T3
Galpón 6 de Chucre Manzur, Santiago
Viernes 15 de octubre de 2010

A propósito de la nota de Walter Roblero sobre la visita de los Pixies, que según se cuenta apelaron al milagro de los mineros más famosos de Chile lo mismo que a su incontestable pasado musical, desde Detroit y cargando el glorioso estandarte de haber sido amigo y colaborador de Jay Dee, el genio de la producción hip-hop moderna, que nos dejó un legado espectacular tras su lamentable deceso en 2006, el rapero T3 se subió al escenario del galpón 6 de Chucre Manzur a defender rimas escritas hace más de diez años.

El MC no dedicó el concierto a “los 33” como Black Francis, pero les ofreció unas sentidas palabras de admiración, además repartió abrazos y vodka mientras trataba de recordar las letras de “Get this money”, “fall in love” o “Tainted”, todos hits extraídos de la despensa de Slum Village, saboreados y vitoreados por el público que repletó el lugar. Con el carismático Waajeed en los controles (laptop+tornamesa, no hace falta nada más), el MC apeló principalmente a la nostalgia de uno de los grupos más interesantes y clásicos del rap mundial.

La mayoría fuimos por el recuerdo. Por eso cuando los beats de “Fall in love” o “The look of love” retumbaron en el recinto, el corazón de muchos estuvo a punto de explotar. El maceteado (así le decimos con cariño a los gordos en Chile, míster) cayó al piso, luego. en un intento de incorporar al público, invitó a unos raperos locales a tomar el micrófono para demostrar unas trasnochadas habilidades. También hizo beat box, detuvo las canciones a su antojo y jamás perdió el sentido del humor. En resumen, utilizó todos los recursos que un MC tiene a su alcance.

Resultó curioso que el clímax de la noche no haya sido alguna de las joyas producidas por Jay Dee, que el preciso Waajeed arrojaba como bombas desde su computador. Porque cuando T3 invitó a una jovencita chilena a bailar (perrear, según la jerga) una especie de reguetón, la mezcla de algarabía, goce y pifias hizo explotar el lugar y sin duda quedará para el recuerdo y anécdota. Al cabo estábamos en presencia de un simple show de hip-hop familiar y cercano, carente de grandes artilugios o sofisticación, pero enorme en energía y honestidad.

Foto: Ariel Altamirano