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Fotos: Hixaga

La presentación de Juana Molina el pasado jueves 6 de septiembre en nuestra capital, para consuelo de los productores que la trajeron, llenó el Teatro Oriente de espectadores que esperaban ansiosos ver a la trasandina en acción, lo que para una compositora escurridiza y extraña como ella es todo un logro. Sobre cómo fue forjando esta carrera musical y cómo fue caminando paso a paso en el medio internacional, nos cuenta en esta entrevista exclusiva para Super 45. Una cantautora hipersensible y enigmática que no tiene reparos en ir desgajando lo que ha sido su trayectoria en medio de risas y lágrimas.

¿Cómo es que llegas a decidir componer tu debut Rara después de realizar una exitosa carrera como comediante en la televisión Argentina durante los noventa? (llegó a tener su propio show “Juana y Sus Hermanas”, que fue todo un suceso de rating en su país)
Antes de hacer el disco revisé varios casetes con canciones que había hecho mientras trabajaba en televisión. Entonces quise armar un disco y dedicarme a lo que de verdad quería hacer antes de que fuera muy tarde. Se mandaron esos demos a Inglaterra y ellos decidieron editar el disco.

¿Cuál fue la reacción del público ante tu nueva faceta musical?
No hubo ninguna reacción porque al final ese disco nunca se comercializó masivamente. Nadie se enteró, los medios me hacían notas sobre mi salida de la TV pero nadie se preocupaba por el disco. Me deprimí un poco. Al principio no sabía como tomarlo porque ocupaba las páginas centrales y las portadas de las revistas de espectáculo pero hablaban de mi, no de mi música, así que decidí no dar más entrevistas si no eran referente a mi trabajo.

Quizás la propuesta era demasiado arriesgada para un público acostumbrado a otro tipo de música. ¿No sientes que apuntabas a un oidor más selecto?
Mmm, es que eran canciones simples que yo había escrito inclusive en mi adolescencia. De todas formas los demos de Rara ya tenían algo que continúa en los discos siguientes, es una propuesta que tiene que ver con la forma en que yo trabajo, no me impongo una idea como “quiero que esto suene así???, es simplemente mi manera de hacer música.

Tú en esa época saliste de Argentina. ¿Por qué?
Es que mi disco fue un proceso que no se pudo desarrollar, quedó como estancado. Entonces salí de Argentina en el `98 porque me enteré que en Los ??ngeles estaban pasando mis canciones de “Rara???, era la única radio en el mundo que las pasaba y me dije que tenía que ir a ese lugar porque allí había gente interesada en lo que hago, así que fui a KCRW, al programa Morning Becomes Eclectic. Llegué y llamé para agradecer y decir “hola??? (se rie). Así que me invitaron a tocar y mis primeros shows los hice ahí.
Fui de a poco, volví a Buenos Aires con Segundo casi terminado en el 2000. Ya cuando por fin lo edité me dije “ahora tengo que hacer la carrera como se debe hacer“, saliendo a tocar, partiendo desde abajo porque era muy contradictoria mi imagen pública con lo que yo hacía en el escenario. Tenía un nombre muy grande, era una winner de la televisión pero en el escenario era una loser total porque no tenía experiencia. Recuerdo cuando se anunció en Córdova un show mío, al que asistieron casi 300 personas, ¡me pedían que hiciera el personaje de la tele! . En cambio yo hacía mi música probando recién varios sonidos con máquinas y cosas, entonces la gente se decía “¿qué es esto?“. Se iban, pero siempre quedaban unos pocos.

¿Cómo notaste que comenzó a cambiar la situación?
A través de ese pequeñísimo grupo de gente que se quedaba, personas que podían ver a través del desastre que era yo, que creian entender lo que quería decir por algún lado y no me salía. A partir de esa gente fue que se empezó a armar un público nuevo para mi, muy paulatinamente, muy de a poco, hasta que un día hice un show en el teatro San Martín, donde cabían 1300 personas. Yo estaba desesperada porque estaba acostumbrada a tocar con 60 o 100 personas, a lo mucho 120 con toda la furia. Yo estaba asustada, quería poner una cortina en la sala para dividirla en dos y hacerla más chica, que fuera más acogedor porque tocar con 400 personas, aunque sea mucha gente, si la sala es demasiado grande igual se percibía como vacía. De todas formas, no me hicieron mucho caso porque la entrada no era cara, sino más bien simbólica, pero yo seguía preocupada porque ni gratis me iban a ver a mi.
De pronto la sala se empezó a llenar, a llenar y entraron 1200 personas. Yo tenía una emoción que no podía ni empezar a cantar. Fue un día muy emocionante porque sentí una comunión que se dio de golpe por primera vez; para mi fue mágico ese show. Un amigo me hizo luces con movimientos hermosos, que a mi casi no seme veía. Era hipnótico todo y yo cantaba muy entregada. El sonido era excelente y yo sentía que lo que estaba haciendo llegaba hasta el último rincón de la sala. Fue impresionante. (Hace una pausa muy larga y continúa)
En ese momento agarré un poco más de confianza. A partir de ahí dije “bueno, realmente son los medios los que ponen los prejuicios” porque de verdad era una cosa tonta el no permitirme hacer otra cosa, de velarme el derecho de poder llegar a la gente. Porque yo no quiero imponerme, quería que las personas pudieran conocer mi música y decidir si les gusto o no, pero ni eso era posible al principio.

Luego con “Tres cosas???, tu tercer álbum, se produce bastante más bulla y tu nombre y tu música comienzan a sonar en varios lados del globo. El New York Times lo coloca entre los mejores 10 discos del año y varias series de TV (Six feet Under, The O.C.) ocupan temas tuyos. También en Japón. ¿Cómo vives ese salto?
Yo creo que esa bulla es porque el disco Segundo ya había sido comentado bastante bien en varias revistas norteamericanas y europeas. En general lo alababan pero siempre sin mucha euforia. Es gracioso pero lo decretaban como una maravilla, el nuevo descubrimiento, pero luego lo calificaban con un 5, siempre con modestia porque yo recién estaba apareciendo en el mapa. Por eso creo que con Tres Cosas fue como la confirmación de Segundo; ya había un precedente, no podía ser casualidad.

Y algo similar ocurre con Son, te has ganado fans como Feist o David Byrne.
(Se ríe) Sí, toqué en Vancouver en un festival antes de Feist. Ella salió luego de mi presentación y las cosas que dijo yo no lo podía creer. Dijo que salir después de Juana Molina era un papelón. La gente la había ido a ver a ella por supuesto. Dijo “qué vergüenza ponerme a hacer mis pavadas???. Luego de todo eso salimos a comer y la conocí mejor; es una chica encantadora.
Con respecto a lo de Japón, yo tengo que agradecerle todo a ese país, ahí partió todo. Resulta que encontré una distribuidora que al inicio me pidió 50 copias, luego 100, luego 300, después 500 y luego empezaron a pedirme de a mil. De hecho, cuando fui a tocar a Japón me pedían un disco nuevo y eso me hizo terminar Tres Cosas antes de lo presupuestado. Aún hoy existen detalles que me hubiese gustado trabajar con esas canciones, pero en Japón ya era tiempo de lanzar un nuevo disco y decidí hacer eso.

¿Qué opinas de tus presentaciones en vivo?
En vivo mis canciones son otra música. Puede no gustarte nada, y que te den ganas de salir corriendo. (risas) Al principio me preocupaba mucho sonar similar a los discos y cuando me di cuenta que eso era imposible desistí. En Segundo yo me iba con unas pistas que preproducían varios sonidos del disco, pero después de tres presentaciones yo estaba muerta, no había nada de mí porque el que estaba mandando ahí era el disco con las pistas de base, el tempo, el clima, la duración, el ímpetu, todo. Yo era una especie de autómata o concertista que tocaba y cantaba, así que fui probando con cosas para darme más libertad. Al principio fue un trío, luego quedó en dúo y tras el desgaste de la relación, peleas y cosas así, finalmente me atreví a tocar sola.

También compones tú prácticamente todas las canciones. ¿Cómo es ese proceso?
En general toco y van saliendo cosas. Los teclados los fui descubriendo de a poco con ruidos hechos por mí y también ocupo un par de cosas hechas por un amigo. En Son decidí incorporar los ruidos que me acompañaban, porque cuando yo mezclaba las canciones esos ruidos estaban ahí, eran parte de la música. Por ejemplo, cuando pongo el micrófono, los pajaritos entran en la pista y me agrada la idea de que estén ahí. En cuanto a las estructuras, las tramas se van haciendo a medida que hago la canción, nunca sé como va a terminar hasta que toman forma de pronto; ahí voy viendo cómo voy integrando otros sonidos.

¿Cómo logras aquel toque orgánico en tú música? Porque, más allá de los sonidos “naturales???, del paisaje de tu casa en las afueras de Buenos Aires o de ruidos hechos por ti misma, hay una coherencia entre esos sonidos, un acoplamiento muy orgánico que se percibe.
Yo creo que es el resultado de cómo hago las cosas, porque, como te decía, no hay nada que entre en la canción sin que yo sienta que sea necesario. Los teclados no son secuencias sino que son sutilezas de la interpretación. De repente ahí me equivoco y en vez de tu-tu-tá hago tu-ta-tu y aunque suene parecido le da otra forma. Las cosas que toco, las toco porque me gustan. No me gusta amarrarme a las programaciones; la gracia es ir ejecutándolas, ver como se desarrollan. Por eso las canciones están todas unidas, van y vienen.

Tus letras, aún cuando son bastante abstractas, permiten leer sutilmente una preocupación por el entrono o un leve grito de alerta por la emergencia ambiental. ¿Qué hay de eso?
Sí, es que lo sufro. Sufro constantemente la agresión de los sentidos. El olfato, el tacto, la vista, el oído… el entorno me agrede. Yo creo que debería ser lo normal, que a todo el mundo le pase lo mismo porque somos parte de lo natural. Pero la gente no lo nota, va alienando sus sentidos.

Y quizás esa sea la invitación primordial que nos hace Juana Molina y que desarrolló en plenitud en su concierto la semana pasada. Fuimos testigos de cómo aquella frágil figura iba tomando fuerzas para armar, completamente sola, una infinidad de tejidos sonoros que envolvían el Teatro Oriente de lado a lado, con un público absolutamente rendido (que no dejó de ovacionarla) mientras ella se concentraba en sus juegos musicales. Con la destreza de una artesana, Molina manejaba sus equipos como si fueran delicadas piezas de joyería, estableciendo secuencias e interpretando cada uno de los sonidos que aquella noche se emitieron desde el escenario. Impresionante.