Estuvimos en el accidentado festival mexicano que estuvo a punto de suspenderse por el mal clima pero que, gracias a la voluntad de organizadores, músicos y público, se realizó en formato reducido pero no menos intenso.

La pantalla tras ella muestra imágenes sorprendentes de la vida animal: Pájaros señoriales en danzas de conquista, serpientes entrecruzadas en ritos de romance, abejas en minuciosas rutinas de trabajo; todas escenas que nos recuerdan que la naturaleza está ahí viviendo su majestuosidad, generando sus propios sonidos, indiferente a lo que los humanos cumplimos como rutina.

Y frente al escenario, ella se pasea vestida de blanco, con una de las máscaras que se han convertido en concepto de las presentaciones en vivo tras las múltiples vidas de Vulnicura, dando pasos con ritmos irregulares, como dejando en claro que los quiebres son su manera de alejarse de lo rutinario, confirmando así por qué es de esas artistas que seguro marcará el siglo. Y mimetizándose con esa naturaleza que ha servido de inspiración para su cada vez más interesante trabajo.

Es Björk ofreciendo el show más importante de la quinta edición del Festival Ceremonia, una accidentada cita que, sin embargo, tuvo un balance positivo.

Pese a la cancelación que se informó el 1 de abril, Ceremonia se reconstruyó en tiempo récord, para concretarse al día siguiente en la localidad de Toluca, ubicada a aproximadamente una hora de la Ciudad de México. Las fuertes ráfagas de vientos que se produjeron el día sábado derribaron torres y pendones dentro del Foro Pegaso, recinto que albergó el evento, lo que obligó a la organización a retrasar la apertura de puertas para finalmente anunciar la cancelación, como una forma de prevenir cualquier accidente. Un anuncio que desilusionó a muchos fans que llegaron al lugar desde temprano y que coparon las redes sociales con lamentos y reclamos.

Una verdadera lástima, considerando el tremendo cartel que esta versión prometía, con shows de Björk, Underworld, M.I.A., Beach House y Nicolas Jaar, entre otros.

Sin embargo, pese a esta suspensión y posterior reprogramación, Ceremonia consiguió reunir a más de 20 mil 400 asistentes en un ambiente festivo, con toques de parque de diversiones a cargo de las activaciones de las marcas auspiciadoras y con tres escenarios que matizaban estilos ligados al pop con bases electrónicas en una amplia gama, con nombres como los mexicanos Sotomayor, con su síntesis de electro pop tropical; la interpretación gitano-latina de la chilena Kali Mutsa, el dúo británico Snakehips desplegando en vivo las remezclas que los han hecho girar por el mundo (incluyendo el listado de featurings que incluyen a MO o Chance The Rapper) o la sofisticada cadencia pop de los portorriqueños Buscabulla, que con dos EP’s ya acaparan miradas y que repletaron el escenario Camp Roswell.

La reprogramación privó a muchos –incluida quien escribe– de llegar a tiempo para James Blake, quien abrió el escenario Corona a las 15 horas. El alto tráfico que ha hecho famosa a la capital mexicana–nuestra base– y las dimensiones del Foro Pegaso, requerían de un tiempo extra que escapó de nuestros cálculos.

Sin embargo, con el paso de las horas, el público acudió a la cita de manera masiva, sedientos del atractivo de los números centrales, que con la baja de M.I.A., Beach House y Vince Staples, se concentraron en la islandesa, el chileno Jaar y la fiesta desatada por Underworld al cierre de uno de los escenarios principales.

De hecho, para Nicolas Jaar ya se podía apreciar una masa humana impresionante que acompañó el anochecer, y que siguió con atención el show del músico, con una apertura llena de detalles sonoros que fue ensuciando de la manera magistral que a sus 27 años lo ha consagrado como un referente de los experimentos electrónicos. El espacio para la voz llegó en “No”, de su reciente disco Sirens, desplegando en adelante un show variado, a mi juicio impredecible, en que da cabida al ruidismo y la introspección, para luego acelerar los beats, haciendo vibrar a un público que a esa hora ya empezaba a sentir cómo bajaba la temperatura en Toluca y recibía con entusiasmo la invitación al baile.

Inmediatamente después, en el escenario contiguo, fue el turno de Björk. Las expectativas en torno a su presencia venían precedidas por el show que marcó su debut en la Ciudad de México, ofrecido sólo días antes en el Auditorio Nacional con entradas agotadas, ante más de 10 mil devotos que respetaron al pie de la letra su petición de no sacar celulares durante la presentación. Un show en el que se acompañó de una orquesta de cuerdas formada por músicos mexicanos, y que se centró en gran medida en su disco Vulnicura. Para el Festival Ceremonia, en cambio, las restricciones fueron dejadas de lado, y la islandesa se valió de un repertorio diferente, que si bien contó con los mismos músicos mexicanos que estuvieron con ella días antes, sumó a su colaborador, el productor venezolano Arca, agregándole riesgo a un repertorio que si bien revisitó clásicos (“Isobel”, “Bachelorette”, “Jóga”, “Hyperballad”, “Unravel”), también contó con intrincadas versiones para otros temas de su repertorio, como “Mouth’s cradle” o “Come to me”. Con esa formación, comandada por su carisma y la perfección irrefutable de su voz, dio la partida con “Stonemilker”, apertura de una presentación memorable que sepultó el mal rato y puso un broche de oro a un festival que esperamos tenga larga vida.

Fotografías de Carlos H. Juica