Freddy Olguín y Sebastián Rodillo estuvieron en el debut en vivo del DJ/productor británico Simon Green, aka Bonobo.

Fotos: Marcelo Roldán

Bonobo es un tipo que sabe lo que hace. Con más de 15 años haciendo música electrónica de manera autónoma, sabe cómo lograr que una pieza suene exactamente como él quiere. En el escenario las reglas son distintas, pero su profesionalismo y experiencia salen a flote de igual manera que en sus discos: todo funciona como debiese, todas las notas son las correctas. El pasado viernes constatamos esto con su presencia en el escenario de la Cúpula, en el marco de la gira por su último disco Migration, publicado el año pasado por Ninja Tune. Bajo eléctrico colgando del cuerpo, controladores y otras máquinas apoyadas frente a él. A cada lado, un escuadrón de calvos completan la adaptación instrumental de un set caracterizado por tener variedad de matices.

Tonos downbeat que van creciendo desde lo ambiental hasta los clímax épicos. Otros que pegan con el bombo directo en el cuerpo y se van más por el lado house o hip-hop. Otros recurren a la tremenda voz de la cantante Szjerdene, única vocalista invitada al show, para robarse toda la atención y llegar más a la parte emocional que a la sensacional. Matices que van y vienen a lo largo de todo el show, en donde Bonobo es el único que permanece en su lugar, mientras los demás músicos van saliendo o entrando.

Las distintas etapas por las que pasamos se caracterizaron por sonar perfecto y por entregar exactitud. Fue un show fríamente calculado en todas sus aristas, pero que no supo ir más allá. A Bonobo le faltó la pequeña chispa que produce esa atracción casi sexual al espectáculo. Si no era eso, entonces era esa energía explosiva que te peina para atrás. Y si no, entonces el dolor que te deja un nudo en la garganta sin saber por qué. Faltó gritar, saltar, romper algo, o cualquier cosa que agregara una pequeña cuota de riesgo a la cita. Finalmente, un clímax épico deja de ser tan épico cuando ya va en la tercera o cuarta iteración, y si la cantante invitada saca la voz con reales ganas solo un par de cortas veces, entonces la canción queda en el plano incidental, más tibia que caliente.

De cualquier manera, Bonobo fue recibido con grandes ovaciones. El público no dejó de moverse para todos lados desde que Merci Merci, artista chileno encargado de abrir, apretó el primer botón. Fue una noche de comprar harta piscola y bailar al ritmo de lo que fuera, receta que la productora Fauna conoce como nadie y que no falló esta vez, con un recinto casi lleno.

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