pablo Muñoz y Motivado) y algunos meses antes había lanzado la versión de remixes del exitoso disco debut de Los Días Contados.

Abalo siempre parece estar ahi, expectante, atento a lo que pasa alrededor para tratar de explicar todo ello con música.

En estos días Abalo publica Música ambiental, un disco que muestra otra vuelta de tuerca sobre su trabajo llevándolo hacia terrenos poco explorados con anterioridad, de nuevo alejados de sus zonas de confort. Una exploración que tiene una versión propia de la música ambiental.

—¿Cómo es que este disco termina llamándose de esta manera? Porque no es un disco ambient, parece que fuera precisamente lo contrario.

Por razones más o menos obvias no le pondría así a un disco de música ambient. En el caso de este disco se trata más bien de historias a partir de mucha experiencia en redes sociales. Son ideas sacadas de peleas, de juicios absolutos, de cosas que a uno le dan vergüenza ajena y vergüenza de uno también respecto de lo que sucede en internet. Alguien comete un error y todo el mundo parece abalanzarse sobre él a punta de posts y tuits. Todo el tiempo se me ocurrían canciones navegando por internet e interactuando en redes sociales. Si bien no tengo una relación muy activa en redes sociales, este es un disco ambiental en el sentido de visualizar el ambiente alrededor.

—Este es un álbum más bien corto (dura 21 minutos). ¿Por qué el formato?

Sí, es que la idea estaba bastante madura. El disco empecé a trabajarlo con Felipe Castro en diciembre del año pasado. Últimamente estoy súper cercano con el formato de disco corto, de EP. Cada vez me gusta más. Inconscientemente cada vez me acerco más a construir solo canciones sin pensar en un concepto más amplio, sin pensar en un disco.

Quizás hay una cosa generacional también. Porque nuevas generaciones no tienen esa conexión con el formato disco que tenía la nuestra. Los más chicos tienen una relación con la pura canción o playlists, pero no con el formato disco. A mi me cuesta deshacerme de la idea del disco porque me permite desarrollar mejor las ideas, las historias. Bob Dylan decía que era el mejor formato para darle sentido más grande a la autoría, a lo que se quiere decir. Una canción no es suficiente para construir una identidad.

—Llama la atención que este disco pareciera estar más emparentado con Canciones de misa (2012) que con Como un animal (2014). No parece tampoco emparentado con Los Días Contados ni con Estancia del Mar.

Exactamente. Yo también lo veo así. De hecho, pienso que Como un animal va más de la mano con Tocaciones. No hay una razón muy clara por qué salió de esta forma, no tuve un cálculo más allá de la necesidad de hacer música. Últimamente he estado tocando mucho piano -de hecho, estoy pensando en hacer un disco sólo de piano- y se me metió entremedio la idea de las letras y le empecé a dar espacio a eso y salió lo que salió.

Con Canciones de misa me pasó algo parecido. Cuando vi la entrevista a (James) Hamilton en la televisión, hice el clic. En el caso de este disco, en “Festivales de música” me pasó eso de conectar la forma en que nos hemos ido relacionando con los festivales de música más allá de la música. A mi me encantan los festivales, pero también me llama mucho la atención como nos han hecho cambiar nuestra experiencia con la música.

—Canciones como “Madres a la fuerza” son derechamente políticas.

Este disco tiene canciones que ver con temas que están ahí, es un disco político. Sí. Por eso lo conecto con Canciones de misa. Por eso lo llamo una canción de red social, para hablar también de esos puritanismos que están ahí, donde pareciera que no se pueden cometer errores o hacer bromas con ciertas cosas. Lo que hacen las redes sociales, al menos a mí, es obligarme a quedarme callado. Salvo para postear canciones, estar en línea pareciera ser un gasto de energía y tiempo tremendo. Entonces la idea del disco es jugar con esta idea de música ambiental como decorativa y de relleno y que en este caso es justamente lo contrario: es lo que está presente en la discusión al menos en mi mundo pequeño.

—El ejercicio parece emparentarse de alguna forma con Room 29, el disco de Chilly González y Jarvis Cocker. Y en parte también algo del programa de radio de Jarvis en BBC, un poco loco, ajeno al canon. Más conectado con el cuento que con la canción o un programa de radio tradicional.

Tenía muchas ganas de hacer canciones con solo voz y piano. Claro que en el proceso se me fue agrandando a sintetizadores y hacia algo como ambient-canción. Hay algo ambiental (no hay batería), hay una cosa no-rítmica. Tenía una necesidad de volver al piano. Y sí, a mí Room 29 me encantó. Me gusta mucho lo que hace Chilly González. Esa apuesta de la música instrumental hoy me parece muy interesante, es una apuesta. Me gusta mucho lo que hace también Max Richter en ese mismo sentido.

—Da la impresión que estuvieras atento y pendiente de la relación de la gente con las cosas alrededor.

En un plano más esotérico, creo que es importante conectar otras cosas. Me interesa mucho los estados que produce la música. Siento con cierta uniformidad general de donde ha ido la música, como que la forma de escucharla también se ha uniformado: por ejemplo, sin mucha paciencia, sin tiempo. Antes teníamos más paciencia, nos repetíamos los discos, no emitíamos juicios de buenas a primeras. Había una relación con la escucha mucho más plástica que automática como pareciera ser hoy. Pareciera que hoy o el disco funciona de una, o no. Y así se uniforma todo, al menos la música a la que uno tiene acceso.

—Claro, y así parece más difícil exponerse a cosas más arriesgadas que puedan sorprender.

Es que la música abre canales. Pasa algo muy interesante con las artes, que permiten nuevas experiencias. Por ejemplo, hace unos días escuchaba Kind of blue de Miles Davis y escuchaba el disco con una frescura y novedad que, aun habiéndolo escuchado muchas veces, no me había pasado nunca. No sé qué pasó, pero lo que escuché fue como si se hubiera publicado hace dos meses. Y eso que hace la música, que te permite conectar hasta con nuevos sentimientos, está muy bien y me interesa mucho.

—¿Y cómo afecta eso la composición?

La uniformidad en la composición es siempre un peligro latente. En mi caso, me aburro mucho cuando me doy cuenta que estoy repitiendo la composición, cuando repito la idea. Se me desaparece el sentido de lo que estoy haciendo, rápidamente. Me mantiene mucho más vivo meterme en una zona menos confortable o en cosas viejas que retomo.

Siempre estoy encontrando cosas nuevas, siempre estoy escuchando música recién editada y me vuelvo a sorprender. Por ejemplo, el último disco de Ryuichi Sakamoto, que es increíble. El nuevo de Julie Byrne, es precioso además. Trato de no cometer el pecado de dejar de escuchar música actual, esa vejez prematura de pensar que nada de lo que pasa es interesante o que está todo hecho. Además es muy peligroso para los músicos, porque si algo tiene de vitalidad la música es esa posibilidad de renovación de los materiales, de los sonidos, del lenguaje musical. Y eso siempre pasa. Siempre se dio, en el hip hop, en el primer rock, en la canción francesa, etc. Siempre estuvo. De hecho, un buen ejemplo de este peligro es el último disco de Charly García.

—Curioso, porque Música ambiental recuerda mucho Charly García y, sobre todo, a Melero.

Ambos me gustan mucho, pero sigamos con el ejemplo de Charly García. Las dos o tres veces que le preguntaron sobre música nueva dijo que no pasaba nada, que se había quedado décadas atrás. En el caso de Melero, se mantiene escuchando, produciendo nueva gente, y la música que produce es muy vital. Por el contrario, el de Charly es un rock muy plano y poco arriesgado, cosa que digo aún pensando que Charly García es un compositor fundamental. Ahi se hace muy evidente de ese problema de quedarse pegado en la nostalgia pudiendo estar alimentándose de cosas a su alrededor. Atlas (2016) de Melero, por ejemplo, lo encontré vital, asertivo, inteligente y moderno.

Me gustan los emtremedio en la música, los rincones. Como esas cosas sin definición. Como esas juntas entre Alva Noto y Ryuichi Sakamoto, Pansonic, todas esas mescolanzas que no son ni académicas ni populares, a mi me gustan mucho. Y creo que en Chile se da bastante bien, sobre todo esa electrónica de avanzada.

—¿Y te ha interesado profundizar en esa dirección?

Alguna vez intenté meterme en eso. Quizás en el disco que viene luego de este venga en esas coordenadas, piano voz y algo de electrónica. Estoy particularmente fascinado con las armonías y la melodía últimamente. Por ejemplo, revisaba hace unos días canciones de los isabelinos como William Byrd que hacía canciones perfectas que a uno le permite entender por qué la tradición británica es tan rica y genial. ¡Si vienen haciendo canciones cortitas y al hueso desde el siglo dieciséis!

Me gusta ese mundo de la electrónica medio borrosa, como con instrumentos de cámara. Me gusta ese vínculo. Si pudiera tener una orquesta y a Fennez, sería todo lo que podría pedir en mi vida. Fennez tiene esa gracia de usar el ruido blanco con armonías, no tengo idea cómo hace para calmarte y tranquilizarte usando el ruido, algo completamente contraintuitivo. Sus discos son, en el fondo, espirituales.

Música ambiental está disponible en todas las plataformas de streaming y disponible para libre descarga (con licencia Creative Commonsen el Bandcamp de Juan Pablo Abalo.