Ya es muy raro escribir de los Ramones. En los últimos 15 años nos hemos llenado de recopilaciones, documentales, horas de videos caseros y una avalancha de homenajes que pasan desde el cerro mas adinerado de Hollywood hasta el bar en ruinas de la esquina.

Todo esto ha alimentado  un mito que ya a estas alturas parece un guión lleno de lugares comunes para referirse al legado del cuarteto de Queens: Que no sabían tocar, que todas las canciones eran de tres acordes, que animaron a Los Clash y a los Sex Pistols a seguir con sus proyectos  en la salida trasera del Roundhouse de Londres o que incluso cambiaron el apasionadamente cóncavo mundo de la moda.

Un judío-hippie obsesivo compulsivo enamoradizo, un ladrón de ultra derecha, un adicto a la heroína y un ayudante de plomero. Esas eran las opacas credenciales iniciales de los integrantes de un grupo cuyo único objetivo era una necesidad vital: Dar empleo a 4 tipos con mala suerte e incapaces  de adaptarse a las mínimas posibilidades que otorgaba una desolada Nueva York a comienzos de los setenta, en donde el 99% de los ¨artistas¨ ya se había ahogado en la decadente vida social de algún grupo de adinerados o tenían la cabeza lo suficientemente quemada como para lograr hace algo más interesante que crear un mito malo de ellos mismos antes de tiempo.

ramones-by-ian-dickson-1977

Según lo relatado por él mismo en el documental End of the century, el ladrón – posteriormente bautizado de por vida como Johnny Ramone – decidió en solo una hora dejar atrás su vida dedicada al crimen desorganizado y centrar todas sus energías en la creación de una banda. No le importaban lo geniales que pudiesen verse los New York Dolls , ni el culto a la personalidad predicado en las fiestas de Andy Warhol. Formar una banda no era capricho dictado por sus amigos, era un asunto de supervivencia, en donde si no se era un estricto militar más, simplemente todo se desarmaba.

En este punto de la historia es en donde la figura del ayudante de plomero bautizado como Tommy Ramone se transforma en pieza clave. Si bien Johnny tuvo la determinación inicial, él fue quien reunió a los Ramones originales por primera vez y los convenció dijo que tenían que formar una banda, incluso dejándose fuera al inicio, actuando solo como un consultor. Básicamente, el “Ramone normal” o el personaje menos atractivo de la orquesta, creó uno de las más influyentes e inolvidables  grupos en la historia de la música popular.

Como acá no existían las estrellas y todos trabajaban en pos de la supervivencia (traducido como “urgencia” por el gusto de periodistas musicales) Tommy  encontró su lugar en la producción, y en el manejo y vocería de la banda. Cuatro discos co-producidos en dos años y medio fue su legado tras la mesa de control. Cuatro discos colapsados de canciones imborrables, para después darse el lujo de devolverle la vida a su ex banda en Too tought to die del 84.

The Ramones in 1976

Desde el 11 de julio del 2014 , no quedan Ramones originales en el planeta Tierra. Tommy fue el último en irse, pero eso debiese importarle solo a los estadistas, porque los Ramones crearon algo más allá de sus propias individualidades; son una relación personal, una definición de tu territorio, de tus ideas. De esas que en ocasiones escasean o tienen un anclaje limitado a la tendencia en cada vez más manifestaciones musicales.

Para ellos solo se trataba de noquear a la audiencia y de entregarles diversión con esto. No de enseñarles que pantalones comprar, que trago beber, ni menos que radio escuchar. Era un acto de decencia humana, en donde la música no entraba en la dinámica de viejas chismosas de “club social”. Nunca necesitaron reinventarse completamente ni atontarse con la última tecnología para lograr sobrevivir un par de años más con un nuevo disco. El concepto era rotundo desde el inicio,  y a pesar de que todos creemos que ellos inventaron el juego , me aventuraría a decir que solamente lo tradujeron a un formato de banda de rock.  La identificación con las personas era algo más allá del rótulo de Punk Rock. Era la necesidad de no morir en un espacio que nunca les favoreció. Para ellos, y para todos los que aún los siguen, esto nunca fue un juego.