Desde México, Loreta Neira
Fotos: Akur Monsalvo
Audios: Victor Borgert

Sábado 26 de noviembre, Ciudad de México. En el DF es otoño y el viento frío se mete por debajo de cualquier abrigo, haciendo más necesario que nunca el abrazo y la compañía. Son las ocho de la noche y la noticia de la muerte de Fidel Castro ronda por el aire dejando a pocos indiferentes.

Fue hace de menos de una semana que Ana Tijoux se había presentado en el país que ahora está en plena despedida del principal gestor de su revolución; y hace sólo dos días, Tijoux participaba de una charla en la UNAM (Universidad Nacional y Autónoma de México) en la que frente a estudiantes aplaudía la lucha, la autenticidad y la guerra contra el capitalismo y sus productos machistas, patriarcales y violentos.

Son las 20:30 hrs, los altavoces anuncian el comienzo del show y los fervorosos asistentes saltan de sus asientos para iniciar la catarsis con “Mi Verdad”, “Vengo” y “Shock”, las tres canciones que dieron inicio a un concierto impecable que brillaría tanto por su calidad -y calidez- musical como humana. El saxo de Andrés Pérez, el trombón de Alfredo Tauber y la trompeta de Mauricio Castillo acompañan la voz de Anita y se roban la película con exquisitos arreglos que invocan a una Latinoamérica mestiza, dura, sabrosa y cercana.

El Teatro es antiguo y por entre los palcos se asoman brazos agitándose y voces con mensajes de amor para la MC chilena, convertida hoy en una de las figuras musicales más referenciales del movimiento contra la violencia de género en toda Latinoamérica.

Anita conecta con el público y responde con un “Yo también te amo, guachita” a una de las declaraciones de amor que se escuchan. El público ríe (aquí en México les parece chistosa la jerga chilena) y la música sigue con “Yo no me voy”, una canción nueva con ritmo de ska y “Calaveritas”, canción dedicada a los muertos donde Anita, gritando un enérgico ¡Amigo Fidel!, hizo enloquecer a quienes repletaban la sala.

Durante la exacta hora y media que duró el concierto hubo varios momentos que quedarán marcados en el pecho de quienes buscan en la música un espacio de lucha y solidaridad, más allá del goce personal. A modo de introducción de “Sacar la voz” –y con su armonía sonando de fondo- Tijoux reflexionó sobre la compleja situación social por la que atraviesa México y honró con sus palabras a quienes ejercen tareas de resistencia y de solidaridad, regalándoles la canción que grabó originalmente con Jorge Drexler en 2011 y reconociendo que en la lucha social “la música cumple el rol de un acompañante”. El público chilango [como se le dice a las personas que viven en Ciudad de México] aprovechó esta canción para hacer gala de su afinación y dejando sus celulares de lado, acompañó con su canto a Anita en todo el tema, escuchándose además desde la tribuna un desgarrador grito de “¡Vivos se los llevaron, vivos los queremos!”, haciendo referencia a los 43 estudiantes desaparecidos en 2014.

Es curioso cómo la música puede transportarnos fácilmente a otros lugares o cómo ciertos lugares se acercan a uno por medio de las melodías. Con los primeros acordes de la versión tijouxiana de “Luchín” el mood se volvió de inmediato más íntimo y sensible. Los brazos dejaron de agitarse y la luz escénica se concentró en la rapera que confesó no haber pensado nunca en hacer una versión de Víctor Jara: “Envejecer es lo máximo. Una más vieja se pone más libre. También una se despoja de muchas cosas como bloqueos, fascismo interno, fascismos mentales y corporales”, afirmó entre aplausos para luego dedicar la canción a todos los niños y niñas del mundo. Una porción de Chile se metió por cuatro minutos en el Teatro de la Ciudad, calentándolo con un abrazo fuerte y sincero, de esos que hacen llorar de lo lindos que son, de esos de los que uno no se quiere despegar, menos en otoño lejos de casa.

Para los seguidores de antaño, Anita cantó “En paro” y una versión renovada de “La rosa de los vientos”, dándole en el gusto a los eternos fans que le siguen los pasos desde que Tijoux era presentaba como una de las jóvenes promesas del hip-hop chileno. Mucho baile y mucho groove continuó con “Los peces gordos no pueden volar”, “Las cosas por su nombre” y “Todo lo sólido se desvanece en el aire”.

Para finalizar, Anita Tijoux y su banda de instrumentistas le dieron al público lo que quería: la poderosísima y contingente “Antripatriarca”, tema que fue coreado, bailado y acompañado por varios ¡Ni una menos! que se escuchaban saliendo de gargantas ávidas de música con puño en alto. “1977” y “Somos sur” fueron las dos últimas canciones que dieron un cierre de oro a una presentación donde la música brilló en su máxima expresión de baile, emoción, denuncia, lucha, llanto y alegría infinita.

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