Lo mejor del 2016 según Super 45: Discos internacionales Super 45diciembre 28, 2016Artículos12 comentarios Desde hace 20 años, cuando iniciamos Super 45, que hemos dedicado la parte final del año para elegir nuestros discos preferidos de la temporada. Cada lista ha quedado como un registro de su tiempo y nos ha servido para ir observando como la música -y nosotros- han ido cambiando con el tiempo. Este año nuevamente decidimos separar las producciones chilenas de las internacionales. Y como siempre recordamos que esta es nuestra opinión, ni más ni menos. Revisa también Los mejores discos chilenos del 2016 Los mejores discos del 2016 (listas individuales) 45. The Goon Sax – Up to anything (Chapter Music) La historia de estos australianos de Brisbane parece sacada de la cabeza de un publicista: al momento de grabar su disco debut eran todos menores de edad, hacen música pop con reminiscencias de bandas tan queridas como los Pastels y Riley, la baterista, se unió a la banda apenas terminó sus clases de batería. Up to anything no dura más de cuarenta minutos y es de esos discos que sólo aparecen de cuándo en cuándo, arreglos sencillos y amistosos, letras concretas hablando de las cosas importantes: del amor, de las rupturas y de los teléfonos modernos que necesitamos para sentirnos bien. Que Louis, el vocalista, sea el hijo de Robert Forster de los Go-Betweens, es casi lo único que no los hace ser perfectos. Porque incluso el disco tiene la canción del año: “Boyfriend” (Claudio Ruiz). 44. Preoccupations – Preoccupations (Jagjaguwar) Lo nuevo de los ex Viet Cong mantiene la esencia de su sonido post punk que sigue la herencia de Gang Of Four, Pop Group y The Fall. Influencias que, al igual que los oriundos de Calgary , exploran sonidos urbanos e industriales de comienzos de los 80s. Una estética más “pop” le da espacio a la voz de Matt Flegel para que juegue entre arreglos con mayor rítmica, mostrando su lado accesible. La claustrofobia de su primer trabajo da paso a canciones directas con menos efectismo, lo que dota de mayor naturalidad a su nuevo álbum (Boris Orellana). 43. The Divine Comedy – Foreverland (Divine Comedy Records) Atemporal es el primer adjetivo que se viene a la mente al escuchar el undécimo disco del proyecto de Neil Hannon, The Divine Comedy. Compuesto por doce canciones que bien podrían haberse publicado diez o quizás veinte años atrás y que se pasean por el pop barroco, marca de la casa, con arreglos de cuerda elegantes y un tono de romanticismo perdido. Donde también se da el tiempo para bromear y citar a la legión extranjera y a personajes históricos, como Napoleón y Catalina La Grande (“Catherine the great”), en un homenaje a la cantautora Cathy Davey, su pareja de años y con quien hace dúo en “Funny peculiar”. “Este álbum es básicamente una autobiografía de los últimos seis años con mi novia. Mucho de eso está disfrazado con un giro temático de época, pero eso es parte de la diversión”. Lo anterior queda demostrado con creces en canciones como “The pact” y “To the rescue”, quizás la canción más hermosa que ha escrito el irlandés en su carrera (Felipe Viedma). 42. Swans – The glowing man (Young God Records) La segunda encarnación de Swans, iniciada en 2009, nos ha mostrado a un Michael Gira trabajando con la intensidad desde un prisma mucho más expansivo, alejado del denso brutalismo de sus inicios. Ciertamente, los días de Filth (1983) o Greed (1986) ya quedaron atrás, pero Gira y su nuevo séquito vuelven a encontrar métodos para encantar a sus seguidores, al mismo tiempo que ponen a prueba su paciencia y resistencia con el flamante The Glowing man: ocho composiciones encapsuladas en un doble cedé (o triple vinilo) que marca el fin de la alineación actual de Swans y funciona como el cierre de esa trilogía no oficial iniciada en 2014 con The seer (Rodrigo Meneses). 41. The Weeknd – Starboy (XO) Agresivo, sin miedo y orgulloso de llevar el sello de “contenido explícito”, The Weeknd demuestra que puede dominar el R&B y los ránkings sin guardarse nada. Starboy cuenta con una producción que resume todas las tendencias pop del año, callejeando entre el hip-hop, trap, house y colaboraciones de artistas de alto calibre, entre quienes destacan Daft Punk y Kendrick Lamar. Las temáticas del disco son puntos comunes del género -drogas, alcohol, mujeres, Lamborghinis- pero que son entregadas de una forma por sobre todo entretenida en un disco diseñado para ser un hit y demostrar quién es el puto niño estrella (Sebastián Rodillo). 40. Kanye West – The life of Pablo (Roc-A-Fella Records) 39. Wild Nothing – Life of pause (Captured Tracks) Life of pause, el tercer disco de Wild Nothing, lo aleja un poco del sonido shoegaze y dream pop de los comienzos y lo sitúa en un panorama mucho más reposado y maduro, que tiene influencias del pop elegante de los 80, con nombres como David Bowie, Roxy Music y Prefab Sprout, que el mismo Jack Tatum mencionó en el Yo Escucho #10. Los sintetizadores están presentes pero no tienen tanto protagonismo como en los primeros dos discos, ahora hay lugar para probar nuevos arreglos, con líneas de bajo, saxo y percusión que destacan, con marimba incluida, y la voz de Tatum, probando nuevas tonalidades donde se escucha más cómodo que en otras ocasiones, todo envuelto por una producción ambiciosa y detallista, que permite apreciar cada textura a la perfección (Felipe Viedma). 38. Sales – Sales LP Decidir escribirles canciones a modo de despedida a la gente con la que vives y trabajas porque perdiste fe en las personas y es mejor tomar las riendas de lo tuyo. El dúo Sales, compuesto por Lauren Morgan and Jordan Shih, decide acabar con el goteo de canciones pop sueltas y debutan este 2016 con su primer LP homónimo y autoeditado. Haciéndose cargo de comienzo a fin de su proyecto y en un collage de sonidos que nos recuerdan a unos jóvenes the XX, llenan de calidez sus atmosféricas bases para hablarnos sobre vivir entre los frágiles límites de amor y decepción de los nuevos tiempos modernos (Carlos Molina). 37. Juventud Juché – Movimientos (Sonido Muchacho) A Juventud Juché no se les escucha tanto por estos lados, pero cuando el público se entere de que Movimientos es uno de los discos más aclamados por distintos medios españoles, podrían sorprenderse de lo refrescante que aún se puede ser cuando hablamos de punk. Con este disco, el grupo se instala como uno de las agrupaciones más potentes de la península ibérica, con letras que dan cuenta del momento político de disconformidad que reina aún sobre el territorio, siempre desde una óptica personal enrabiada y frustrada de una generación que ha sido testigo de la agitación del viejo mundo (Rodrigo Herbage). 36. Bibio – A mineral love (Warp) En algún momento de su carrera, especialmente tras el maravilloso Ambivalence avenue (Warp, 2009), Stephen Wilkinson -Bibio para sus fans- optó por el modo random. Su pericia en los recovecos del glitch o IDM pronto encontró alternativas en el pop y folk, despistando un poco a algunos fieles que se apuraban en catalogarlo en el amplio universo del beat electrónico. En su último A mineral love el británico sigue demostrando que es un músico y productor prominente, desprejuiciado, y que pese a no siempre conseguir la fórmula perfecta, a través de su serie de lanzamientos para el sello Warp ha construido sin presiones un universo propio, inclinado al preciosismo y a la inestabilidad climática (Freddy Olguín). 35. Viva Suecia – La fuerza mayor (Subterfuge) Los oriundos de Murcia anclan su sonido en las guitarras de los 90s, distorsión e intensidad que equilibra con los estribillos pegadizos produciendo gemas pop como “Bien por ti” y Permiso o perdón”, así como momentos explosivamente sónicos y reflexiones paisajistas. El grupo muestra una amplia paleta sonora fusionando indie rock, noise pop y post rock. Como si fuera poco ya adelantaron un single para su trabajo 2017. Osea, tendremos a los Viva Suecia para rato (lo que se agradece) (Boris Orellana). 34. PJ Harvey – The Hope Six Demolition Project (Vagran Island) En los cinco años transcurridos desde la edición del exitoso Let England shake (Island, 2011), PJ Harvey no se quedó sentada en casa: viajó a Kosovo, Kabul (Afganistán) y Washington D.C. junto al fotógrafo y cineasta Seamus Murphy; editó el libro de poemas e imágenes The hollow of the hand (Bloomsbury, 2015); participó en shows multimedia,y se concentró con sus músicos en una instalación arquitectónica en el centro cultural Somerset House de Londres, donde grabó nuevas canciones en sesiones abiertas al público. El resultado final es el disco más político de PJ Harvey hasta la fecha, en donde sin juzgar ni adoctrinar nos llama a poner atención sobre varias cosas que huelen mal en Europa del Este, Afganistán y Estados Unidos: la limpieza étnica (“The wheel”), niños afganos obligados a pedir limosna (“Dollar dollar”) o el uso de un discutible plan de mejoramiento urbano en uno de los guetos más deprimidos de Washington D.C. en “The community of hope”, canción que ya le hizo ganarse la tirria de los políticos locales. Ésa es la clase de historias que encontramos entre melodías pegajosas, guitarras afiladas, saxos apocalípticos y experimentos con blues (Pablo Meneses). 33. Mogwai – Atomic (Rock Action Records) Tal como han mostrado de un tiempo a esta parte, la intensidad del Young team (1997) va ahora por otros caminos, consecuencia lógica de ese afán permanente por explorar nuevos terrenos. Por eso los sintetizadores tienen acá más protagonismo en la creación de ambientes, tan etéreos como inquietantes. Puede que Atomic no deje conforme a los fans del sonido más atronador que hizo conocidos a los escoceses, pero el germen de esa voluntad sigue ahí, esperando para liberarse en el escenario, su hábitat natural (Pablo Meneses). 32. Marissa Nadler – Strangers (Sacred Bones) Cubierta por un velo de misterio, la prolífica Marissa Nadler sigue encontrando colores donde otros sólo ven oscuridad. Para su séptimo disco, Strangers, reúne al mismo equipo que dirigió en el fascinante July hace dos años: el productor Randall Dunn (Sunn O))), Boris) y un improbable grupo de avezados sesionistas venidos del jazz, el metal y el country (Andrés Panes). 31. The Last Shadow Puppets – Everything you’ve come to expect (Domino) En los ocho años transcurridos desde que se aliaron, Alex Turner le sacó demasiadas vueltas de ventaja a Miles Kane. Mientras Arctic Monkeys se pegaba estirones entre disco y disco, el compadre de su vocalista hallaba refugio bajo las sombras de sus influencias. Si ambos se encontraban con naturalidad dentro de una zona neutra en su debut, The age of understatement, ahora se nota que Turner tuvo que pisar los frenos para que el rezagado Kane lo alcanzara. Al contrario de su antecesor, obra de veinteañeros con muchos puntos que probar, Everything you’ve come to expect no puja por la ampliación de la paleta sonora de sus autores. Resulta, en ese aspecto, menos sorpresivo y revelador. Para bien y para mal, todo parece un ejercicio de clasicismo retro (Andrés Panes). 30. Deakin – Sleep cycle (My Animal Home) “Toma, prueba este buen pan que horneé de mi mente” canta Deakin (Josh Dibbs) en lo que es su primera exploración personal fuera de Animal Collective. Mediante un brillante trabajo de capas se mueve entre pasajes pintados con samples surreales, field recordings y un balance entre instrumentación folk y experimentación electrónica. Es un viaje corto pero profundo. Una invitación honesta a la introspección de un artista poco conocido, quien durante 33 minutos no pierde el foco y hace de Sleep cycle un muy interesante debut (Sebastián Rodillo). 29. Weyes Blood – Front row seat to Earth (Mexican Summer) Como esos secretos que sólo se comparten entre amigos, el cuarto disco de Natalie Mering tiene una solemnidad que resulta casi hipnótica. No es que la estadounidense esté explorando algún recoveco desconocido de la música popular, sino todo lo contrario. Son canciones que rememoran a otras canciones y por eso se escuchan tan familiares, como volver a vivir un recuerdo. Front row seat to Earth es un álbum para perderse en múltiples repeats (Margarita Gómez). 28. James Blake – The colour in anything (Universal) En su tercer disco, el londinense de 27 años enfoca su energía en pulirse como hacedor de canciones, más que en salir de la zona de confort delimitada en su homónimo disco debut del 2011, el punto de quiebre de su meteórica trayectoria, cuando abandonó la impronta que le dio prestigio en el nicho dubstep. Independiente de que a veces resulte predecible o de los posibles guiños que inserte, todavía es un surrealista de tomo y lomo. Todo lo que hace transmite sensaciones profundamente personales. The colour in anything dura sobre una hora y cuarto, casi lo mismo que James Blake y Overgrown combinados, tiempo suficiente para adentrarse en su visión y sentir que el disco es una especie de bloc de notas generoso en ocurrencias valiosas. Recordemos que se trata de un aliado del silencio y los espacios: como les profesa respeto, nunca los llena porque sí (Andrés Panes). 27. Blood Orange – Freetown sound (Domino) Contagiado por el espíritu de los Dust Brothers, productores de collages como Odelay de Beck y Paul’s boutique de los Beastie Boys, no escatima recursos para establecer, de una vez por todas, algo cercano a una personalidad propia. Se mira en otros para conseguirlo, partiendo por su familia directa: tituló Freetown sound en alusión a la capital de Sierra Leona, donde nació su papá, originalmente un asentamiento de esclavos liberados que recibió a inmigrantes jamaiquinos, estadounidenses, antillanos y africanos. Sin importar cuántas vocalistas invitadas aparezcan (Debbie Harry, Carly Rae Jepsen, Nelly Furtado, entre otras), ni las menciones a personajes religiosos (Agustín de Hipona, Nontetha Nkwenkwe, Santa María de África), Freetown sound nunca deja de responder a los comandos de Hynes, que tira de las cuerdas enfrascado en la misión de plasmarse a sí mismo en todo el esplendor de su negritud (Andrés Panes). 26. Whitney – Light upon the lake (Safety Canadian) Whitney es un proyecto formado en 2015 por Max Kakacek y Julian Ehrlich, ex integrantes de Smith Westerns, quienes decidieron seguir trabajando en busca de un sonido único, ahora junto a cinco músicos más, y publicaron “No woman”, el single que hizo correr su nombre por las redes sociales. Con Light upon the lake, Whitney se posiciona como una de las bandas destacadas de los últimos meses y nos ofrece un espacio para disfrutar de lo común y silvestre, de lo terrenal y de la simplicidad de las cosas (Valentina Aravena). 25. Cass McCombs – Mangy love (Anti-) Mangy love no hace más que justificar los halagos a Cass McCombs. Cuando el solista firmó con Anti-, el sitio The Talkhouse publicó una playlist donde lo reverenciaban Angel Olsen y miembros de Grizzly Bear, Vampire Weekend y The War on Drugs, entre otros. Su brillantez queda corroborada en “Medusa’s outhouse”, que cruza referencias a Seinfeld con una floydiana base soul (Andrés Panes). 24. Mitski – Puberty 2 (Dead Oceans) La de Mitski (nacida en 1990) es una habilidad aprendida en la escuela de música pero que suena lejos del academicismo y ceñido a la naturalidad y a la calle. Valiéndose de pilares estilísticos tan hechos como el pop y rock independiente, la cantante logra entregar un puñado de canciones refrescantes con marcados estados de ánimo que van fluctuando a lo largo de Puberty 2. La fuerza de la voz y una guitarra enchufada estalla para después amainar en canciones como “Your best american girl”. El track, tan visceral como vulnerable, resume la sensación que está presente en todo el disco y no es otra que la de vivir desencajada en Nueva York, siendo el lugar que eligió para instalarse cuando cumplió la mayoría de edad, luego de haber vivido en Japón, Turquía, Sudáfrica y muchos otros países. La música y su propuesta, eso sí, están bien enraizadas en el suelo estadounidense (Macarena Lavín). 23. White Lung – Paradise (Domino) En su cuarto disco y segundo con Domino, los punk rockers de Vancouver aceleran, endurecen, suavizan y enfocan aún más sus canciones, abordando todo tipo dependencias y abusos sin doble lectura. Mish Barber-Way, ya transformada en un personaje capaz de asustar a un desprevenido sin siquiera tener que alzar la voz, y el guitarrista Kenneth William (una cruza entre Jeff Hanneman, Johnny Marr y East Bay Ray), brillan en un LP que entrega solo un par de nuevos trucos, pero los suficiente para levantar la bandera de un género que cada cierto tiempo se encarga de barrer con los caza tendencias y de irritar a los más pretenciosos y aburridos. Moldeadores del material más duro de trabajar (Tomás Dintrans). 22. Oscar – Cut and paste (Wichita Records) Esto es elegir muy bien el nombre de un disco: a pesar de que tenga varias referencias de los últimos 40 años de la música británica (desde el synth al brit pop), la propuesta de cortar y pegar para hacer algo nuevo de Oscar (Scheller) se escucha tremendamente fresca. El británico comprende bien lo que es el pop y lo resuelve de manera impecable en canciones animadas y cálidas, donde la melancolía está presente de forma subterránea (Macarena Lavín). 21. Parquet Courts – Human performance (Rough Trade) En este disco nuevo, los de Brooklyn bajaron las revoluciones. Aquello que sonaba a sucio, producción barata, letras directas y claras reminiscencias del punk setentero neoyorquino en sus primeros discos, ahora suena a Velvet Underground con producción más cuidada y mucho menos ruido. Human performance no incluye ninguna canción para salir corriendo por la calle ligero de ropa, pero construye un disco un poco más complejo que los anteriores, que puede que tenga menos rabia y menos energía, pero lleva a la banda fuera de su zona de confort -a una zona donde los esperan Talking Heads, por decir algo, y salen bien parados. No es poca cosa (Claudio Ruiz). 20. DIIV – Is the is are (Captured Tracks) Tras el sobreexpuesto Oshin (CT, 2012), el mito del difícil segundo álbum se hizo realidad en lo caótico que fue para Cole Smith rearmarse en lo personal y musical para poder componer este trabajo. Se notan los matices del ahora quinteto, sobre todo en términos de arreglos donde las guitarras y teclados juegan un papel preponderante. Si en su debut la producción sonaba muchas veces plana, en este álbum matizan su sonido con el noise pop (“Bent”, “Mire”), el post punk (“Valentine”), la adoración a The Cure (“Yr not far”) y los himnos para hacer pogo (“Dopamine”) (Boris Orellana). 19. Flume – Skin (Future Classic) Más de tres años tuvieron que pasar para volver a escuchar a Flume, y el productor australiano no encontró una forma más escandalosa que reaparecer con Skin, donde deja claro que la música electrónica no se trata sólo de la combinación de sonidos computarizados, sino de una armonía del caos. Skin es la perfecta unión entre los sonidos y las sensaciones, lo que genera ese espacio para la abstracción personal (Valentina Aravena). 18. Kaytranada – 99.9% (XL) Kaytranada es de ese tipo de productores que por alguna razón lleva sobre sus hombros el peso de la continuidad. Comparaciones no siempre alegres con Madlib o Flying Lotus lograron que su nombre emergiera entre la variada escena de artistas vinculados a los beats, la electrónica y el hip-hop. Con sólo 23 años, una infancia en Haití y un desarrollo como DJ y productor durante su adolescencia en Canadá, el recorrido de Louis Kevin Celestin (su nombre real) no ha sido distinto al de músicos similares o colegas. Remixes, EPs y producciones para otros artistas revelaron muy temprano su explosivo talento, que en su debut en largo reúne varios trucos y algunas sorpresas, a través de temas y tonos simpatizantes del R&B, soul, rap e incluso house o música de baile (Freddy Olguín). 17. Frankie Cosmos – Next thing (Bayonet) Con un poder de síntesis muy oportuno en estos tiempos, Frankie Cosmos alcanza en dos minutos o menos (lo que duran la mayoría de sus temas) a redondear conceptos de principio a fin. Letrista observacional donde las hay, pletórica de apuntes sobre pasar de adolescente a veinteañera, la hija del actor Kevin Kline lanzó camionadas de canciones antes de comenzar su discografía oficial. Next thing es su segundo lanzamiento en términos formales, aunque ni tanto: cautivada por la estética DIY, la solista permanece en ese terreno para mantenerse tan cercana como en sus demos (Andrés Panes). 16. Warpaint – Heads up (Rough Trade) Si el segundo álbum de la banda formada en Los Ángeles – el homónimo Warpaint (Rough Trade, 2014) – fue la consolidación de un estilo tan misceláneo como conciso, Heads up es definitivamente un golpe de fuerza en el que Jenny Lee Lindberg, Theresa Wayman, Emily Kokal y Stella Mozgawa dejan en claro muchas cosas. La oscuridad, la experimentación y la capacidad de construir hits pueden convivir en una misma banda y en un mismo disco. Eso nos cuenta Warpaint a lo largo de once canciones. Heads up, publicado por la misma casa discográfica que su antecesor, es un disco con personalidad de una banda que trabaja ya sin dudar de lo que hace (José Torres). 15. Jessy Lanza – Oh no (Hyperdub) El nuevo álbum de Jessy Lanza confirma que las segundas partes pueden ser buenas, insistiendo en una fórmula que en el papel no parece novedosa (el Junior Boys Jeremy Greenspan repite en los controles), agregando complejas estructuras electrónicas que otorgan renovados bríos a las canciones de la oriunda de Ontario. Retomando el ensamble pop/R&B/electrónica, el groove digital de Lanza puede recurrir a irresistibles “baladas” como “I talk BB” o “Begins”, donde la cantante demuestra su vocación más íntima, o inquietar con el ritmo punzante de “It means i love you”. Los beats con guiños al footwork de esta última, sintonizan con el difundido single “You never show your love”, que la artista lanzó el año pasado con remezclas de DJ Spinn y el desaparecido DJ Rashad (Freddy Olguín). 14. Triángulo de Amor Bizarro – Salve discordia (Mushroom Pillow) A lo largo de once años de carrera, TAB han arrasado en la escena española con su mezcla descarnada de noise, punk y oscuridad. Si bien en su cuarto álbum se mezclan los mismos ingredientes, hay una producción mas “limpia”, donde las voces suenan más al frente y si hay un arreglo ruidoso, siempre hay también un arreglo más pop que brilla en la canción. Con ello logran editar un trabajo que puede llegar a nuevas audiencias sin renunciar a su marca registrada (Boris Orellana). 13. Leonard Cohen – You want it darker (Columbia) “Estoy listo, mi señor” decía una parte de la canción que le da nombre al décimo cuarto disco de Leonard Cohen. Con su muerte en octubre pasado ahora parece pura y simple anticipación pero la verdad es que el canadiense no quería morir. Su último disco fue producido por su hijo Adam y denotaba una toda una nueva energía en una trayectoria tan extensa como profunda. Hoy apenas podemos empezar a entender el legado que ha dejado Cohen y You want it darker es un recordatorio que ciertos talentos son inacabables (C. Araya Salamanca). 12. Angel Olsen – MY WOMAN (Jagjaguwar) El tercer disco de la cantautora norteamericana es el más diverso que ha publicado hasta el momento. Combina varias formas de hacer canciones con un reconocible sello personal: voz poderosa, cambiante, intensa, al mismo nivel de esas elusivas guitarras. Aún se muestra vulnerable, entregada, abierta, como si se estuviera cayendo a pedazos, pero levantándose como si nada pasara. Pura garra. El amor pareciera siempre escaparse, como si fuera algo inasible (Macarena Lavín). 11. David Bowie – Blackstar (Columbia) Concebido como la despedida para sus fans, Blackstar fue grabado secretamente en New York por David Bowie junto a un grupo de jazz, consciente de que el tiempo no estaba de su lado. El resultado es un experimento oscuro, denso y adictivo, donde caben la música electrónica, el jazz, el hip hop y el rock más arriesgado. Escuchándolo, es imposible no pensar en los rumbos que habría tomado su música de no haber sido por el trágico final que todos ya conocemos (Pablo Meneses). 10. A Tribe Called Quest – We got it from here… Thank you 4 your service (Epic) En un año especialmente tenso en lo político, A Tribe Called Quest lograron canalizar el discurso de una sociedad confundida y enojada, cruzada por las demandas de distintas razas, grupos socioeconómicos y géneros. Lejos de ser un ejercicio nostálgico (en el disco colaboran voces tan vigentes como Kanye West, Kendrick Lamar y Anderson.Paak, entre otros), We got it from here… Thank you 4 your service reflexiona sobre el estado actual de las cosas y los desafíos que vienen en un mundo cada vez más convulsionado. Sin lugar a dudas, el broche de oro para una carrera de más de 30 años dedicada a pensar el por qué, el cómo y el cuándo de las cosas (Gabriel Pinto). 9. Radiohead – A moon shaped pool (XL) La corrección política indie debiera llevarnos a ignorar el nuevo disco de los británicos. Después de todo, son básicamente una banda de stadium rock. Con himnos generacionales y antorchas en los conciertos. Pero Radiohead tiene la gracia de torcer la mano, de obligarte a escucharlos de nuevo. A moon shaped pool es un disco maduro y menos experimental, que algunos críticos incluso han denominado adulto, lo que quiera que ello signifique. Un disco lleno de rincones, detalles, sonidos y palabras que esta vez no parecen ser tan esquivas. Tal vez lo mejor que han hecho desde Kid A (Claudio Ruiz). 8. Kate Tempest – Let eat them chaos (Fiction) No es la primera ni será la última vez en que se entrecrucen los caminos de la poesía y el spoken word. En el caso de Kate Tempest, en su segundo disco logra conectarlo de manera perfecta. Apoyada por los arreglos electrónicos downtempo de Dan Carey y un flow que acompaña al auditor con cuidado por historias de una ciudad solitaria y fría. Difícil pensar en un disco menos 2016 (Claudio Ruiz). 7. Frank Ocean – Blonde (Boys Don’t Cry) Es verdad, el Ocean del cada vez más bueno Nostalgia, ultra (2011) y el estupendo Channel orange (2012) aún está presente en esta nueva entrega, aunque luce un poco oculto entre capas de sonido impredecibles, skits/interludios fantasmas o canciones de producción a ratos cercana al pop. En muchos tracks de Blonde, Ocean sigue jugando a las escondidas aclarando quizá que no pretendía firmar el disco definitivo de R&B moderno. El hilo conductor de este disco siguen siendo las historias, autobiográficas o llenas de ficción, pero siempre guardando un rasgo emotivo, porque transformar la nostalgia en algo cool es algo que a nuestro amigo Frank Ocean le resulta muy bien (Freddy Olguín). 6. The Avalanches – Wildflower (XL / Astralwerks) ¿Es Wildflower una continuación? ¿Una secuela natural de Since I left you? Eso podría discutirse, aunque lo importante es consignar que el sonido de los australianos sigue siendo emocionante y fresco, acaso los adjetivos más llamativos que igualmente sirven para su recordado debut. Aunque no completamente liberados del trauma que supone firmar una obra maestra, luego de casi dos décadas de actividad The Avalanches siguen en el juego, en tiempos donde la idea de cortar y pegar resulta tan natural para los productores como la música en streaming para los consumidores (Freddy Olguín). 5. Nick Cave & The Bad Seeds – Skeleton tree (Bad Seed Ltd) Quedamos de una pieza desde el minuto uno: ¿realmente Nick Cave alude de forma tan directa a la muerte de su hijo apenas parte su nuevo disco? “Caíste desde el cielo, te estrellaste con fuerza…”, son las primeras palabras que pronuncia el australiano en Skeleton tree, un tratado sobre el dolor en su más amplia e inconmensurable dimensión. Eso sí, no todo es una metáfora sobre el episodio negro que atraviesa Cave: buena parte de este material comenzó a gestarse antes de que la tragedia llamara a su puerta, con unos Bad Seeds que siguen relativamente en la misma modalidad narcótica de Push the sky away, aunque ahora, dadas las circunstancias, el cantautor y su banda estremecen el doble (Andrés Panes). 4. Nicolás Jaar – Sirens (Other People) En palabras del propio Jaar, Sirens es un disco político. De ello, no cabe duda: en los poco más de 40 minutos de duración de este trabajo, Jaar reflexiona sobre la construcción de identidad (con sampleos a escenas de su infancia), el efecto que ha tenido la dictadura chilena sobre el presente del país (la impresionante “No”, con esos beats de raíces latinas, se corona como uno de los mejores temas del año) y la sombra neocolonialista de EEUU sobre Latinoamérica (en la portada del disco, la obra “This is not America” de Alfredo Jaar, tiene un lugar central). Sobre ello, el armazón sonoro envuelve Sirens es denso, hipnótico y sutil: teclados distorsionados, percusiones que parecen chasquidos, voces procesadas y bajos que parecen surgir desde el fondo del mar, dan forma a un álbum que tensiona la reflexión política con la música experimental (Gabriel Pinto). 3. ANOHNI – Hopelessness (Secretly Canadian) Desde que salió “Blind” de Hercules and Love Affair, miles deseaban volver a escuchar la escalofriante voz de Antony Hegarty envuelta en una base bailable. Quién hubiese imaginado que ocurriría en un disco altamente político. Agenda en mano, Hopelessness se enfoca en el padecimiento de los débiles y el deterioro del planeta. Tienta afirmar que es una reformulación de la carrera de la ex Antony and the Johnsons, ahora conocida por su identidad femenina, Anohni, el nombre que usaba en su círculo íntimo antes de revelarse como transgénero, pero en realidad le intrigaba la maldad humana desde su debut homónimo de 2000 (“Hitler in my heart” es la evidencia número uno), y ya en The crying light, nueve años después, era posible advertir su conciencia medioambiental (Andrés Panes). 2. Car Seat Headrest – Teens of denial (Matador) No es antojadizo comparar a Will Toledo, el instigador de Car Seat Headrest, con Rivers Cuomo de Weezer: aparte de compartir la pinta de nerds, ambos son prolíficos cantautores y han sido influenciados por Ric Ocasek de The Cars, quien negó un permiso autoral para ser citado en Teens of denial (donde sí aparece una reinterpretación de “White flag” de Dido). Pese a tratarse del debut oficial de Toledo, parece un pequeño grandes éxitos. Debe ser la experiencia detrás: antes de hacerlo, el nuevo niño maravilla del indie rock gringo publicó un montón de material a través de Bandcamp (Andrés Panes). 1. The Radio Dept – Running out of love (Labrador) En la entrevista que dieron a Super 45 en 2012, The Radio Dept ya advertían que era incongruente ser de derechas e ir a sus conciertos. Y mientras Europa parece encaminarse a otra época oscura, el dúo sueco se atrinchera y ofrece resistencia desde un disco que contiene pequeños himnos de pop melancólico y bailable. Siguen los guiños a la música ochentera y casi no hay rastro de shoegazing, al tiempo que manejan los códigos pop con tal propiedad que los estribillos se deslizan casi sin esfuerzo. Running out of love es un álbum que registra su tiempo y se refleja en el pasado para ayudarnos a entender lo que pasa ahora. Imposible mejor número uno para esta temporada (C. Araya Salamanca).